Día 12: más de mil pasos.

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Seis y tantas de la mañana con un Julián tratando de mantener elevada su temperatura corporal, y peleándose con su roomie dentro de la camioneta por haberlo despertado tan temprano. Dicho ente programó mal el reloj de su celular, confiando en sus somnolientas capacidades de activar correctamente el despertador mientras luchaba contra sí mismo para no quedarse dormido anoche; la consecuencia fue saltar alterado de su cama sin corroborar previo la hora y e ir a la alcoba de Julián a tirarlo de su propio colchón porque se les haría tarde a los dos.

No se dieron cuenta del error hasta que ya más conscientes, cambiados y listos vieron como todos los relojes de la casa marcaban que seguía siendo de madrugada, y aún así emprendieron marcha.

—Es que sos increíble Enzo —comentó Juli de mala gana, tal y como se había salido de la cama—, ¿qué clase de sorete confunde las seis cuarenta con las seis y cuatro? Sólo un estúpido, y ese estúpido se llama Enzo Fernández, por si no te queda claro.

—Sos un solecito andante Julián, posta —le respondió irónico sin quitar la vista del camino que tenían por delante—. Que nada te cuesta levantarte media hora temprano un día.

»Dale, activé mal la alarma ayer muriéndome del cansancio, y me ahorraría tu mal humor si tan sólo tuvieras los huevos de sacar por fin el carnet para manejar y te compraras un coche con el sueldazo que te están pagando por tu chamuyería barata con el paisano maricón y el mexicano molesto de pinta heteroflexible.

—Chamuyería y todo, pero bien que te entretiene que te hable de ellos cuando llego al depa —disputó.

—Ya, no te lo voy a negar —le dedicó la primera sonrisa del día—. No puedo esperar a que se estrene esa poronga; voy a grabarla para repetirla y todo.

Lo que fuera que tendría que decir Enzo después no le interesaba en absoluto a Julián. Seguía enfadado, exhausto y con frío. Quería llegar a la casa de Ochoa de una vez por todas para no tener que seguir conviviendo con Fernández. Le dio un gran sorbo al contenido de suficiente cafeína como para matar a un caballo dentro de su termo antes de volver a prestarle atención al morocho.

—Quitá esa carita Álvarez, anda —Enzo trató de convencerlo—. El día está bonito, así como vos, aunque no tanto como yo.

Julián resopló a su mentira; no al hecho de que ellos fueran guapos ni mucho menos, sino que había estado lloviznando durante el horario nocturno y parecía que las nubes no desalojarían el cielo en el transcurso del día. Eso era contrario a su definición de día bonito.

—Cerrá el orto, boludo: ni puta idea de si estos ya se levantaron y ahí voy a su casa gracias a vos.

—Bueh', te dije que almorzáramos en casa para matar tiempo y me mandaste pal' carajo —contrarrestó.

—Emi me da de desayunar, y cocina mejor que vos —lo desafió para hacerlo enojar, pero consiguió a cambio una carcajada: Enzo siempre se despertaba de buenas, y Julián lo odiaba.

—Epa' Juli, esa dolió —confesó al dejar de reírse—. Si así te comportás con ellos no entiendo cómo te soportan.

Julián no dijo más nada; no quería dar detalles de su relación con el par disfuncional ni desgastarse en una discusión con su compañero de piso donde sólo él se frustrara.

—Ya está, llegamos —anunció Enzo al frenar cerca del domicilio acostumbrado—. Llamáme en la noche para que venga por vos si yo no lo hago antes, Araña.

—Decíme así cuando me tomes de buenas, malparido —advirtió antes de separarse de su Uber personal.

—Yo también te quiero Juli —el chofer le sonrió amplio para merecerse aquellos ojos en blanco criminal y un bien vociferado "jódete".

Acepto, supongo || Dibu x OchoaWhere stories live. Discover now