VI

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: : C A P Í T U L O  S E I S : :
BABY SAID

R a y

—No sé qué favor te hago de ver cómo te besas con una de las chicas más fáciles de la escuela— suspiró, poniendo sus codos sobre la mesa.

Ambos, conejo y lobo feroz, estaban sentados en una mesa de la cafetería, donde sólo había un par de envolturas de gomitas, y la menor dispocisión (por parte de Emma) de seguir ahí más tiempo.

Ray se había pasado el resto de la hora besuqueándose con una castaña de mechones rosas cuyo nombre era Bárbara; y quién parecía que tenía hambre, puesto que no dejaba de morder los labios del azabache.

En un inicio había sido divertido oír los bufidos de la pelinaranja; sin embargo la bomba había explotado en cuanto "Barbs", cómo solía llamarla su ex, había preguntado qué hacía ella aquí.

Pura mierda.

Sin embargo, la segunda no era tan estúpida como para dirigirse a Ray así sin más. Había esperado a que Bárbara se parara de las piernas del intento de  Damiano David  y fuese al baño a retocarse el maquillaje.

Y es que podía jurar que Emma estaba sorprendida de que el director no hubiese dicho nada. Su rostro lo decía todo, era demasiado transparente de leer.

Pero bueno, retomando, ¿el director Roger podía realmente decir algo? ¿Con qué moral decía cualquier cosa si él había ayudado a Leslie a ponerle el cuerno a Isabella?

Ray pronto notó como el aludido por sus pensamientos lo observaba desde la barra al sur del gran cuarto lleno de bancas, cómo no dando crédito a lo descarado que podía ser el descendiente de los Lullaby.

—¿Celosita?— se burló.

—Me das asco— le miró fulminante, al tiempo que volteaba indiferente hacia otro lado.

Eran las 3 de la tarde. Las clases de Emma y Ray técnicamente habían terminado. Sin embargo, el azabache estaba esperando que dieran las 4:30 para ir a su práctica de tiro con arco en la cancha este de la escuela.

Bueno, eso era lo que decía, en realidad iría al club de piano, pues uno de sus compañeros le había pedido le ayudase con una pieza de Mozart que simplemente no le salía, y el chico había accedido con todo gusto.

Pero nadie tenía por qué saber eso.

Ambos, presa y depredador, compartían la clase de Filosofía a última hora, lo que había llevado a Emma a no salvarse de su destino, y que a su vez, Ray la llevase a rastras a la cafetería de la escuela para que "le hiciera compañía".

Aunque sólo existía la intención de fastidiarla, claro. Con Barbara a su lado, era más que suficiente para hacer pasar el tiempo.

Pronto, el ojigris notó cómo la vista de la de rizos naranjas se desviaba directo a dónde el "gran" presidente estudiantil se encontraba, rodeado de muchas chicas que buscaban, cuál zopilotes, captar su atención a través de sutiles gestos como lo eran secar sus labios con una servilleta, o cortar el pedazo de carne que él hacía llamar "punto medio".

Era simplemente asqueroso.

Pero, a raíz de eso, se le había ocurrido una idea grandiosa.

—Emma, traéme una Coca-cola.

—¿Por qué?— se giró a verlo —¿Que no tienes manos para ir tú mismo por ella?

Ray sonrió de vuelta, y se acercó a ella con lentitud.

Emma intentó hacerse para atrás. Fue una acción vaga de su parte, pues el azabache la tomó rápidamente de la cintura, y la acercó a él.

ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴅᴇʟ ᴏɴʟʏ ꜰᴀɴꜱ | ᴿᵃʸᵉᵐᵐᵃWhere stories live. Discover now