Capítulo 4: El origen

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Hay momentos en la vida en los que sabes que vas a triunfar.

Este es uno de esos momentos, no puedes evitar sonreír y regodearte en tu aún inalcanzada gloria. Estás a unos minutos de que tu vida dé un giro inesperado, de que tus sueños se cumplan, de recoger los frutos de tantos sacrificios.

Miras el reloj de tu muñeca, impaciente. Está a punto de suceder, puedes sentirlo pese a no saber exactamente de lo que se trata. Podría ser cualquier cosa; desde una ráfaga de aire más fuerte de lo normal, hasta un accidente de tráfico que colapse toda la ciudad.

Debes estar atenta y eso es justamente lo que te pone de los nervios. Rezas a cualquier divinidad que te escuche que pase ya, lo que sea. Es entonces cuando aparece.

Una chica, más o menos de tu edad, muy alta y estilosa, endiabladamente guapa y, tan delgada que temes podría desaparecer si se girase. Camina de forma acelerada, dejando que su larga melena rubia forme una estela a su paso, mientras lanza gritos a la persona que la persigue, sin duda está molesta.

-¡No te lo voy a volver a repetir! ¡No me hables! ¡No vuelvas a llamarme! ¡NO PIENSO VOLVER! -Avanzaba a grandes zancadas con una habilidad sorprendente para estar empleando zapatos de tacón.

-¡Lucie, por favor! ¡No puedes hacerme esto, no ahora! Ya hemos firmado el contrato, solo unas fotos más -le rogó en lo que intentaba ser un tono más calmado y empático (cosa que, evidentemente, se quedaba solo en el intento). La había agarrado del brazo, pero ella se zafó con un rápido movimiento y se perdió de vista en el horizonte. Sus súplicas habían fallado.

El chico se quedó paralizado, hundido, con un brazo aún extendido hacia la dirección por donde se había marchado la chica. Era alto, de complexión atlética y grandes hombros, sus músculos se notaban por debajo de la camisa, podías verlo desde tu asiento, a metros de distancia. Era tu señal.

Te levantas y acercas a él con un contoneo, quieres causar una buena primera impresión, así que te retiras el pasador, dejando caer tu larga melena castaña sobre tus hombros. Él te mira y tú sonríes, ningún hombre podía resistirse a eso.

-Perdona, ¿estás bien? He visto la conversación... -preguntas con ternura, a la vez que le diriges una mirada angelical. Debes ser cauta, todo debe ser perfecto, tiene que funcionar. Él te dirige una larga mirada, muy lenta, que te examina de arriba a abajo, posándose en cada curva, cada hueco, cada posible imperfección. Ha funcionado.

-¿Lo has visto? Qué vergüenza... -Muestra una sonrisa a modo de disculpa y te tiende una mano -. Lamento no haber causado una mejor impresión, soy Éric.

-No te preocupes, creo que ella me causó más impresión que tú. -Estrechas su mano y le devuelves la sonrisa, mientras muestras una mucho más siniestra para tus adentros. Ya está hecho -. Yo soy Violette, encantada.

No tardáis demasiado en volver a la pequeña mesa donde estabas esperando. Entabláis una buena conversación, reís... Todo está saliendo bien. Dentro de poco, podrás recordar ese día con cariño, como el verdadero momento en que tu vida cambió.

Continúas riendo a su lado, completamente ajena a los ojos acusadores que te observan con odio desde las sombras. No, no te miran a ti, sino a tu bolso. Lo observan con una intensidad pasmosa. Entonces, de un momento a otro, la mirada vuelve a desaparecer en las tinieblas.

Desde lejos se puede ver lo que tanto le interesaba; en el interior de tu bolso se encuentra un libro. Es viejo, con una cubierta gastada de color marrón. Se ha abierto con el movimiento, en él se puede leer una única frase en una página teñida de rojo.

"Café Les Deux Magots, 6:00 pm, esperará sentada, solo entonces se presentará su oportunidad."

El libro del crimen [Editando]Where stories live. Discover now