CRECIMIENTO: I

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Contempló la tumba de Lorena. Durante un momento, estuvo tentado a creer que ahí debajo no había nada, solo los huesos de una desconocida que no era su novia, porque nunca había tenido, porque su vida siempre había sido esa: invernadero, Rose y un Nueva York con el cielo plomizo. Ni siquiera se acordaba de su cara, podía imaginárselo... Si no recordaba los gritos de Gloria. Los gritos de desconsuelo de la tía de Lorena eran tan reales que seguían desgarrándole el pecho. Su cerebro no recordaba a esa chica, pero su corazón sí. Por eso estaba encogido.

Vivian se puso a la defensiva los primeros minutos de llamada. Necesitaba la dirección de la lápida de Lorena, pero las anotaciones las había dejado en el Ford y el Ford estaba en Boston, la ciudad que había abandonado en silencio, con una nota en la nevera. Se inventó que quería hablar con ella porque estaba cerrando capítulos para poder avanzar y su madre le confesó que era mejor que no llamara a ninguno de los familiares de su novia, porque ella sí lo hizo y no fue bien recibida. Aun así, le dio el número de Gloria, el único contacto que quedaba entre él y Lorena.

¿Quién es? —No le sonó la voz de la tía de Lorena. Había descolgado el teléfono, lo que le pareció una victoria que apuntar.

—¿Hablo con Gloria Pérez? —le preguntó con cautela y mucha educación.

—Sí. ¿Quién habla? —Cambió idioma.

—Soy Remo Milton. Soy... el novio de Lorena.

Gloria rompió a llorar y escupió un sinfín de palabras rápidas en español de las que Remo no entendió casi nada, salvo la intención. Supo a lo que se refería su madre y aunque no se lo merecía, debía enfrentarse a ello.

—Si no fuera por ti, nuestra Lorena estaría ahora en casa con nosotros. Tenía toda la vida por delante. —Le habló para que la entendiera, con un profundo resentimiento en el tono de voz.

—Yo me mudé con ella, no al revés, señora. —Le salió solo. Era la versión que le había dado su madre y por un instante tentó a la suerte para corroborar que no se trataba de una mentira.

—Si no hubieras aparecido no se habría quedado ahí. Se habría ido conmigo. Pero Lorena siempre tan terca. Mi hijita... —Ahogó el llanto—. Solo te pido por favor que no nos vuelvas a llamar, sus papás nunca superarán esto.

—No les volveré a llamar... —aceptó, con lágrimas en los ojos. Tuvo que detener a Rose para que no le cogiera el teléfono y la insultara en la cara—. Solo necesito saber dónde has enterrado a Lorena, quiero verla.

¿Qué vas a ver oye, mierda? Más que una tumba y las malvas que crecen encima, ¿para qué chucha quieres ir?

—Quiero llevarle flores. —No tenía ni idea de lo que le había dicho, pero intuía que debía insistir. Gloria pasaba de la tristeza al enfado en cuestión de segundos.

—Así es la vida. Los vivos pasan página y como mucho, le llevan flores a los muertos. Mi niña... Ay, mi hijita si me hubiera hecho caso y no se hubiera quedado por un huevón.

—Señora, por favor. Era mi novia. Yo también estoy triste.

Gloria le colgó el teléfono y Remo rompió a llorar en la escalera de emergencia de Silvera. Rose se acercó a él con Tejo en brazos.

—No llores, Remo. —Habló con voz infantil, para simular que era el gato. Cogió una pata de Tejo y se la puso sobre la mejilla a su amigo—. Si lloras me pongo triste...

Remo lloró todavía más. Rose le acercó la cabeza de Tejo a la cara y Remo le dio un beso entre las orejas.

—No le gusta que llores —le dijo la chica.

Reseco de veneno, sediento de sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora