CAPÍTULO 36

274 42 1
                                    


La habitación estaba tenuemente iluminada por la luz de la mesita de noche al lado de la cama de Violet, tan solo habían pasado unos minutos desde que habían finalizado la videollamada con sus padres, y el silencio reinaba en el lugar. Estaban tan cansadas que no tardarían mucho en quedarse dormidas.

—Eli... Eli... ¿Estás dormida? —Violet susurraba, llamando a su hermana.

—Casi lo estaba —respondió volviendo la cabeza, para encontrarse con su hermana de medio lado, empuñando la sábana a la altura el pecho—. ¿Qué quieres, enana? —preguntó sin mucho ánimo de querer entablar una conversación, porque verdaderamente tenía sueño y su madre le había pedido que pasara muy temprano por la boutique.

—Estaba pensando en Alexandre... Yo creo que le gustas —dijo con una risita cargada de complicidad.

—¡Qué cosas hablas! —exclamó en susurros, aunque verdaderamente no sabía por qué hablaban de esa manera.

No pudo evitar que una vez más se le alteraran los latidos, esta vez de miedo, porque lo último que esperaba era que su pequeña hermana se hubiese percatado del atrevimiento de Cobra, cada vez que aprovechó la oportunidad para dejarle saber que estaba excitado.

—Es que te miraba todo el tiempo... Lo hacía como cuando papi se queda mirando a mami mientras está diseñando.

—Creo que tragaste mucha agua de playa... No sabes lo que estás diciendo.

—Igual vamos el domingo para que me enseñe.

—No lo sé —resopló, sintiendo una extraña pero agradable sensación en el centro del pecho y algo muy parecido a un nudo de nervios aferrado a la boca del estómago.

—Me lo prometiste —protestó con ganas de llorar.

—Sí —murmuró—. Te prometí que seguirías practicando..., pero no tiene que ser precisamente con Alexandre.

—Él quiere enseñarme y nadie más querrá perder su tiempo conmigo.

—No eres una pérdida de tiempo, Violet... Hasta yo podría enseñarte. Si quieres mañana por la tarde podríamos practicar el equilibrio en la piscina.

—No es lo mismo, en la piscina no hay olas.

—Pero es para practicar... Si en verdad quieres aprender, debes hacerlo cada vez que tengas oportunidad.

—Está bien, mañana por la tarde practicaremos, así podré sorprender a Alexandre el domingo... —Soltó una risita—. Me gustan tus amigos, Wagner es muy lindo, solo no me gusta su pelo.

—¿Por qué no te gusta su pelo? —preguntó sonriente, sintiendo un poco de alivio cuando cambió el tema de conversación, lejos de Cobra.

—Parecen colas de ratas, son feas..., pero no importa, siempre que me preste su skate... Pirata es muy lindo también, pero Blondy es más bonito, porque es más pequeño.

Elizabeth sonrió, admirando la pillería y el interés en su hermanita.

—Sí, Pirata es hermoso..., pero Blondy no podría tirar de la correa y llevarte en el skate. Ahora duérmete que ya es tarde.

—Hasta mañana, dulces sueños —deseó, acostándose boca arriba.

—Hasta mañana, enana, también te deseo dulces sueños.

—Soñaré que ya es domingo y que sé surfear.

—Está bien —dijo sonriente.

No hubo ni una sola palabra más, ambas se quedaron en silencio, pero en la cabeza de Elizabeth un tornado de pensamientos no dejaba de girar, no podía dejar de pensar en los momentos tan comprometedores a los que la había expuesto Cobra durante la tarde, quiso llamarlo pero mientras dudaba se quedó dormida.

MARIPOSA CAPOEIRISTA (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora