⠀⠀⠀⠀✩✩✩ | CHAPTER TWENTY

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Su aspecto lo sorprendió. Siempre lo había visto impecablemente vestido, incluso cuando iba a ver los partidos de golf. Aquel día, sin embargo, llevaba unos jeans gastados y una sencilla camisa blanca que ni siquiera había metido por dentro del pantalón.

Estaba apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos, el pelo alborotado y cara de agotamiento.

Jason parecía como si llevara días sin dormir.

—No pienso rendirme —anunció Jason, a modo de saludo.

Dick parpadeó.

—¿Qué?

—Que no pienso rendirme, no voy a dejarte escapar —Jason entró en el apartamento y, después de cerrar la puerta sin su permiso, lo tomó por la cintura—. Sé que todo esto empezó como un engaño, pero tú y yo nos llevamos bien.

Hacía eso todo el tiempo, tocarlo como si fuera lo más normal del mundo. Dick siempre había pensado que su intención era distraerlo, confundirlo. Pero empezaba a preguntarse si tal vez en lugar de una seducción calculada era más una costumbre, como si no pudiera evitar tocarlo, como les había dicho una vez a los periodistas.

La idea de que necesitara tocarlo era muy tentadora. Demasiado tentadora. Y no podía caer en la trampa. No de nuevo.

De modo que se apartó lentamente de su agarre.

—Lo siento, Jason. Me da igual que seamos compatibles en la cama... —Dick recordó entonces que aún no se habían acostado juntos—. Bueno, en lo que se refiere al sexo. No puedo basar una relación en eso. Sí, podríamos alargar este falso compromiso durante meses, pero tarde o temprano tendría que terminar. Y da igual cuándo o cómo ocurriera, para mí sería horrible. Al menos si lo hago ahora, tengo alguna esperanza de olvidarte.

Jason estudió su rostro con expresión intensa, serio como no lo había visto antes.

—¿Y si no terminase? ¿Y si no tuvieras que olvidarme?

—¿Qué estás diciendo?

—Que podríamos seguir juntos.

Dick dio un paso atrás, con el corazón acelerado mientras consideraba su proposición. Porque eso era: una proposición.

Y, curiosamente, su falta de engaño estuvo a punto de ganársela. Normalmente era tan seductor, tan encantador.

¿Sería sincera aquella repentina proposición?

Y entonces recordó las últimas semanas que pasaron juntos. Viendo cómo seducía a todo el mundo, lo bien que mentía. Sin saber qué Jason era el auténtico.

¿Podría Dick vivir así durante el resto de su vida?

—No, no puedo hacerlo —negó más para el mismo que para Jason—. Según Stephanie, yo soy de los omegas de «o todo o nada», de los que una vez que se enamoran lo hacen para siempre. Y creo que tiene razón. No quiero estar enamorado de ti para siempre, Jason.

Él hizo una mueca, como si lo hubiera golpeado en el estómago.

—Muy bien, si eso es lo que quieres...

Si no hubiera estado observándolo atentamente. Dick se habría perdido esa mueca de dolor. Pero la había visto y no podía dejarlo ir sin darle una explicación.

—Espera un momento...

—No hace falta, has sido muy claro Dick. No tenemos nada más que decirnos.

—Jason, no es que no quiera enamorarme de ti, es que me da miedo hacerlo —dijo sincero—. Sé que eres un camaleón, capaz de convertirte en lo que el interlocutor quiere ver, pero la verdad es que yo no sé lo que sientes por mí.

—¿Eso es todo? ¿Te da miedo que no te quiera?

—Llevo toda mi vida intentando averiguar si mi padre me quiere o si soy un error que intenta manipular a su favor para no destrozar su carrera —le confesó Dick entonces—. No creo que pudiera soportar...

Jason lo tomó por la cintura e interrumpió su explicación con un beso. Un beso que lo dejó sin aliento y que sintió hasta en la planta de los pies. Un beso en el que Jason ponía toda su fuerza, todo su apoyo, todo su cariño.

Cuando se apartó unos segundos después, le dijo:

—Si quieres saber lo que siento por ti, lo único que tienes que hacer es preguntar. Me vuelves loco, me das miedo. Me obligas a hacer cosas que jamás pensé que haría.

—¿Y eso es bueno o malo?

—Bueno —Jason soltó una carcajada—. Nunca había sentido nada así por nadie. Y nunca te he mentido, Dick.

—Pero la apuesta...

—Olvídate de la apuesta. Yo te habría buscado de todas formas. ¿Quieres saber por qué?

Dick sólo pudo asentir con la cabeza.

—Desde el momento que te vi supe que iba a pasar algo. Me decía a mí mismo que, si te conquistaba, te olvidaría, pero durante la fiesta de compromiso me di cuenta de que no quería olvidarte.

Dick arrugó el ceño.

—¿La fiesta de compromiso? ¿Entonces por qué...?

—¿He tardado tanto tiempo en decírtelo? Porque quería hacerlo bien. Mira, he encargado esto —Jason sacó del bolsillo una cajita de terciopelo negro y clavó una rodilla en el suelo—. ¿Quieres casarte conmigo?

Dick se llevó una mano al corazón. Era el anillo que había descrito en la fiesta: una banda de platino con un diamante en el centro y varios zafiros a los lados.

—Estoy cansado de hacer las cosas a medias, Dickie. Si tú eres de los de todo o nada, yo quiero ser tu todo o nada —Jason se levantó para tomar su cara entre las manos—. Has dicho que estabas un poquito enamorado de mí... bueno, pues entonces eres más lento que yo porque yo estoy loco por ti. Pero un poquito enamorado no está mal y no pienso irme a ningún sitio. Me quedaré contigo hasta que te enamores del todo. Puedo esperar, te puedo esperar, Dick.

Mientras hablaba, Dick sentía como si su corazón se hubiera echado a volar.

Nadie le había declarado su amor de esa manera. Nunca había tenido a nadie con cuyo amor hubiera podido contar. Pero allí estaba Jason prometiendo amarlo para siempre.

—¿Lo dices de verdad?

Jason lo besó de nuevo, suave, tiernamente. Y cuando por fin apartó la cabeza, las dudas de Dick habían desaparecido.

—Lo digo de verdad. No pienso irme a ningún sitio. Voy a quedarme aquí, a tu lado, hasta que me creas o me quieras tanto que te dé igual.

—¿De verdad vas a hacerme esperar tanto? —la sonrisa de Dick podría iluminar la habitación entera—. Porque creo que ya estoy preparado.

Jason lo besó de nuevo y, al contrario que los otros besos, aquél estaba lleno de pasión: la que habían compartido aquel día, en la casa lejos del campo de golf. Era fiero, posesivo y lleno de felicidad al mismo tiempo.

—Gracias a Dios. Parece como si llevara toda la vida esperando para tocarte otra vez —murmuró Jason, apretándolo contra su pecho con manos ansiosas—. Por favor, dime que no voy a tener que debatir la castidad durante una hora antes de hacerte el amor.

Dick soltó una carcajada.

—Vamos a mi dormitorio, tonto.

Iban hacia el dormitorio cuando sonó el timbre.

—Es el chico de la cena.

—La cena puede esperar —dijo Jason—. Yo no.

Y a Dick le parecía muy bien porque llevaba esperando a Jason Todd toda su vida.


FIN.

ACCIDENTAL FIANCÉ ── JAYDICKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora