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Pretérito.

Estábamos reunidos en el santuario, las mujeres teníamos una tela blanca en la cabeza que nos cubría todo el cabello, mientras que los hombres tienen de vestimenta una tela blanca larga, con mangas que cubrían por completo sus brazos.

Observo a una mujer llorar en silencio, mientras otras la abrazan.

Hoy es día de sacrificio.

-No participaré en esto -Digo a Milos, él rueda los ojos.

-Amor, es solo un sacrificio, sabes que es necesario.

-No estoy a favor de esto.

-¿Es decir que la vida de mi madre te importa un carajo?

-Ella es mi suegra, claro que me importa, pero no puedes sacrificar una vida por conjeturar que sanará su enfermedad.

Milos toma mi brazo, puedo notar la desesperación en su mirada.

-Ella podrá sanarse.

Me suelta y sube las escaleras hecha de barro, guardo silencio mientras todos observan a Milos.

Rodeabamos una estatua hecha de bronce, de aproximadamente cuatro metros de altura, era de un hombre mitad animal la cual se encontraba sentado, tenía las palmas de su mano extendidas al frente, su rostro era de un animal parecido a una cabra con una mirada pavorosa.

Su estómago tenia una boca, por dentro es un horno, las llamas irradian desde nuestra altura.

-Esto es una muestra de fidelidad, que nuestros ruegos lleguen a sus oídos. -Proclama Milos, mientras otro hombre sube las mismas escaleras, era el misionero Lurs, en sus brazos tenía un niño de no más de un año. -Te entregamos este niño a cambio de que cures a mi madre.

El niño ahora es sostenido por Milos, él besa su frente, por el ajetreo, comienza a llorar, su madre, quien se encuentra tras mío, cae de rodillas al suelo y rompe en un llanto escandaloso.

-Su madre será bendecida y volverá a llenar de frutos su vientre -Alza la voz Milos -¡Acepta este sacrificio!

Cierro los ojos y doy la vuelta, dando la espalda a la ceremonia pagana, sé que Milos ha lanzado al niño al estómago de aquella estatua.

Me abro paso abandonando el sitio, esto puede considerarse un acto de rebeldía pero no me importaba, nunca participé en estas ceremonias, que desde el gobierno de Milos, ha sido celebrado de forma frecuente, pero esta es la primera vez en que él me obliga a asistir.

Choco con un cuerpo y alzo la mirada, es el padre de Milos.

-Es por eso que tú no eres bendita y no puedes concebir -Alza sus brazos, llamando la atención de todos -Mujer desvergonzada, no eres digna de ser esposa de mi hijo.

No replico ante sus palabras, él es mi suegro y por mucho que quiera hablar, no es bueno aquí y en este momento.
Hago una reverencia, dispuesta a continuar mi camino pero él me detiene tomando mi brazo.

-¡Ojalá hubieras sido tú la enferma, así sabrás lo que se siente!

Me sentía mal no por tener a mi suegro escupiendome maldiciones a mi rostro, sino por la madre de Milos, ella no ha podido levantarse de la cama desde que cayó gravemente enferma, por lo que su familia vive atormentada buscando maneras de sanarla, hasta el punto de sacrificar a un niño de una familia que no es responsable de ello.

-Déjala, papá -Grita Milos desde su posición -nuestro dios recompensará nuestra fidelidad y ella ya está hostigada por su propia insensatez.

Su padre me suelta, no sin antes volver a maldecirme.

Pasaron dos meses y su madre falleció.

Y Milos ya no volvió a ser el mismo.

El Pecado De Ser MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora