31. La conversación II

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- No tienes que decir nada. Nunca me he sentido así, sé que no te lo he demostrado como debería, y no me siento orgullosa de ello, dame una oportunidad, por favor. Sé que yo también te gusto y que estás cómoda conmigo, creo que nos complementamos muy bien. Quiero estar contigo, Luisi... Si no eres feliz puedes salir corriendo cuando quieras... ¿Lo pensarás al menos?

- Amelia...

- No tienes que contestar ahora Luisita, puedes pensarlo si quieres...

Se abrazaban de nuevo y Luisita se separaba mínimamente de ella, lo justo para poder hablar, aunque parecía hacerlo a su espalda, ya que seguía pegada a su piel.

- La verdad es que yo...

En ese preciso instante sonaba un click y se separaron de golpe. La puerta del despacho se abría dando paso a Sara, Patricia y María, que entraban tapándose los ojos, visiblemente borrachas, sobre todo Sara. Patricia se quedaba en la puerta y las otras dos chicas entraban, aún con sus ojos tapados.

- ¿Estáis vestidas guarrillas? No quiero ver nada que no haya visto antes - Decía María riendo a carcajadas - A ver si me va a gustar y Nacho se va a venir arriba.

- ¿Ya os habláis? - Decía Sara entre risas.

- Estamos vestidas idiotas. - Decía Amelia y las dos destapaban sus ojos.

- ¿Me habéis manchado el sofá? - Decía María curiosa haciendo como que examinaba la superficie del mismo. - ¡Os dije que pusierais una sábana!

- ¿Qué hora es? - Preguntaba Amelia.

- La hora de irnos, ya está cerrado el bar hace un rato, por eso hemos venido, aunque no queríamos interrumpiros. He pensado dejaros aquí, pero no tenía claro si mi hermana me iba a hablar después, que tengo bebida como ya habéis visto - Miraba las cervezas vacías en la mesa - Pero comida ni un poco.

Luisita bajaba la cabeza, cogía el abrigo y el bolso y se iba del despacho sin decir ni una palabra, Patricia estaba apoyada en el marco de la puerta, intentaba agarrar la mano de la rubia al verla marchar, pero esta la miraba y negaba con la cabeza dejando un "ya hablaremos" que solo ellas dos escucharon. Amelia no la perdía de vista y aquella situación tan cómica a ella no se lo estaba pareciendo ni un poco.

- Ya os vale chicas, ¡Es que ya os vale!

- ¿Qué? - Decía su amiga.

- La broma no lo es cuando no hace gracia.

Amelia cogía sus cosas y salía corriendo detrás de la rubia. Al llegar a la calle, para sorpresa de nadie, estaba diluviando.

- ¡Luisita! ¡Luisita para por favor! - Corría tras ella, que andaba tan rápido que parecía estar en una maratón y paró al escucharla, ya estaba en medio de la plaza de los frutos.

- Está lloviendo mucho, no quiero mojarme antes de llegar a casa.

- Siento comunicarte que ya estás empapada.

Amelia se abrazaba a ella, bajo la lluvia, Luisita se separaba un poco y la miraba.

- No quiero presionarte, pero esperaré el tiempo que haga falta Luisita, vale la pena, te mereces todo.

- Lo pensaré. Además, me has mentido antes... - Necesitaba un pequeño parón en aquella conversación, sus barreras empezaban a caer, dejando que Amelia invadiera su interior de nuevo y empezaba a volver a sentirse vulnerable ante ella.

- Sabes que no me dio tiempo a contártelo Luisi, creía que esto ya estaba olvidado.

- Has dicho que tenías treinta, y tienes treinta y dos...

El ApagónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora