Tick, tack, tick, tack.
"El sonido de las horas pasar me está desesperando; mientras veo las agujas moverse, los latidos de mi corazón se hacen más frecuentes y esa sensación horrible en mi pecho me sigue oprimiendo.
Los movimientos de la pluma sobre el papel cada vez son más torpes, y aquella hoja blanquecina se va humedeciendo con cada lágrima que de mis ojos desciende.
Inconforme con cada trazo inconcluso qué hay sobre ese mísero papel, la ira me lleva a convertirlos en miles y miles de trozos de lo que antes era.
Mi llanto inunda la habitación obscura, y mi corazón desbordado se inunda sobre sus lágrimas al ver a este viejo escritor entrar en la miseria.
Mis versos no riman y los poemas carecen de coherencia, siendo incapaz de mantener aquello que al menos un poco de serotonina me causaba.
¿Así se siente la mediocridad?, ¿cuándo no importa que tanto te esfuerces y todo te sigue saliendo mal?, ¿mediocridad es que ya siquiera lo que te salía bien te causa felicidad? Incapaz de sostener una pluma firmemente alguna vez más, decidí que aquella misma pluma sería la que marcara el final de aquel viejo escritor que cayó del borde de ese abismo, llamado mediocridad"
