05| Moreno

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Capitulo 5. Moreno
EDA

Limpié mis lágrimas apresuradamente, aunque sin éxito alguno. Era evidente que parecía sacada de la escena final de una película dramática. Al girarme para identificar a la persona que había interrumpido mi momento de angustia, sentí un nudo en la garganta y se me secó la boca al verlo. Era el hombre más guapo que había visto en mi vida.

La influencia del alcohol empezaba a hacer efecto, y no pude evitar quedarme boquiabierta al observarlo detenidamente. Alto, probablemente me sacaba una cabeza, con el pelo castaño oscuro despeinado. Su rostro marcado se veía complementado por una barba corta que lo hacía ver aún más atractivo, y sus lunares dispersos despertaban en mí el deseo de tocarlos como si fuera una auténtica lunática. Vestía unos pantalones blancos anchos y una camiseta blanca igualmente holgada, lo cual, por alguna razón, lo hacía ver aún más atractivo. Y cuando vi los tatuajes minimalistas en sus brazos, mi pulso se aceleró considerablemente.

Pero cuando nuestros ojos se encontraron, casi negros, sentí un escalofrío recorriendo mi espalda. Era tan sexy y misteriosamente atractivo que...

¿Qué me estaba pasando? ¿Qué demonios estaba pensando?

Todo era culpa del maldito vodka con limón...

Giró bruscamente perdiendo el contacto con sus ojos, esos oscuros y penetrantes que parecen como si fueran a absorber tu alma. Respiro intentando controlar mi corazón y sigo secando mis lágrimas secas con las manos. Parezco un panda mojado y triste, y seguramente sea una auténtica ridícula.

Por el rabillo del ojo, vi cómo el hombre se apoyaba en la barandilla con sus brazos musculosos, ignorando mi presencia. Con toda tranquilidad, sacó un cigarrillo y lo encendió. No pude evitar volver a mirarlo, pero sabía que él lo notaría; nuestras miradas, completamente opuestas, volvieron a conectarse. Mis grandes ojos azules expresaban tanto, mientras que los suyos, nada...

—¿Quieres? —su voz me sobresaltó, tomándome por sorpresa. Ronca y profunda, tal como me la imaginaba. Al extenderme el cigarrillo, arrugué la nariz al sentir el fuerte olor del humo.

—No fumo, gracias.

—Ya lo imaginaba —murmuró casi en un susurro. No sé si fue por las emociones aún a flor de piel o por el alcohol que aún corría por mis venas, pero esa simple frase me hizo saltar.

—¿Algo malo en que no fume? —pregunté con un tono más elevado, girando la cabeza y frunciendo el ceño hacia él como una loca. —El hecho de que no quiera arruinar mis pulmones progresivamente y arriesgarme a contraer cáncer por un hábito tan absurdo como fumar no me hace menos válida, ¿entendido? —Estaba al borde de las lágrimas; todo en ese momento me irritaba de manera exagerada.

—Simplemente dije que no parecías el tipo de persona que fuma —respondió sereno y calmado.

Sus ojos oscuros brillaban con una chispa de diversión que me enfurecía.

Bufé y apoyé mis brazos bruscamente en la barandilla, contemplando la enorme piscina y el vasto jardín lleno de gente desde el pequeño balcón de la primera planta. Los pensamientos asaltaron mi mente como ráfagas, y un nudo en el estómago creció, acompañado de la sensación de náuseas. Solo quería estar en otro lugar. En el mar, dejando que las olas me subieran y bajaran, escuchando su sonido natural mientras rompían en la orilla.

Un acuerdo con exceso de amorWhere stories live. Discover now