004; HAPHAZARD REMEMBRANCE

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14 DE FEBRERO DE 2018

A Victoria le sorprende que un bar de alto prestigio en Madrid esté bañado en decoraciones ostentosas de San Valentín. Guirnaldas rosas en forma de corazones, flores del mismo color en las mesas e incluso un canasto de chupetines en forma de corazón en la entrada. No se queja: después de la victoria 2-0 contra el FC Barcelona y una larga noche de celebraciones, está de buen humor. Las cantidades obscenas de amor en el aire, que normalmente la harían enojar, ahora la ponen feliz.

Se ríe y niega con la cabeza, adentrándose en el bar. La victoria de aquel día sorprendió a todo el mundo, ya que se sabe que el Barcelona es un club de alto ranking, por lo que fue un verdadero shock cuando se declaró la derrota de éste. Victoria y sus compañeras de equipo no pudieron evitar salir a festejar y de ahí viene ella, metiéndose en aquel bar sola para bajarse un último trago antes de irse a la cama.

Deben ser casi las dos de la mañana. El bar está bastante más vivo a aquella hora de la noche que lo está durante el día: la luz escasea y el ambiente está invadido por música tranquila de fondo, mezclada con el ruido de cientos de conversaciones distintas. Observándolo bien, las decoraciones de San Valentín realmente destacan en aquel lugar, ya que no van para nada con la vibra. Victoria camina por entre las cabinas ocupadas hasta que llega a la barra y elige uno de los bancos para sentarse.

Lionel entra al bar menos de diez minutos después. Se pasa la mano por la cabeza, frustrado. Viene de un día lleno de trámites legales que lo dejaron exhausto; a pesar de que está en Madrid para pasar unas buenas vacaciones relajantes, un tiempo libre alejado de la sub 20 de la selección argentina, no se puede escapar de la ley. Ese día, tuvo que quedarse todo el día en la habitación del hotel firmando papeles y ahora ya no puede dormir, por lo que decidió cruzar la calle y venirse al bar que está justo en frente de su hotel para olvidarse un rato de todo. Un poco de alcohol no puede hacerle daño.

Se abre paso entre la gente para llegar a la barra y se sienta. Rápidamente, se pide un whisky, de los fuertes, y sorbe de éste con un suspiro, sintiendo como se le cierran los ojos pero incapaz de conciliar el sueño, sin importar cuánto lo intente. Recorre el lugar con sus ojos y no tarda mucho en verla – la verdad es que es difícil no notarla.

Está sentada no muy lejos suyo, a un banco de distancia, charlando animadamente con el barman. Con la espalda erguida y las piernas desnudas cruzadas una sobre la otra, la mujer inmediatamente lo deja petrificado. Su pelo es rubio, largo, y lleva puesto un vestido dorado que le deja la espalda y los muslos marcados al descubierto. Se ve considerablemente joven y Lionel de inmediato se odia a sí mismo por moverse al banco a su lado, arrastrando su vaso de whisky por la encimera para acercarse a aquella mujer que lo hipnotizó con solo una sonrisa.

–Hola –saluda él. 

Los años le deterioraron sus habilidades de chamuyo, por lo que se torna rojo ni bien la mujer se da vuelta para mirarlo. No cree poder manejar aquella situación, por lo que asume que solamente queda esperar a que ella lo rechace.

La mujer lo mira. Tiene unos ojos celestes divinos que lo hacen sentir como si se estuviera derritiendo, y cuando ella sonríe, sabe que aquella imagen va a estar atascada en su cerebro por el futuro entrante.

–Hola –saluda ella, simpática.

–Lionel –se presenta el hombre, extendiéndole la mano y preguntándose si aquel es el gesto más apropiado en ese momento.

ÁNGEL | lionel scaloniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora