⠀⠀⠀⠀✩✩✩ | CHAPTER EIGHT

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Jason sabía que podía hacer esa promesa porque Dick no iba a detenerlo. Pero, entre la boina y las gafas de sol, estaba más armado que un guerrero en plena batalla.

Sin rozarlo, le quitó el pequeño sombrero y miró alrededor, buscando un sitio en el que dejarlo.

Afortunadamente había un árbol cerca y lo colgó de una de las ramas antes de poner las gafas de sol sobre su cabeza.

Dick tenía las mejillas rojas y respiraba con dificultad. Estaba en manos expertas y lo sabía.

Jason esperó que Dick le diera permiso para seguir antes de tomarlo entre sus brazos, pero fue Dick quien dio el primer paso. Poniéndose de puntillas, se apretó contra él, sin darse cuenta de la diminuta distancia en la que estaban.

Todo en aquel beso lo sorprendió, desde que Dick tomase el control al calor de sus labios.

Después de tanto hablar de castidad y abstinencia esperaba que se mostrase tímido, tener que convencerlo para que abriese los labios. Pero era todo lo contrario.

El beso era torpe, pero atrevido. Absolutamente encantador.

Temblando de deseo, Jason deslizó la lengua entre sus labios, pero se dio cuenta enseguida de que la situación podía escapársele de las manos.

Un alfa inexperto podría confundir su entusiasmo con excitación. O peor, estar tan encendido que no pudiese esperar.

Si había sido así a los diecisiete años, era lógico que los pobres adolescentes no hubieran aguantado.

Jason se apartó un poco y cuando Dick intentó seguirlo, lo empujó suavemente contra la pared.

—Espera un momento, esto no es una carrera.

Dick parpadeó, desconcertado.

—Dame un segundo y vamos a intentarlo de nuevo —Jason respiró profundamente y su olor a omega inundó sus sentidos.

Dick olía a algo familiar, con un toque de mora azul. Como a galletas de mora azul, sus favoritas.

Cuando volvió a besarlo, Dick se relajó un poco y él decidió seducirlo con el beso. Había prometido parar en cuanto Dick se lo pidiera y lo haría, pero iba a hacer lo imposible para que eso no ocurriera.

Y, aparentemente, Dick no tenía intención de parar porque empezó a tirar de su camisa para sacarla del pantalón. Al notar el roce de su mano en el abdomen, Jason tuvo que contener el aliento.

Claro que Dick había empezado...

Jason abrió por completo los botones de la fina camisa de Dick. Llevaba un pantalón que se podía quitar con un simple cierre y, sin pensar, tiró de él. Cuando el pantalón cayó al suelo, la sorpresa estuvo a punto de dejarlo sin aire.

Porque Dick llevaba unos calzoncillos rosas de encaje que apenas podían cubrir su miembro y trasero.

Cómo vestía de forma conservadora, pensó que usaría un sencillo bóxer de algodón, pero aquello era una fantasía hecha realidad, un milagro de la ingeniería en rosa. De verdad podría escribir un soneto sobre las cosas que le hacía ese diminuto pedazo de tela.

¿Por qué el último buen omega de Europa usaba ropa interior tan seductora?, se preguntó.

Era tan perfecto que le gustaría caer de rodillas para adorarlo como a un dios.

Pero no era así como debía ir el asunto. Había planeado seducirlo, no al contrario.

Jason se dio cuenta de que estaba metido en un buen lío, pero no le importaba en absoluto.

Viendo el deseo en el rostro de Jason, Dick sintió una oleada de poder.

Sabía que los alfas lo encontraban atractivo. Un cuerpo como el suyo estaba destinado a hacer que los demás cayesen de rodillas. Sabía eso cómo entendía las fluctuaciones del mercado, de una manera desapasionada, como si no tuviera nada que ver con él.

Era como tener una sierra eléctrica y no usarla nunca. ¿Para qué usarla si no había ningún árbol que talar?

Pero al ver la reacción de Jason, por primera vez, se sintió poderoso. Aquel hombre, aquel notorio playboy, cuyas aventuras eran tan conocidas que la gente le advertía contra él, lo deseaba.

Y también él estaba sorprendido, podía verlo en su expresión. Dick no había visto nunca algo más erótico que esa mezcla de deseo y sorpresa.

Con manos temblorosas, se quitó la camisa y saco los pies del pantalón, quedando solo en su diminuto calzoncillo.

No sabía qué estaba haciendo y no le importaba.

Jason lo miró de arriba abajo y sonrió, como un niño el día de Navidad. Pero mientras él estaba casi desnudo, Jason estaba vestido y Dick decidió equilibrar la situación desabrochando su camisa.

Cuando por fin pudo acariciar su torso desnudo, Jason lo atrajo hacia él, metiendo una pierna entre las suyas. La presión de ese muslo duro era una tortura exquisita y Dick movió las caderas adelante y atrás, temblando de placer mientras él acariciaba sus pezones.

—Por favor, dime que llevas un preservativo.

—Sí, lo llevo.

Apenas se dio cuenta de que lo sacaba de la cartera, apenas se daba cuenta de nada.

Sólo de que Jason apartaba a un lado la tela y entraba en él con una potente embestida.

ACCIDENTAL FIANCÉ ── JAYDICKWhere stories live. Discover now