⠀⠀⠀⠀✩✩✩ | CHAPTER SIX

405 52 7
                                    

Cuando salieron de las gradas, Dick lo llevó a dar un paseo por el campo, dejando atrás el jardín principal y la sala de los famosos. Algún empleado pasaba por allí cada cierto tiempo y cuando se cruzaban con alguien Dick fingía estar narrando la historia del campo Royal Saint Annes, uno de los más antiguos del país, donde se organizaba el campeonato de golf que patrocinaba una de las empresas más importantes de Gotham.

Casi al final de los hoyos más lejanos del campo había una vieja casa construida el siglo anterior, rodeada de un gran jardín y unos pocos árboles.

El corazón de Dick latía acelerado, su omega estaba advirtiéndole que debería dar la vuelta, pero seguía paseando con Jason y contándole la historia del Royal Saint Annes en parte para calmar sus miedos y en parte para disuadirlo.

—La cuestión, Jason, es que tú crees que vas a conquistarme siendo directo, pero he conocido a muchos hombres como tú.

—Lo dudo —Jason negó rápidamente.

—Conozco a alfas como tú —repitió Dick—. Has decidido que soy un reto, un premio que tienes que ganar a toda costa. Seguramente tendrás preparada alguna metáfora sobre la caza o la pesca...

Dick lo estudió, intentando adivinar si estaba en lo cierto y cuando no dijo nada supo que así era.

Maldición, Dick no quería estar en lo cierto.

—Pero no estoy preocupado —continuó hablando—. Perderás interés en cuanto descubras que no vas a poder acostarte conmigo.

Jason se detuvo, mirándolo con desconcertante intensidad. Como si estuviera interesado en sus pensamientos y no en sus curvas.

—Yo creo que subestimas mi aguante y mi creatividad.

Y allí estaban otra vez esos dobles sentidos que lo hacían sentir un extraño cosquilleo. Aquel alfa era demasiado tentador y rezaba para no estar subestimándolo. Si era la mitad de creativo de lo que decía ser, aquello iba a ser un problema.

¿A quién quería engañar? Era un problema desde que lo conoció y por eso mismo tenía que cortar de raíz.

Jason Todd hacía que deseara dejarse llevar por la tentación y eso era algo que no podía hacer. Si estaba en lo cierto, sólo era un reto para él, algo que tenía que conseguir. Y Dick no estaba dispuesto a poner en juego sus convicciones, por muy placentera que fuese la experiencia.

Pero tenía serios problemas para convencer a su cuerpo y sobre todo a su omega, por eso no podía arriesgarse a que Jason siguiera buscándolo.

¿Y si su omega lo traicionaba? Aquello tenía que terminar. Desgraciadamente, la única manera de hacerlo era ser brutalmente honesto.

—Tal vez te he subestimado —empezó a decir—, pero también tú me has subestimado a mí. Mis ideas sobre la abstinencia no son algo caprichoso. No soy un adolescente virginal que ha hecho una bienintencionada pero absurda promesa, soy un hombre adulto y sé de qué estoy hablando.

Jason, con las manos en los bolsillos del pantalón, lo miraba como si pudiera leer su alma. Literalmente, podría haber jurado que podía leer sus pensamientos.

—¿Y cuáles son exactamente tus opiniones sobre el sexo?

—¿No dices que has leído la entrevista?

—Tal vez quiera escucharlo de tus propios labios.

—O tal vez sólo quieres oírme hablar de sexo.

Él tuvo que sonreír. La sinceridad de aquel omega era sorprendente.

—¿Y te parecería raro?

Dick intentó disimular su exasperación porque no serviría de nada. A menos que lo pusiera sobre la mesa, Jason no iba a pensar que hablaba en serio. Incluso podría olvidar que hablaba en serio.

Además, esperaba que su sinceridad lo hiciera dar marcha atrás.

Ése había sido el caso con su última novia, Barbara Gordon, una joven alfa amateur congresista, que había sido protegida de su padre. Su relación había terminado fatal. Dick no toleraba que lo engañase y por lo visto Barbara apenas y lo toleraba a él. Aparentemente, el deseo de impresionar a su padre era lo único que tenían en común.

Durante su última pelea, Barbara lo había llamado aburrido y, por supuesto, las personas con las que había salido desde la maldita entrevista opinaban lo mismo. Seguramente Jason estaría de acuerdo y eso sería bueno, ¿no?

Sin embargo, y no sabía por qué, vaciló antes de decirle cuál era su opinión. Algo extraño porque nunca le había pasado antes. O tal vez nunca había estado en la posición de hablar de sexo con alguien por quien se sentía atraído.

—Es muy sencillo —empezó a decir—. Para que una relación funcione hay que esforzarse mucho. Las dos personas tienen que comprometerse de verdad. Acostarse con alguien una noche es fácil, pero no sirve de nada y no se disfruta tanto.

—Yo creo que eso depende de con quién te acuestes.

—Bueno, claro, tú eres un alfa. Un alfa puede disfrutar del sexo con cualquiera, ya sea omega o beta. Es más complicado para un omega.

—Eso es simplificar demasiado, ¿no te parece?

Dick negó con la cabeza.

—No, no lo creo. Para un alfa, el placer es algo simple, el orgasmo muy fácil. No es igual para un omega. A menos que los dos estén involucrados de verdad, emocionalmente, es muy fácil que un alfa obtenga placer olvidándose de su pareja. Los revolcones de una noche no son satisfactorios, ni emocional ni físicamente.

—¿Hablas por experiencia?

—Sé que tengo razón —respondió Dick.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que tienes razón si nunca has comprobado esa teoría?

—No soy totalmente inocente. Tengo experiencia con los alfas.

—Y supongo que hay una legión de alfas que no han podido satisfacerte.

Dick lo fulminó con la mirada, aunque por dentro estaba sonriendo.

—Lo dices como si fuera un amargado dispuesto a castigar a los alfas porque no han podido satisfacerme, pero es más complicado que eso.

—¿Han sido legiones o no? —insistió Jason—. No se puede ser experto e inocente a la vez.

En ese momento, bajo el calor de su mirada, Dick recordó un detalle crucial: aquélla no era una discusión filosófica. No era una discusión en absoluto. Era una seducción. Y Dick estaba perdiendo terreno.

—Tengo experiencia —repitió—. La suficiente como para saber que estoy en lo cierto.

—Muy bien, tienes todo el derecho a pensar eso. ¿Pero quiénes han sido esos alfas?

—Tú sabes que no voy a contestar a esa pregunta.

—¿Por qué no? Es lo más justo. No quieres darme una oportunidad porque unos alfas misteriosos te han decepcionado. Si voy a ser juzgado basándome en eso, debería saber al menos quiénes son.

—No digas tonterías —replicó Dick.

No entendía a aquel hombre.

¿Era sólo un arrogante dispuesto a acostarse con él como fuera o estaba tomándole el pelo?

ACCIDENTAL FIANCÉ ── JAYDICKWhere stories live. Discover now