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—¡Papi! Digo... ¡Padre! —exclamo y sorprendo a Namjoon por la espalda. Lo veo tensarse al mismo tiempo que se gira para verme—. Aquí me tienes, a un cuarto para las seis. No llegué tarde.

—Por lo menos tienes la puntualidad como característica positiva —me dice, dándome su plena atención—. Hubieras usado una falda unos cuantos dedos más larga, ¿no te parece? —expresa luego de examinar mi atuendo.

Me miro y no entiendo por qué la molestia. Es lo que uso siempre.

—Uno nunca sabe cuándo podría resultar beneficioso. —Jalo de la falda a la altura de mis muslos, haciendo énfasis en ella—. ¿Y desde cuándo te incómoda? Que yo sepa, tú la amas.

—No creo que sea apropiado si vas a conocer a los demás jóvenes. En realidad, no creo que sea lo idóneo bajo ninguna circunstancia.

Chasqueo los dientes y doy unos pequeños pasos hacia él.

—¿Qué pasa? ¿Te pone celoso que otros puedan deslumbrarse con mi figura? —Señalo mi cuerpo de arriba a abajo y él voltea los ojos.

—Me gustaría que por una vez te tomaras lo que te digo con seriedad.

Hago un puchero, viendo que es él quien no se aleja de ese concepto.

—¿Te sientes lista para ir ahora?

—No, pero qué más voy a hacer. Vayamos a conocer al grupito ese. —Hago una mueca y sigo a Namjoon de cerca, puesto a que se adelanta en dirección a una de las salas en la capilla.

Mientras caminamos lo hacemos en total silencio. Lo que me frustra. He de admitir que soy muy parlanchina y siento la fuerte necesidad de decir en voz alta cuánta genialidad se me atraviesa por la cabeza. Miro a Namjoon y él está con esa máscara rígida que jamás se quita. Es un amargado. Que sea cura no significa que deba tener el humor tapizado en el subsuelo. Le doy un leve codazo por el costado para obtener su atención y me observa desaprobatoriamente.

Ay, cómo no lo soporto.

—¿Y en este grupito... qué hacen? —pregunto buscando de qué hablar.

También porque hago papel de estúpida aceptando participar en algo que se sale completamente de mis conocimientos.

—¿Se toman de las manos y sonríen mientras saltan gritando: «Jesús es nuestro salvador»? —añado burlona.

—No precisamente. De todos modos, la coordinadora te dará la bienvenida y te explicará de qué va el grupo Jaces —dice y yo lo miro confundida tras oír aquél nombre.

No sabía que se tomaran el tiempo para nombrar sus sectas. Porque no debe ser muy distinto a eso, una secta de adoctrinamiento.

—¿Jaces? ¿Qué significa eso? —inquiero.

—Jóvenes alcanzando el camino del señor —responde lacónico.

Al llegar coloca su mano en el pomo plateado de la puerta para abrirla, y cuando lo hace, un círculo de personas sentadas en sillas blancas centra su visión en nosotros.

—Buenas tardes, jóvenes —se anuncia cortés pisando el interior de la sala— ¿Señorita Mel, puede venir un segundo?

Una mujer se gira hacia nosotros tras escucharlo y le sonríe. No tarda en levantarse para venir. Es una femina de baja estatura, de pelo castaño y con algo de sobrepeso, también usa unos lentes de cristal grueso que hacen que sus ojos se vean más pequeños. No debe pasar de los treinta y dos años. Tiene que ser la coordinadora.

—Dígame, padre. —Se detiene frente a Namjoon, a la vez que se sube los lentes sobre el puente de su nariz.

Es una lastima que oculte esos bellos ojos azules tras esos dos horribles culos de botella. Gracias a Dios me tocó tener buena vista.

UNHOLY • K.NJ +18Where stories live. Discover now