Capitulo 47

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Sex Instructor"

Capítulo 47:


Cuando me di cuenta que Louis habia dejado la habitación, más bien, lo obligué a salirse de la habitación, noté la necesidad que tenía de tocarlo, de escuchar su voz, de sentir sus dulces y gruesos labios sobre los míos, de sentir su cuerpo sobre el mío... ¡Dios! Lo amaba, y despertaba tantas cosas en mí que no era posible estar sin él ni un segundo. Limpié las lágrimas que habían salido de mis ojos después de la pelea que habíamos tenido y di un respingo cuando Robert se apareció frente a mi rostro.


– ¿Acaso quieres que muera de un infarto? – exclamé después del susto que me dio.


– No, eso no.


Reímos un poco y después su dedo índice apartó un mechón de cabello de mi rostro poniéndolo justo detrás de mi oreja. Una lágrima salió de su órbita. Él la notó y rápidamente la limpió con la yema de su dedo pulgar. Trazó una línea suave en mi mejilla y me sonrió gentilmente.


– Aquí estoy. Siempre tuyo.


Me abalancé cuidadosamente sobre él y me solté a llorar como niña de 3 años. Su mano acariciaba mi espalda mientras mis pulmones dejaban salir tantos sollozos como gemidos. Tomé una bocanada de aire y dejé que las últimas lágrimas salieran lentamente. 


– ¿Por qué, Robert? – pregunté aunado a un suspiro casi interminable.


– ¿Por qué, qué?


– ¿Por qué yo y no otra chica? ¿Por qué ese hombre me vio como una presa y no a otra? ¿Por qué? 


Nos quedamos un momento en silencio, sin auricular palabra ni sonido.


– No pienses así. Hay chicas que las han matado de una violación y creo que deberías agradecer porque no fuiste una de ellas, porque Cody llegó deprisa a ti, porque pudiste ser salvada mientras que para otras ya era muy tarde – me miró fijamente a los ojos. – Pero no hablemos más de eso.


Tragué saliva.


– Louis vino- solte.


Robert esperó a que siguiera hablando.


– Me engañó, ¿sabes? Se revolcó con otra mujer mientras estaba en Sídney y, y me dolió – admití.


– ¿Qué le dijiste?


Una lágrima salió nuevamente invadiendo mi mejilla.


– Le dije que se fuera – susurré con la voz quebrada. – Ni siquiera dejé que me explicara – sollocé. – Debiste ver su cara... nunca lo había visto así, jamás, y me siento terrible por eso.


– Hiciste lo que tu corazón te dictó, ¿no es así? – preguntó mientras acariciaba mi mano.

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