Día 1: a mal paso, darle prisa

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Aquel atardecer de domingo estaba engalanado de flores y telas blancas. Las tres parejas armadas para el programa tendrían su celebración en lugares distintos elegidos por la producción: a Memo lo citaron en una quinta bonita situada en la periferia de la ciudad.

El set estaba armado sobre el jardín de la terraza, siendo remate visual un arco blanco lleno de magnolias y gardenias enredadas. Bajo el artículo había un atril de madera donde estaría el supuesto juez dictando la ceremonia. Más alejado, un puñado de sillas cuidadosamente ornamentadas con moños de vaporoso tul en color claro descansando sobre el césped.

Personas con cámaras, micrófonos y contados reflectores se movían en todas direcciones para encontrar el punto adecuado y realizar sus labores correspondientes: todo tenía que correr a la perfección para evitar que Hernán les diera cuello antes de siquiera empezar el proyecto.

—Voy a vomitar —Ochoa le avisó a sus compañeros.

—Relájese compa —Kevin seguía anudando con cuidado la corbata sobre el cuello de Guillermo—. No pasa nada, deja que los demás se estresen.

—Hazle caso Memito, tú déjate llevar —secundó Diego que se dejaba acicalar por una maquillista.

—¿Cómo por qué te están arreglando también a ti?

—Para que no me brille la jeta por la luz, duh —explicó en tono obvio, agradeciendo seguido a la mujer cuando culminó con su servicio—. No queríamos dejarte solito y pedimos permiso para salir este episodio contigo porque te queremos mucho.

Memo se tranquilizó un poco y casi se compadece por la razón que le estaban dando, aunque olía que había intenciones ocultas.

—Bueno, también Hernán nos dio quinientos varos por prestar nuestra presencia al programa —completó Kevin.

Bingo. De ser por ellos lo dejaban perecer ahí aunque fueran los eternos culpables del manojo de nervios que era en ese momento.

Fijándose con detenimiento, los únicos invitados que conocía eran los más chicos: todos los demás emperifollados asistentes eran extras que no identificaban ni en su casa, o intuía que entre ellos también hubiera cercanos de quien sería su pareja.

Henry le había sugerido a Memo que llevara a alguien de su familia en quién confiar para que también saliera en ese primer día de grabaciones como un instado más; sin embargo, en cuenta estaba que todo se trataba de un show y su madre posiblemente se infartaba si le decía que se casaría con una completa extraña de la que se podría divorciar en un mes, aunando a que todo su periodo matrimonial sería ventilado por televisión. Tener al tanto a Natalia Magaña no era viable, y en cambio contaba con Kevin y Diego (que ni siquiera los había contemplado).

—Muy considerados ustedes, muchas gracias —comentó molesto.

Álvarez por fin terminó de colocarle el accesorio y Memo se conformó con que no lo había hecho con la fuerza suficiente para acabar con su vida: no siempre se tiene lo que uno quiere.

—Ya Memo, no te pongas así —Diego movía frenético sus brazos en el aire cuando divisó a dos conocidas figuras que hacían entrada al lugar sin que Guille tuviera idea—. Pa' que te alivianes, te tengo una sorpresa...

—No Dieguito —intervino sin mirarlo, con un notable puchero en la cara—, estoy harto de tus pinches sorpresas: por ellas es que me voy a terminar casando a lo wey con alguien que no conoz...

No terminó la oración cuando un agradable cambio de voz le hizo girarse sobre su eje de manera inmediata: —¿Ni esta sorpresa te va a gustar?

—¿Andrés? ¿Javi? —los nombrados le sonrieron grande y no dudaron en abrazar al comprometido con fuerza. Intentó aguantar las ganas de ponerse sensible, pero los ojos le empezaron a segregar felicidad líquida al sentirlos—. ¿Qué hacen aquí, malditos? ¡Yo los veía en otro continente hasta fin de año!

Acepto, supongo || Dibu x OchoaWhere stories live. Discover now