Capítulo 2

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—¡Dentro de tres meses será tu cumpleaños Eider! ¿Qué es lo que deseas que te regale hermana?

La libertad, pienso.

—No sé, un vestido nuevo, supongo.

Mi hermano Enrique y mi padre me observan sonrientes, sin yo corresponderlos. Mantengo mi vista sobre mi plato ya vacío, tratando de no soltar palabras de más y causar una disputa.

—Dentro de tres meses hija, podrás ser libre de aquí e  independiente, tu hermano y yo te buscaremos un buen pretendiente, claro, si Rafael no pide mi bendición.

—Un marido, eh. Qué emoción —murmuro mirando mi plato ya vacío.

Tanto mi padre y mi hermano dejan de comer, observandome serios.

—Eider, sé que no te gusta la idea de separarte de nosotros, pero toda mujer cuando es adulta tiene la obligación de buscar un marido y complacerlo. Es tu única obligación como mujer, no te costará nada —habla restandole importancia.

Suelto la cuchara levantándome de la silla, inclinando un poco mi cabeza en señal de respeto, hablo.

—Papá ya he terminado de comer ¿Puedo retirarme a ver a Rin?

—Ve.

Camino cautelosa, bajo la mirada de mi padre, quien al parecer, aún está procesando la charla.

—¡Eider! Recuerda que más tarde continuaremos tu estudio —grita mi hermano y yo asiento.

Mi hermano es el que se encarga de mi aprendizaje, al no poder asistir a una institución educativa, él con el consentimiento de mi padre, me enseña lo básico en la escritura y en la lectura. Mi capacidad en leer y escribir es muy baja, muchas veces, debo de pasar horas ensayando una palabra hasta poder escribirla correctamente pero lo que más me cuesta, es leer con fluidez.

¿Cuál es la manera más fácil de mantener a una mujer sumisa? Criando mujeres ignorantes y dependientes a los hombres y claro, lo que menos deseo es terminar de esa manera y aunque aún aprenda lentamente me siento más que orgullosa por lo que logro.

Al salir de casa; camino con cuidado sin mirar a algún hombre a los ojos tratando de poner distancia al cruzarme con ellos, me dirijo al sitio donde tenemos permitido caminar tranquilamente sin la compañía de un hombre guardián, es el único lugar donde podemos estar sin ellos. Fuera de aquí, donde es la cuidad, una mujer nunca puede salir sin un hombre guardián quien la acompañe, todo bajo la ley.

Si rompemos esa regla seremos castigada con azotes y es hasta casi normal que ocurra, varias mujeres tratan de revelarse pero siempre terminan siendo oprimidas.

Veo a Rin sentada esperándome en una pequeña banca bajo un árbol, acariciando su panza, ya tiene siete meses de embarazo y es el primer hijo que tendrá y las dos estamos muy emocionadas por eso. Acomodo mi vestido, antes de sentarme a su lado.

—Por fin has cambiado tu vestido Eider, ya me estaba aburriendo de la anterior —habla Rin riendo.

—¿Qué es lo que ha cambiado? Lo único que ha cambiado es su diseño, me aburre que siempre deba de usar blanco.

—Oh, entonces ¿Ya deseas casarte? Por esto tanto quieres usar otros colores.

—¡No! Solo que deseo usar ropas de mi gusto —hago una mueca de desagrado.

Las mujeres si no están casadas, están obligadas a usar vestidos blancos y largos que llegue por debajo de los tobillos, la cual demuestra al hombre de que aún es pura y soltera, si ya estamos casadas podremos utilizar vestidos del color que deseemos y siempre por debajo de los tobillos, menos del color negro, ese color solo podremos utilizarla cuando ha muerto algún familiar o quedemos viuda, por lo cual significa, estar nuevamente disponible a otro hombre.

—¿Y tu hermana Liza? ¿Donde está?

Ella mira por los alrededores preocupada.

—No lo sé, salió diciendome que iría a comprar verduras pero ya no volvió, la notaba extraña y me preocupa que haga una tontería  y salga a los límites donde no tenemos permitido, creo que —

Es interrumpida al escuchar un gran estruendo de gritos detrás nuestro, al instante las dos nos levantamos y observamos. Una chica vestida de rojo corriendo desesperada, siendo perseguida por varios guardias. Yo la conozco, ella no está casada, ni siquiera aún ha cumplido la edad para hacerlo, entonces ¿Por qué se ha vestido así?

Es Liza.

Miro asustada a Rin y ella al ver a su hermana caer al suelo al ser agarrada por un guardia del cabello, corre tras ella, la sigo preocupada por su estado.

—¡Liza! ¡Liza! ¡Detenganse!

Rin se arrodilla abrazando a Liza, protegiendola del guardia. Observo a mi alrededor y un pequeño grupo de mujeres y hombres se amontonan observando curiosos la escena, haciendo más caótico la situación.

—¡Ha desobedecido la ley! Se ha atrevido a salir a la ciudad vestida impuramente sin un hombre quien la respalde y además ¡Se ha comportado como una puta viéndose con un hombre! —grita el guardia empujando a Rin y agarrando nuevamente del cabello a Liza.

Se escuchan exclamaciones sorprendidas de las personas, las mujeres, amigas de Liza y de Rin, miramos impotentes la escena tratando de acercarnos a ayudarlas. Doy un paso al frente pero al instante me detengo al ver la mirada de Rin.

No quiere que actúe.

Liza comienza a gritar al ser arrastrada por el guardia a la pequeña plaza donde las mujeres somos castigadas, todas dejamos el paso libre al guardia, sin saber cómo ayudar. A unos pocos metros de llegar al lugar, el guardia es detenido al ser agarrado de los pies por Rin, ella, arrodillada y con la cabeza tocando los pies del guardia, comienza a suplicar.

—Por favor, perdona la osadía de mi hermana y castigame a mí, que su pecado y castigo sean los míos, ella aún es testaruda pero le juro que yo misma la corregire.

Observo sorprendida a Rin, ella realmente ama a su hermana.

El guardia sonríe y de manera brusca se suelta del agarre de Rin pero aún manteniendo su agarre por el cabello de Liza. Rin sin levantar la cabeza, sigue arrodillada humillandose.

—¿Piensas hacerlo aún con tu embarazo? ¿No crees que sería un riesgo para tu hijo? Por mí no hay problema el castigarte también a tí, pero tu hermana no se salvará del castigo ni aunque todas las mujeres se me ofrezcan —habla serio.

—¿Qué es todo este alboroto?

Escuchamos una voz a nuestras espaldas y al instante, todas nos arrodillamos e inclinamos nuestra cabeza.

Es el señor.

El Pecado De Ser MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora