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Inhalo profundamente y cierro mis ojos intentando no dejarme llevar por la ira. Sin embargo, es bastante complicado. Lavo los platos aplicando más fuerza de la necesaria, guiada por lo que siento. Mamá me habla con su tono elevado al otro lado de la isla en la cocina y yo le lanzo una mirada corrosiva.

—Solo te estoy diciendo que sería de ayuda que no dejaras acumular los platos y los laves. Te quedas todo el día en casa, sería lo mínimo que puedas hacer —le digo, colocando el vaso boca abajo para que se le escurra el agua después de lavarlo.

—Si tanto te molesta hazlo tú, Larissa. Yo estoy ocupada.

Muerdo mi labio, casi hasta traspasarme la carne. Justo ahora la estoy detestando demasiado.

—¿Ocupada, mamá? Yo vengo de trabajar. Tuve que conseguir un empleo de medio tiempo para poder pagarme mis cosas, porque ni siquiera me das algo de dinero siendo mi madre. Todo te lo gastas en el trago y apenas tenemos la nevera llena —le digo, alcanzando la euforia—. ¿Y ahora tengo que venir a lavar los platos también? No seas descarada.

—Larissa, no me hables así. ¡Soy tu madre! —me recuerda, pero desde hace mucho tiempo no lo siento así.

—¡Entonces compórtate como una y cumple con tus deberes! —La miro y dejo los platos de lado, casi tirándolos.

—¡No me grites, Larissa! ¡Respétame! ¡Jamás olvides que soy tu madre y que me debes la vida! ¡¿Entiendes?!

Toma algo de la isla y me lo lanza. Mis reflejos me ayudan a esquivarlo y vuelvo a ella, cubriendo mi boca sorprendida. No esperaba eso. 

—¿Qué demonios tiene que ver eso con lo que te estoy pidiendo? ¡Dime!—le hablo, alterada por su previo ataque— Además, no vuelvas a hacer eso en tu vida, mamá. ¡Me pudiste hacer daño!

Busco el objeto que me lanzó con la vista y ahí está, hecho añicos en el suelo. Era un vaso de vidrio; chocó contra la alacena.

—No exageres, ni siquiera te di.

Mi boca se abre, atónita por lo que escucho. Es evidente que la alcohólica de Bianca y yo no tenemos una hermosa relación, aún así jamás hemos llegado a tener algún altercado físico. Esto me saca de mis casillas.

—Al menos agradece que esos platos quedan allí es porque te he hecho el desayuno y el almuerzo. Porque ni tu misma eres capaz de hacértelo.

—¿Por qué te estás comportando así? ¿Estás ebria otra vez? —le pregunto.

Ya no sé distinguir su «yo normal» de su «yo borracho». Ella gira los ojos y se reclina sobre la isla para descansar en ella. Su cabello rubio está desastroso, no lo ha peinado en días, sus ojos están algo cristalizados y rojizos, y tiene los labios agrietados. Y ni qué decir de su ropa, está desaliñada y sucia.

—¿Para qué quieres saber? Desde hace mucho tiempo no te importo —me dice, haciéndose la víctima—. Tú solo andas pendiente de un hombre. Eso sí lo heredaste bien de mí, ¿no? ¿Crees que no me he dado cuenta de que en los últimos años te pierdes y regresas con un tipo diferente? Hasta debiste haber engatusado al padre ese que vino a la casa también. Soy despistada, Larissa, pero no tanto.

—Quizá sí, soy parecida a ti mucho más de lo que me gustaría —admito—, pero a él no lo incluyas en esta conversación. Si algo a hecho él por mí ha sido brindarme apoyo y un lugar a donde me gusta ir luego del trabajo. Nada más.

Miento con lo último, no obstante, hay mucha razón en lo que le dije.

—Si tú lo dices —murmura, comenzando a jugar con sus uñas—. Algo que me pregunto, Larissa, y que espero que me lo aclares ahora, es: si ya que encuentras tanto placer en salir con hombres mayores que tú, ¿por qué no le sacas el provecho adecuado a eso? Nos ayudaría mucho en la casa si lo hicieras.

UNHOLY • K.NJ +18Where stories live. Discover now