Sueñas despierta

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En los sueños siempre haces cosas que son literalmente imposibles, cuando era pequeña recuerdo a una amiga de la escuela creía que tenía el poder de volar por las ensoñaciones que tenía al caer la noche, también puedes visitar lugares que nunca ha...

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En los sueños siempre haces cosas que son literalmente imposibles, cuando era pequeña recuerdo a una amiga de la escuela creía que tenía el poder de volar por las ensoñaciones que tenía al caer la noche, también puedes visitar lugares que nunca has pisado, esto es más como algo que me sucede a mí, siempre estoy en lugares que nunca he visitado en mi vida, pero, aunque el sueño comience en alguna ciudad vista en páginas de internet, cuando estaba por despertar siempre terminaba en el bosque.

Con el tiempo te acostumbras a no dormir bien a causa de pesadillas extrañas llenas de vegetación y seres extraños con miradas penetrantes. Llegue a considerar un mal augurio el no soñar con que corro por el bosque, la libertad que siento mientras mis pies sienten el verde pasto y respiro el aire fresco. Es mágico.

Pero como todo el sueño debe terminar.

—¡Sam! —Grita mi madre desde la cocina

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—¡Sam! —Grita mi madre desde la cocina. Me siento en la cama y miro hacia la ventana notando que aún no sale el sol. Son las cuatro y media de la mañana. Miro mi calendario de mi escritorio.

«Hoy es uno de esos malditos días»

Pongo mi almohada en mi cabeza y me trago el grito enojado que quiere salir.

¡¿Por qué en sábado?!—Amortiguo mi frustración. —¡¿Por qué cuando estoy más cansada, maldita sea?!

—¡Samantha! — Grita Lucinda de nuevo.

—¡Ya voy! — Respondo con voz ronca y molesta.

Me levanto de la cama y me pongo mis pantuflas de gato para llegar a la cocina. Mi casa es de una sola planta, bastante espaciosa, hecha de madera, pero vieja y aterradora como cualquier otra casa apartada. Con María solíamos bromear de que muy seguramente habían hecho sesiones de espiritismo en este viejo lugar, en algún momento llegue a comentarle a mis padres que un director de cine quería filmar dentro de nuestra casa una película de terror, por supuesto mi padre se rio de la posibilidad e incluso llego a considerarlo para tener algo de dinero extra, pero mi madre y mi abuela no se lo tomaron tan bien como papá.

Mi mente divaga en cuanto lo recuerdo y me permito reír brevemente con su recuerdo, hace mucho que no disfruto de algo tanto como cuando él estaba con nosotras.

En mi camino a la cocina me detengo en la habitación de mi abuela, la saludo y reviso sus signos vitales, están estables. Abro las cortinas para que respire un poco la habitación, como de costumbre esta despierta y me mira con sus enormes ojos negros.

Si esta familia tiene algo como su peor defecto, eso sería la superstición, mi abuela, así como mi bisabuela estaban convencidas de que debían hacer ciertas cosas (por no decir idioteces) para mantener su casa y a quienes habitan en ella protegida. Se supone que debes hacerlo con tres mujeres de tres generaciones diferentes para representar a la gran madre de no sé qué mierda.

—Bienvenida al mundo de los vivos, abuela. — Le digo con una sonrisa somnolienta.

No aparta su mirada de mi cara en ningún momento mientras la levanto un poco de la cama, le doy un poco de agua para que no tenga sed mientras vamos a hacer ese estúpido ritual. Le tomo la mano y me aprieta con fuerza como para apresurarme.

—Ya voy abuela, tómatelo con calma.

La pongo en su silla de ruedas y la conduzco hacia donde está mi madre esperando, sus ropas ya están un poco manchadas por tierra por esa horrible planta que crece en el jardín trasero, cuando era pequeña solía bromear con que mi familia criaba mandrágoras para enviar a la escuela de Hogwarts para sus clases de herbología, pero conforme crecí y perdí lo que realmente importaba me di cuenta que todo lo que hacían era una locura, los sueños de hacer parte de un reino mágico desaparecieron. Los sueños se hicieron repetitivos y la vida bastante triste.

Llegamos al patio de la casa y lo primero que noto es que hay tres tasas de madera puestas en el centro de un circulo de sal. Mi madre parece haber hecho su parte, como siempre me pongo mis audífonos para no escuchar las estupideces que dice para "protegernos" y dejo que todo corra al son de Marc Anthony con la canción ahora quien, no es mi mejor elección en este momento, pero no puedo cambiar la canción o me ganaría un regaño de Lucinda por no darle importancia al ritual.

No puedo evitar escuchar la voz de papá gritando a todo pulmón la letra, mientras prepara un desayuno para todas, él era un buen padre, me quería y amaba a Lucinda lo suficiente como para aceptar vivir en este pueblo de porquería en la casa de su suegra. Es la única razón por la que sigo soportando la enorme cantidad de rabia que se acumula en mi pecho cada vez que ella me grita o me impide ser una adolescente normal.

Mi imaginación me lleva a verlo a él, verlo abrazarme, hacerme bailar a pesar de que tengo dos pies izquierdos, sentir su abrazo y bromear sobre la cantidad de sal que gastábamos en casa por toda la superstición de mi madre. Lo extraño demasiado, solo me quedaban los sueños para estar cerca de él y ahora no tengo ni siquiera eso. Por culpa de ella.


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