CAPÍTULO 50

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Casi a las seis de la mañana, Elizabeth ya no daba más, estaba totalmente agotada, algo borracha y necesitaba dormir un poco, iría a hacerlo junto con Aninha, quien se había ido media hora antes.

La fiesta solo estaba animada para Hera y Helena, quienes después de conversar durante horas con Lucas, habían conseguido llevárselo al jacuzzi; estaba totalmente segura de lo que ahí pasaría, y ella no quería ser testigo de ese trío sexual.

—Hagan lo que les dé la gana. —Se levantó de la tumbona, sintiéndose mareada—. ¿Dónde está mi teléfono? —Se preguntó, buscándolo con la mirada mientras se rascaba la cabeza.

Se paseó por el piso, donde había un reguero de botellas, vasos y copas, esquivando algunos cristales rotos para no lastimarse.

Lo encontró tirado al lado de una botella vacía de champán, se acuclilló para agarrarlo, pero terminó cayendo de culo, realmente no estaba un poco borracha, estaba muy borracha.

Helena se carcajeó al ver el espectáculo que estaba dando Elizabeth, mientras Lucas pensaba asfixiar con la lengua a su hermana.

Elizabeth le sacó el dedo medio, mientras intentaba ponerse en pie, y recordaba cómo era que su teléfono había terminado en ese lugar, fue en el momento que estaban las cuatro bailando y cantando, hasta que terminaron en el suelo en medio de carcajadas.

—¡Sigue con lo tuyo! —dijo, logrando por fin ponerse en pie.

Helena solo sonrió y se sumó al beso que se convirtió en un intercambio lascivo de tres lenguas.

Elizabeth continuó con su camino y al llegar a la habitación, se encontró con Aninha, quien estaba totalmente atravesada en la cama, ni siquiera logró quitarse la ropa; aunque todo le diera vueltas, se acercó tambaleándose un poco y la arropó; después de eso se fue al baño, orinó, y sin ganas de ducharse se fue a la cama, ubicándose al lado de su prima.

No pudo controlar su manía de revisar el teléfono, sus dedos se deslizaron por la pantalla, y sin ser plenamente consciente de lo que hacía, le marcó a Cobra.

La voz del hombre contestó ronca, evidenciando que aún estaba dormido.

—Elizabeth, ¿sucede algo? —preguntó, contrariado.

—Hola gato... —Sonrió, feliz de escuchar la poderosa voz de ese hombre, que despertaba latidos en su vientre.

—Elizabeth, ¿estás bien?

—Sí, estoy bien..., pero podría estar mejor si estuvieras aquí conmigo... Te extraño... ¿Tú no me extrañas? —preguntó con una risita.

Cobra chasqueó los labios, más que por fastidio lo hizo por preocupación.

—¿Estás borracha? —preguntó, levantándose del colchón y caminó al baño.

—No. —Soltó una carcajada—. Siempre con tus preguntas tontas, claro que estoy borracha. Cobra, te quiero aquí, ahora.

MARIPOSA CAPOEIRISTA (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora