◢ O2 ◣

250 29 2
                                    

—Hola, padrecito —saludo a mi sacerdote favorito por la espalda, en tanto le encende una vela a uno de sus santos—. ¿Se acuerda de mí? Ayer estuve por aquí y lo hice mío de nuevo.

—¿Alguna vez culminarás con esta obsesión? —me pregunta y enciende una vela más sin siquiera verme. Se mueve hacia la derecha para continuar con lo mismo, ignorándome.

—Padre, usted me gusta mucho, y como ser humano de instintos salvajes, no puedo ir en contra de ellos. Si no lo hace usted que ha hecho una promesa, mucho menos yo, ¿no le parece? —Lo sigo, buscando su mirada.

Pero nunca me la otorga. En cambio, serenamente dice:

—Le oro a nuestro señor cada día para que quite esta condena de mi vida. Sé que seré escuchado y desaparecerás tan pronto como llegaste a este pueblo.

Me muestro muy ofendida. ¿Cómo se atreve a hacerme sentir como algo no deseado? Qué poco corazón tiene.

—Date cuenta de que quizá soy una prueba del mismísimo padre celestial y estás reprobando muy fácilmente, querido Nam. Porque cada vez que te pongo las manos encima te corres en mí como no lo has hecho en años —le digo y me propongo acariciar la mano con la que enciende las velas, pero me esquiva rápidamente.

—¿No deberías estar en algún otro sitio con tus amigos? Llevas varios meses aquí, ya deberías tener algunos —desvía la conversación.

Suspiro y me encojo de hombros. Sinceramente, me parece más divertido estar con él que pasar el rato con gente rara que ni conozco.

—Tranquilo, padre. Mamá sabe que me he vuelto más cercana a Dios en las últimas semanas y prefiero pasar mi tiempo oyendo la oración antes que estar de vagabunda en las calles.

Él me echa un vistazo de reojo  comprendiendo que me burlo.

—Pronto comenzará la hora de la confesión y no quiero otro percance como el de ayer. En este horario suelen venir más religiosos y ahora sí podrían verte —me advierte y yo asiento atenta como si realmente me importara.

—Pero querrás decir «vernos», porque no soy la única pecando en la casa de Dios, ¿verdad?

Un suspiro lento y frustrado sale de sus sabrosos labios. Adoro fastidiarlo tanto.

—Larissa, dime cuál es tu propósito real conmigo. Porque no entiendo este comportamiento tan obsceno en una jovencita de tu edad.

—¿Obsceno? Pero si solo actúo con base a la personalidad que la naturaleza me ha brindado.

Me mira con ojos reprobatorios.

—Bien. Te seré sincera... —alargo las palabras buscando qué decirle. Me muerdo el labio simulando que pienso, cuando la verdad es que ya tengo la respuesta—. Lo tienes enorme y muy suculento, y cuando lo chupo me encanta.

—Larissa. Por favor, te pido que pares —me ordena deteniendo sus acciones bruscamente—. Esto no es sano para ninguno. Puedo tenderte la mano si es que necesitas ayuda, pero esto debe terminar.

—¿Perdón? ¿Acaso insinúas que tengo algún desequilibrio? Quizá hormonal, padre, lo admito. Sin embargo, más allá de eso, lo cuestiono. —Me cruzo de brazos algo molesta.

«¿Quién se cree que es para decir eso?», pienso mientras giro los ojos.

—En todo caso, debo alistarme para las confesiones de hoy. Por favor, vete. No toleraré otra sorpresa como la de ayer —advierte, yéndose sin despedirse de mí ni con una palmada en el hombro.

Es un hombre muy frío y descortés.

Lo observo mientras se aleja usando esa larga sotana negra que amaría ver cuando se la quita. Sueño con poder estar con él a solas en una habitación alejada del peligro y poder hacernos lo que queramos, liberarnos por completo y cederle nuestros cuerpos a la ociosidad y la perversión. Cierro los ojos sintiendo leves punzadas placenteras en el centro de mi entrepierna de solo pensarlo. Es que fantasear con Namjoon me pone fogosa a velocidad de rayo.

UNHOLY • K.NJ +18Where stories live. Discover now