Mente y magia

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Al llegar a casa, lo primero que hago es quitarme la ropa y dirigirme a la ducha

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Al llegar a casa, lo primero que hago es quitarme la ropa y dirigirme a la ducha. Durante todo el viaje, no logré convencer a Mari de que estoy perfectamente sana y de que mi relación con mi madre es la misma de siempre. Ni hablar de cómo llevo las cosas con mi abuela.

Me miro en el espejo y noto de inmediato el aura oscura que me rodea cada vez que paso demasiado cerca de ciertos puntos del bosque. Las sombras adquieren formas alargadas y desagradables, algunas parecen revolotear como intentando llamar a otras. Su apariencia me recuerda a las sanguijuelas que se te pegan cuando pasas cerca de su nido.

Llenándome de valor, me dirijo a la habitación de mi abuela. Se cuenta que Tania fue una mujer hermosa durante su juventud, pero es difícil creerlo al ver su apariencia de bruja. No quiero ser cruel, pero es la verdad básicamente. Especialmente ahora que está decidida a no dejarme bañarla.

—¿Quién es? —pregunta con su voz autoritaria.

—Soy yo, abuela —respondo mientras voy recogiendo algunas hierbas y ropa tirada en el suelo. Me quedo mirando sus ojos grises por unos segundos. Tania debió ser una mujer muy hermosa durante su juventud. Seguramente muchos hombres la perseguían. Pudo haber vivido en la ciudad, tener una carrera universitaria o haberse casado con un hombre adinerado. Quizás haber envejecido con gracia, lejos de los delirios que vienen con la edad y la consciencia mágica. Pero ahora está aquí, añorando una época que no volverá. Comienzo a sentir como la melancolía recorre el cuerpo. Por su destino, por sentirlo tan mío, me preparo para responder la pregunta que siempre me hace al entrar a su habitación:

—¿Seguiste el camino de las flores o tomaste un atajo?

—Vine por el camino de siempre, no me desvié ni permití que la luna me engañara, abuela.

—¿Y cuantas flores me trajiste, muchacha?

—Ninguna, no había por el camino de grava.

—Excelente, —dice mientras se ríe.

Se sienta con la espalda erguida en su silla de ruedas, antes de volver a hablar comienza a toser de forma escandalosa así que le entrego rápidamente un vaso con agua que estaba en su mesa de noche.

—¿Por qué no te tomas el agua que te dejan abuela? — le reclamo.

—Tu madre cree que soy estúpida, ella envenena mi agua, Sam.

—Solo es agua mineral, es buena para ti.

—Esa cosa disminuye mis poderes —replicó.

Toma mis hombros con expresión desesperada, parece mucho más vieja de lo que es, algo que es inquietante. —O es veneno o son drogas, ella no quiere aceptar que todo lo que sucedió fue real.

Y no la culpo en absoluto por eso. A veces desearía que todo fuera un sueño. Me imagino muchas veces despertando en un psiquiátrico mientras grito que la magia es real, que los cuentos son reales y que el mundo que conocemos es falso.

Me quedé donde estaba e intenté mantener la calma para poder concentrarme. Al final, no quedaba más opción que esto para evitar que la lleven a un asilo. Esperé a que la corriente eléctrica que viene cuando sus sentidos se hacen míos. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera la magia recorriendo su piel. De repente, los colores brillantes parecieron hacerse fuertes por un segundo antes de opacarse completamente. Fue entonces cuando supe que tenía completo control.

—¿Qué día es hoy, mi niña?

Respiré profundamente antes de responder, preparándome para la tristeza que sus ojos transmitían con cada palabra.

—Hoy es martes, abuela —contesto con voz suave y dulce.

Ella asiente lentamente, como si tuviera que recordar cada detalle de este nuevo día que se presenta ante ella. Me acerco y le acaricio el cabello canoso y delicado.

—¿Recuerdas qué pasó ayer? —pregunto, sabiendo que cada vez es más difícil para ella retener los recuerdos.

Ella frunce el ceño, tratando de encontrar algún vestigio de memoria en su mente. Suspira y sacude la cabeza.

—No lo recuerdo, mi niña. El tiempo se va desvaneciendo... —su voz se quiebra un poco y siento un nudo en mi garganta.

Me siento en el borde de la cama y tomo su mano entre las mías. La tristeza envuelve la habitación, pero trato de mantenerme fuerte por ella. Mantener este hechizo es extremadamente difícil, pero no me quedan más opciones no quiero verla sufrir lejos de su casa.

—Está bien, abuela. Yo estoy aquí contigo y te quiero mucho. No importa si no recuerdas, lo importante es que estamos juntas en este momento.

Sus ojos grises se llenan de lágrimas y me mira con gratitud. Siento que mi corazón se parte en mil pedazos al verla así, luchando contra los recuerdos que se desvanecen.

Una punzada de culpa aparece junto con la lógica de que hechizar a una bruja veterana, que además es mi abuela, no está bien, aun así, no consigo encontrar una salida más fácil que esta, los ataques de ira y de magia que libera Tania llegan a ser demasiado poderosos como para ocultarlos, sumado al hecho de que mamá no quiere hacer nada para ayudarla.

Los colores comienzan a verse más vibrantes y hermosos, pero se hacen más pequeños y controlados hasta convertirse en algo fácil de ignorar, las pequeñas estelas de luz me recuerdan a las luciérnagas por lo que no puedo evitar sonreír un poco.

—Gracias por estar aquí, mi amor. Aunque mi mente se pierda, siempre encontraré consuelo en tu presencia. — Creo ver un destello de lucidez en sus ojos. La mente y la magia luchando por ver quién gana la batalla.

El espectáculo es hermoso e inquietante.

—Gracias por tener paciencia, Samantha sé que no ha sido nada fácil, sin embargo, quiero que estés convencida de tu fortaleza y todas las virtudes que tienes eres una Marthen después de todo.

—Soy una Osborne, —la corrijo comienzo a sentir que las lágrimas me llenan los ojos. Desde que tengo memoria desprecia el apellido de mi padre por creer que su linaje mágico es insignificante.

La rabia comienza a segarme así que el control sobre su mente se vuelve más fuerte. Sin embargo, ella no pierde la sonrisa suave y feliz de su cara arrugada.

—Gracias por estar aquí, mi amor. Gracias por tus cuidados y preocupación.

Sus sentimientos se vuelven más intensos, la gratitud y la tristeza se sobreponen mientras el anhelo se hace cada vez más fuerte. Sueña con levantarse de la cama y salir a correr libremente, de cantar a la luna en el bosque cercano a la casa, de gritar y actuar como lo que todos dicen que es una loca. El deseo inmenso de libertad llena cada fibra de su cuerpo, agitando sus huesos y llenándolos de esa aura lila gigantesca, pero no lo bastante poderosa como para sacarme de su cabeza.

Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas mientras intento sonreírle.

Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas mientras intento sonreírle

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