☆ - Capítulo 9 - ☆

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Niina regreso hasta las 11 de la noche pero con la buena noticia de que sí había conseguido el siguiente día como día libre. Hasta ese momento fue cuando ella les mostró el cuarto de huéspedes donde ambos se quedarían “un tiempo”, por suerte el cuarto contaba con dos camas separadas para que ambos tuvieran su espacio personal.

Cuando despertaron ambos se sentían como nuevos, por fin después de tanto habían logrado dormir en un lugar cómodo y tranquilo. Se quedaron un par de horas más descansando antes de ir a desayunar, al levantarse volvieron a usar el mismo uniforme con el que llegaron, sólo que ahora limpio.
— Buenos días, espero que hayan dormido bien.— Saludó sonriente. — ¡Oh! Hanabishi, espero que no te moleste que desayuné lo que quedó del platillo que cocinaste ayer, eres un gran cocinero.— Halago con obvias intenciones de que le hiciera el almuerzo.
— Gracias... supongo.— Agradeció desinteresadamente. En realidad el halago de Niina si le gusto pero aún ella no le agradaba por completo.
— Emm, Hanabishi como eres tan buen cocinero me preguntaba si... ¿podrías cocinar el almuerzo de hoy? — Preguntó con inseguridad al darse cuenta que no captó la indirecta.
— ¿Almuerzo?, ¿Ya es tan tarde? — Interrumpió Seito. Rápido miro al reloj de la sala y efectivamente ya eran las 12 a.m.
— Han pasado por mucho, ya se merecían un buen descanso.— Dijo tranquila y acaricio la espalda de Seito. — ¿Hanabishi? — Lo miro con una tierna sonrisa y con esa mirada manipuladora.
— No.

Los tres salieron en el auto de Niina para almorzar, pero está vez ella parecía más desinteresada en ocultar su imagen, pues había dejado el techo del auto abajo y sólo se colocó unas gafas de sol rosas en forma de corazón, por lo que cualquiera podría reconocerla.
— Hoy comenzaremos el recorrido en uno de mis restaurantes favoritos.
Durante el viaje algunas cuantas personas y paparazzis les tomaron fotos pero a Niina no pareció importarle.
Llegaron a una cafetería con una estética tierna, con colores pastel y decoraciones suaves. Al entrar, el olor de café y dulce inundó sus fosas nasales generando más hambre de la que ya tenían, ella escogió una mesa cerca de la ventana y se pusieron cómodos. Una mesera se les acercó a darles la carta, también pidiendole un autógrafo a la pelirrosa en la libreta de pedidos, obviamente ella se lo regaló y la mesera se fue aún emocionada. Seito admiro maravillado esta acción de su amada con una sonrisa boba; Hanabishi se dio cuenta volviendo a sentir celos de ella y al mismo tiempo algo de inseguridad por lo que Seito le había dicho el día anterior, podría quedarse en Tokio para siempre pero por eso mismo ideo un “plan” para que volvieran juntos al pueblo, nada más ni nada menos que sabotear todos los intentos de Niina por enamorarlo de Tokio.
— Agh, este lugar no tiene ningún platillo que me guste.— Mintió dramático.
— Eso no es verdad, te he visto comer de esto muchas veces, hasta sabes prepararlo.— Le dijo burlón el peliazul.
— ...por hoy, hoy no me gusta.— Trato de justificarse.
Seito se dio cuenta de las intenciones de su amigo, molesto le iba a responder pero Niina intervino.
— No te preocupes, si quieres comer otra cosa podemos ir a cualquier lugar que tú quieras.— Dijo tranquila.
— Ahora que lo dices — Fingió pensar. —, le prometiste a nuestro anterior jefe que comerías en aquel restaurante...— Sugirió con picaría.
De nuevo Seito iba a expresar su enojo pero Niina volvió a intervenir.
— Está bien, se lo debo. Pero pediré un café primero.
Y así fue, pidió un café para llevar y volvieron al auto.
Llegaron al restaurante y al entrar las pocas personas que estaban allí ni siquiera voltearon a verla, se dirigió a buscar al dueño para avisarle de su visita, al encontrarlo con emoción los escoltó a su “mejor mesa” y les prometio la mejor comida que probarían. Volvió a entregarles la comida en persona también rogándole a Niina para que su restaurante fuera recomendado, ella con inseguridad acepto y sin pensar lo hizo.
A la hora de servir la comida quedaron extrañados, no le encontraron forma a la comida, parecía una masa extraña, aunque sea la comieron dándose cuenta de que había sido un error recomendar el restaurante. Terminaron de comer dándole falsos elogios al dueño y su restaurante para después salir corriendo de allí.
— Valió la pena cada bocado.— Mintió el rubio.
— Ya deja de fingir que te gustó la comida.— Seito le reprochó molesto.
— No debí recomendar el lugar sin probar la comida primero.— Comento derrotada.

• Perdidos En La Ciudad • ChinchikurinWhere stories live. Discover now