CAPÍTULO I

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El último día de clases había llegado y aunque eso no lo salvara de iniciar con su misma rutina el próximo lunes, estaba contento. Con algo de rapidez tomó su mochila colocando una de las tiras sobre su hombro, salió del aula y tomó el pasillo que llevaba a los salones de último año. Luego de cinco minutos una linda castaña salió a su encuentro.

–Pensé que no iba a verte hoy, ¿sucedió algo? -Le cuestionó con algo de desánimo, anteriormente el chico frente a ella le había hablado de una forma muy grotesca solo para decir que no a un paseo luego de clases.

–No sucede nada especial, tenía ganas de verte. -Sonrió y extendió su mano en petición de que ella la tomara. –Vayamos al lugar que mencionaste ayer.

La chica tomó la mano del que se hacía llamar su novio, como siempre estaba fría y algo rígida. Ella anhelaba poder entrelazar sus dedos con aquellas finas y delgadas estructuras en la mano del pelinegro, así que en un intento por lograrlo fue rechazada por una mala mirada de este.

–No me gusta, no lo hagas. -Mencionó volviendo su vista al frente. –¿No es suficiente con caminar así?

–Lo es, no tienes que ser tan duro conmigo. Y sobre el lugar que mencioné… olvidalo, ya no quiero ir. -Se detuvo soltándose del agarre que mantenía con el chico. –Tengo cosas que hacer, nos vemos. -Sin más avanzó pasando de largo por el pasillo.

Era la primera vez que el pelinegro había sido abandonado de esa forma, siempre había sido él quien dejaba a esa pesada chica con las ganas de pasar tiempo juntos. No se sentía ofendido, pero algo picaba en su todo su cuerpo. ¿Así se sentía ella cada que hacía eso? Pues no era para tanto, eso pensó antes de seguir su camino hacia la salida del colegio. Luego de tomar el autobús que lo llevaba al centro de la ciudad, llegó a la “prestigiosa empresa” de su tío -como él solía llamarle-.

Saludando al guardia de seguridad, este le dió pase al ascensor. Como cada fin de semana tenía que ir para una visita familiar casual. Tal vez esta vez estaba de suerte, ya que al llegar al quinto piso se dió cuenta de que no había nadie trabajando. Revisó su celular, recién era la hora de la comida así que tomó una nueva dirección: el comedor de la empresa.

–¡Ey, ahí estás! -Un hombre con cabello apenas comenzando a teñirse de blanco lo saludó. Este había extendido uno de sus brazos para captar su atención, y lo hizo, así como la de diez personas más a su alrededor. –Anda, saluda a Park, no seas mezquino.

–Ya nos conocemos, ¿por qué lo llamas tan formalmente? -Rodó los ojos tomando asiento en la mesa junto a un rubio muy sonriente.

–A mi también me da gusto verte, Yoongi. -Le dijo de una forma elocuente para su gusto. Tu tío recién me estaba hablando de ti, dice que tus calificaciones no están siendo tan buenas como las del semestre anterior. Dime, ¿hay algo de lo que quieras hablar conmigo? -Recargo su cabeza sobre su mano flexionada sobre la mesa.

–¿Debería hablar contigo? -Cruzó los brazos dándole una mirada de pocos amigos, asegurándose de que su no amistad le quedara claro al rubio.

–Basta, déjalo comer tranquilo. -Intervino extendiendo una bandeja con comida hacia su sobrino. –Tu haz lo mismo y después iremos a mi oficina.

Yoongi tomó la bandeja y se dispuso a quitarle el envoltorio al sándwich que había en esta. –La comida también está dejando de ser buena. -Le dió una mordida al mismo tiempo que Park se burló de su actitud un poco infantil.

–Me retiro, tengan buen provecho. -Se levantó de la mesa con su bandeja vacía en mano y con la libre revolvió un poco el cabello de Yoongi, haciéndolo enfadar más.

–No entiendo por qué no lo has despedido. Solo miralo, se toma muchas libertades en esta empresa. -Dijo con recelo sin dejar de mirar al rubio hasta que abandonó el lugar.

||En sintonía||Where stories live. Discover now