CAPÍTULO 6

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El sol centellea contra el cerúleo plano, dando detalle a las esponjosas nubes albugíneas que vagan por el océano atmosférico. Hoy es un sábado soleado; los niños están fuera divirtiéndose y las ancianas se acomodan en los bancos astillados para dar de comer migas de pan a las palomas del lugar.

A Luffy le gustan los sábados, sobre todo los cálidos y serenos. Tomar el sol fuera del hospital suele ser su ansiolítico habitual; le sirve de distracción, una que por mucho que rebata le alegra el ánimo sin falta.

Generalmente, sus breves paseos por el parque central son guiados preferentemente por una enfermera o auxiliar médico, sin embargo, esta breve excursión se está desarrollando de una forma completamente distinta a la ordinaria.

Marco no está acostumbrado a participar en pequeñas actividades dinámicas fuera del edificio del hospital, y mucho menos con pacientes de por medio, pero hoy, a petición personal de Luffy, por primera vez acompaña tranquilamente a un paciente a tomar el sol fuera de su habitación.

No acaba de entender por qué Luffy le ha pedido que sea su escolta, ya que no suele ejecutar peticiones de este calibre, sin embargo, Marco cree conocer el motivo, y teme no poder descifrar una respuesta certera que le tranquilice por completo. 

Los pasos desequilibrados se mezclan con las risas bulliciosas de los niños que retozan bajo el resplandor del mediodía. Luffy los observa desde lejos y no puede evitar esbozar una sonrisa entristecida ante la escena que nunca fue capaz de disfrutar durante sus años escolares.

—Doctor Piña —habla Luffy de repente, deteniendo su tambaleante deambular por la acera despejada.

Marco le sigue inmediatamente. El médico se detiene frente a él con los ojos llenos de perplejidad, a la espera de una dicción espontánea que no le cause tanto desasosiego. 

—Dime, Luffy. 

Luffy aparta su mirada pesarosa, deslizándola poco a poco hacia el pavimento del parque.

—Voy a morir, ¿no es cierto? 

Marco maldice para sí antes de entornar los ojos. «Mierda», piensa desconsolado, pasándose una mano nerviosa por el flequillo alto del pelo.

A Marco no debería sorprenderle en absoluto que su joven paciente comience a cuestionar su propia enfermedad. En el fondo, el médico era consciente de que en algún momento Luffy volvería a acorralarle con aquella pregunta de mal gusto. Sin embargo, en comparación con años anteriores, Marco ahora no puede permitirse engañarle con una falacia inverosímil.

—Luffy...

—Por favor, dígame la verdad. —Luffy levanta la mirada, analizando a Marco con los labios palpitantes y los ojos llorosos—. Prometo no enfadarme con usted. Sé que no es culpa suya. —Como puede, esboza una mirada ligeramente jovial—. Sea cual sea la respuesta... la única exasperación que tendré será conmigo mismo, pues sabré que no luché lo suficiente por alcanzar mi libertad. Así que lo preguntaré una vez más, pero esta vez lo haré con más claridad —concluye, juntando las manos y respirando recónditamente antes de continuar—. Estoy muriendo, ¿no es cierto?

Marco aprieta los puños bajo los bolsillos de su bata, dándose la osadía de responder a la mísera pregunta que ya no debería causarle amargura.

—Sí —musita Marco, mordiéndose el interior de la mejilla—, estás muriendo. 

Luffy logra asentir mientras sus ojos se ciñen al cielo. El bullicioso resplandor del sol le saluda con una caricia abrasadora y la brisa cubierta de rocío del día le envuelve el cuerpo de pies a cabeza. Luffy ríe en silencio; aún se siente vivo.

ELEUTEROMANÍA (LawLu)Where stories live. Discover now