71. Abre tu mente

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Seis meses después Amelia y Luisita habían encontrado una casita algo lejos de la plaza de los frutos, lo más cerca que podían permitirse, era un alquiler con opción a compra, pues tras dar muchas vueltas pensaron que sería la mejor opción. Estaban seguras de lo que sentían pero la vida da muchas vueltas y no sabían lo que el futuro podía deparar.

Era una casa con tres habitaciones y un pequeño jardín, Luisita ilusionada había plantado margaritas mientras Amelia terminaba de adornar el salón, había puesto el cuadro de los gatitos que su chica le regaló, no era el cuadro más bonito, estaba algo agolpado de tanta caída, pero las sacaba una sonrisa y eso era lo que importaba.

Casi siempre que iban a llevar cosas se cruzaban con sus vecinas, una pareja de mujeres, que suerte haber acabado en aquella zona que parecía tan gayfriendly, a la que más se encontraban se hacía llamar Loki, y era una persona de esas que siempre las sacaba una sonrisa, aunque fuera con un simple saludo. Era bueno saber que a pesar de haberse ido un poco lejos de lo conocido, podían sentirse arropadas allí.

A Luisita la habían despedido del call-center hacía una semana y estaba aprovechando el tiempo libre para hacer las cosas de la casa, no le daba tiempo a pensar y lo agradecía.

Sara y Patricia estaban ayudándolas a terminar con la mudanza aquel día soleado en el que todo parecía estar a su favor. La cama había llegado esa misma mañana, ya no había vuelta atrás, ese mismo día dormirían allí. Tras llenar todo con las cajas que faltaban e ir colocando lo que buenamente podían, se sentaron en el jardín a tomar unas cervezas.

- ¿Va a venir tu hermana? - Preguntó Luisita a su amiga. - Aún me parece mentira que ahora viva aquí...

- Aún recuerdo la conversación que tuvimos cuando apareció, eso sí fue increíble mi ciela... - Decía tomando un trago de su cerveza - Le dije que viniese a ayudar, me dijo que a lo largo de la mañana, ya sabes, ahorita vendrá gatita.

****

Seis meses antes...

Sara escuchaba el timbre de la puerta de su casa, estaba medio dormida y pensó que sería algún repartidor. Llegó a la puerta aún frotando sus ojos, llevaba una camiseta ancha y aún estaba en bragas, cuando abrió se encontró con lo último que esperaba.

- ¡Alejandra! ¿Qué haces aquí? - Preguntó sorprendida al ver a la hermana de Patricia con cara de circunstancia.  - No es que no me guste verte pero...

- Yo... ¿Podemos pasar? - ¿Podemos? Ni si quiera se había percatado de que allí había alguien más, vio a una chica castaña al lado de su cuñada y se hizo a un lado para dejarlas entrar. - Dejé a Ernesto - Dijo mientras caminaba hacia el sofá dejando al lado una maleta.

Sara dudó si acercarse a ella, si ofrecerla un café o directamente un chupito, no era una experta consejera en temas de amor, ya que ella hasta conocer a Patricia había divagando por la vida dejando rastro en muchas camas pero huella en pocos corazones.

- ¿Queréis tomar algo? - Dijo acercándose a ellas.

- Un poco de agua está bien - Sara iba en dirección a la cocina cuando escuchó a su cuñada seguir hablando y se giró hacía ella - El mamaguevo me puso los cachos con la de la cafetería delante de todos, ¿Puedes creerlo? ¡Maldito pinche huevón!

- Los cachos... - Se quedó pensando.

- ¡Y no era la primera vez! Se cogió a varias en este tiempo, se inventaba alertas falsas para desaparecer... Pero al menos antes lo hizo más disimulado...

- Para ser bombero no sabe cómo controlar su propia manguera... - Decía Cristina y para Sara no pasó desapercibido que las chicas estaban sentadas una al lado de la otra con sus dedos entrelazados.

El ApagónWhere stories live. Discover now