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Actual.

Me mantengo estática sentada sobre la cama, mirando la luna, tenía sueño y bastante, pero no podía siquiera cerrar los ojos por más de cinco minutos, ¿Era preocupación, estrés, amargura?

¡Habrá un golpe de estado!

Los días pasaron luego de la noche en el palacete, Milos me mantiene en cautiverio desde ese entonces, incluso me prohibió salir al jardín, solo tenía a Manso al lado mío, aunque también había guardias custodiando alrededor de mi hogar.

Según tenía entendido por las noticias en la televisión, el monarca -Neón- se marcha en unos minutos, él estaba en el ojo de todos, lo adoraban, era como si no existiera el Neón del pasado, nunca estuvo, se esfumó.

Milos aún no volvió, creería que es porque está con Neón, por alguna razón me sentía nerviosa y necesitaba de él cerca, no me siento protegida del todo con los guardias a mi alrededor, hasta mi perro, Manso, me daba suficiente seguridad.

La melodía del grillo se escucha en toda mi habitación, lo busco con la mirada, perturbada por el sonido, me levanto y comienzo a mover los muebles en su busca, pero lo escuchaba cada segundo con más estrépito, Manso se une y ladra al mismo tiempo que el reloj colgado sobre la pared marca las doce de la noche.

Me asusto cuando escucho que golpean la puerta principal, salgo de la habitación y bajo rápidamente las escaleras, llegando a la sala, me detengo.

-¿Milos?

Los golpes se detienen y solo hay silencio.

-¿Quién es?

-Su centinela, tengo órdenes del señor Milos de custodiarla al palacio, éste lugar ya no es seguro. -Oigo al otro lado de la puerta.

-¿Cómo sé que es cierto eso? Sus órdenes fueron claras, no saldré de aquí sin su presencia.

-Él no volverá.

Toco la cabeza de Manso, quien se ha colocado a mi lado.

-No tengo pruebas de que lo que dices, es cierto, no saldré.

-¿Y qué pasa si no miento? ¿Desobedecerias las órdenes de su marido?

Dudaba bastante, ir a uno de los dos bandos era igual de peligrosa, Milos me había jurado que los centinelas que rondaban alrededor de nuestro hogar son de su absoluta confianza.

Tomo la correa de Manso y me agacho colocando su bosal alrededor de su hocico.

-Juro por Dios que si es un embaucador, aunque muera, mi alma lo atormentará hasta que se mate.

Con la amenaza hecha, deshago el seguro de la puerta y la abro, el guardia me observa con una ceja enmarcada.

-Su perro da más miedo que sus palabras.

Aprieto la correa en mi mano y me dejo guiar, ignorando sus palabras dichas, había mucho movimiento en las calles, lo que era extraño, giro desesperada al oír el grito de una mujer.

-¿Qué ocurre?

Oímos una explosión y alaridos, Manso se desespera y trata de correr, pero lo detengo.

-¡Es un hombre bomba! -Escucho entre el barullo, el centinela toma mi brazo y me ordena correr.

Un hombre con ropa holgada viene corriendo a mi dirección, grita palabras inentendibles para mí y toca su pecho.

El Pecado De Ser MujerWhere stories live. Discover now