Prólogo

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Las gotas de lluvia golpean el techo una y otra vez.

Odio esta ciudad, no para de llover y cuando lo hace, resulta ser el día en el que estoy en el avión de vuelta en Estados Unidos...así ha sido los últimos tres meses, pero ya me iré...o tal vez no.

Voy a la cocina por un vaso de agua, pero hoy parece ser un día de esos en los que no dejo de pensar en Olivia Basset, así que busco una botella de vino en la alacena.

No es que beba mucho, pero hoy el día se ha encargado de recordarme y mostrarme a Olivia de todas las maneras existentes.

Sirvo un poco de vino en la copa y la llevo a mis labios.

Sabe amargo como los recuerdos de Olivia.

— Ya te superé. — Murmuro a la nada. — He sido libre, ¿no era lo que querías?

Le doy otro sorbo al vino.

El timbre suena.

¿Quién será a esta hora?

Abro la puerta con el ceño fruncido y no puedo creer lo que me encuentro frente a mí.

— ¡Zaaaaaaack! — Olivia me saluda tambaleante.

Mi torpe corazón late como loco.

— ¿Estás ebria? — Es lo único que pregunto.

No debería preocuparme por ella.

— Noooooo. — Alarga la palabra y ríe.  

Tiene las mejillas sonrojadas, el cabello algo despeinado, su ropa está mojada y parpadea varias veces mientras observa mi rostro.

En este momento se ve muy hermosa y provocativa, en el instituto tenía un aire muy dulce, pero ahora tiene esa energía femenina que me está volviendo loco.

— ¿Puedo besarte? — Pregunta. 

Abro los ojos sorprendido.

Si no estuviera ebria, tal vez lo pensaría.

— Me equivoqué de palabra. — Suelta una risita. — ¿Puedo pasar?

Señala el interior de mi casa y hace énfasis especial en la palabra "pasar".

— Sólo será un momento...llamaré un taxi. — Me hago a un lado y ella pasa mirando todo lo que hay a su alrededor.

— Joseph Adams. — Murmura el nombre de mi amigo cuando ve una de sus pinturas en la pared. — Hay amor en sus pinturas como lo había en tu mirada hace siete años.

Me mira a los ojos y suelta un suspiro.

— Quítate el abrigo. — Le digo.

Me apoyo sobre la pared fingiendo estar tranquilo y recuerdo que dejé mi vino sobre el mesón de la cocina.

Ya me lo tomaré más tarde.

— Si quieres me quito toda la ropa. — Ríe como una niña traviesa.

Empieza a quitarse el abrigo mientras hace un baile ridículo, luego lleva sus manos al primer botón de su camisa rosada y me acerco a ella para detenerla.

— Sólo era el abrigo. — Rectifico. 

La suelto inmediatamente. No debo acercarme. 

Hace un puchero.

— ¿Tanto me repudias? — Pregunta.

Las lágrimas comienzan a bajar por sus mejillas.

— Estás ebria. — Susurro.

Me mira a los ojos. 

— Me di cuenta de que me mirabas con odio. — Muerde su labio inferior y camina lentamente hacia mí.

No lo soporto, ese gesto se ha vuelvo sexy y ha perdido la inocencia que lo caracterizaba.

— Olivia llamaré un taxi para que te vayas a tu casa. — Voy hasta mi habitación y tomo el celular.

Marco el número de la empresa de taxis y vuelvo a la sala.

Olivia no está. 

Cuelgo antes de que me contesten y declino la idea de llamar un taxi, Olivia es una ebria peligrosa.

Sigo con la mirada las gotas de agua en el suelo y veo a Olivia sentada sobre el mesón de la cocina con la botella de vino en sus manos.

— No bebas más, te hará daño. — Le quito la botella.

Se cruza de brazos.

— Siento que me odies, pero no debes negarle un trago a nadie. — Me regaña.

Intento no sonreír.

— No te odio. 

Sonríe.

— ¿En serio?...— Su sonrisa se borra de repente. — Pero nunca volverás a quererme como antes...te destruí y ahora tú estás destruyendome...no soporto lo que me estás haciendo, lo merezco, pero no quiero vivirlo. 

— Hablemos luego, Olivia. — Pongo mis manos en su cadera y la bajo del mesón.

Sigue siendo liviana y extremadamente suave.

— No quiero hablar luego. — Mira mis labios. — Quiero aclarar todo aquí y ahora...así como cuando éramos dos adolescentes del Club de los Cupidos Negros.

Ese nombre...

— No soy un cupido negro. —  Le aclaro.

Ríe.

— Oh cariño, claro que lo eres. — Se pone de puntas y se acerca peligrosamente a mis labios.

En este instante tengo un choque de emociones y deseos en el que me pregunto si debería perdonarla o continuar con su sufrimiento...aunque no puedo olvidar que está ebria.

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Nota de la autora: Me ha encantado.

No esperé que el prólogo me quedara tan...no sé que decir, pero veo el crecimiento de mis personajes.

Si le prestan atención a la canción se darán cuenta que le va muy bien a la escena.

Pronto estaré publicando más capítulos, pero lo más probable es que me demore igual que con El Club de los Cupidos Negros, porque entro a estudiar en una semana y este es el año más difícil, así que pido comprensión.

Bueno, sin más que decir, espero que les haya gustado.

Besos rompecorazones.

No soy un cupido negro - Las flechas de Cupido #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora