Capítulo 7

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Todo ocurrió demasiado rápido para que tuviera tiempo siquiera de entrar en pánico.

De un instante a otro la capitana de la compañía de Reconocimiento estaba de pie apuntando con su hermosa y mortífera espada al rostro de mi recién adquirido benefactor, quien por alguna razón no se había movido ni inmutado siquiera con la amenaza del caballero frente a él.

Por supuesto que sabía que Diluc era un poderoso guerrero, pero Eula también lo era. En Mond es un secreto a voces que si Eula y Jean pelearan por el título de Gran Maestra de los Caballeros, Eula haría pedazos a la Jean.

Así que no cabía en mi cabeza razón por la cual Diluc parecía tan indiferente a la enfurecida y ebria mujer que le apuntaba con un arma con la que bien podría rebanarlo por la mitad.

Y entonces obtuve mi respuesta.

La acusadora mirada de Eula se desvió al piso. Su espada se desvió en arco dirección de las manecillas del reloj, hasta que la punta tocó el suelo, llevándose consigo a la capitana quien pareció perder la capacidad de sostener el arma. Eula terminó por soltar la empuñadura de la espada, mientras todo su cuerpo se encorvaba hacia el frene como si fuera a caer de boca.

Algo que no ocurrió gracias a que antes de que Eula pudiera terminar de precipitarse contra el suelo, Diluc la interceptó sosteniéndola por los hombros.

Después ocurrió lo que menos me habría esperado. Eula abrazó a Diluc con a ambos brazos y dejó reposar su cabeza en el hombro de él, como si fuera una niña buscando confort de su padre.

Pero obviamente no es ese el confort que ella está buscando. Pensé, mientras analizaba la escena frente a mí. Claramente, la capitana y el ex capitán frente a mi eran mucho más unidos de lo que demostraban ante el público. Puede que incluso fueran íntimos.

Vi mi hipótesis ser confirmada al ver a Diluc corresponder el abrazo de Eula. La rodeó por la cintura con su mano izquierda, mientras que la derecha se dirigió a la nuca de la heredera Lawrence, para poder acariciar sus cabellos.

En cuestión de segundos, Eula se acurrucó contra el pecho de Diluc y prácticamente empezó a ronronear como un minino alegre.

―Otra vez te pusiste esa colonia apestosa que detesto― reclamó Eula. Sus palabras entorpecidas por tener los labios pegados contra el abrigo de Diluc.

―Es el alcohol, Eula― respondió tranquilamente Diluc, evocando una sonrisa.

―Más te vale― dijo Eula, seguro tratando de sonar amenazante, pero apenas se escuchó como si estuviera haciendo un puchero ―Sabes que me vengaré si me mientes.

―Por supuesto― respondió él, para luego depositar un beso sobre la sien de ella.

Observe la escena completamente atónica.

Sencillamente no lo podía creer. Me pregunté seriamente si acaso seguiría en el hospital durmiendo o si me habría dado otro paro cardiaco rumbo al bar.

Eula Lawrence. La paria local, conocida también como la Reina de hielo, por su fría y abrasiva actitud con los habitantes de la ciudad, estaba comportándose como una princesa mimada.

Y el Rey sin corona de Mondstadt, que siempre actuaba con inmutable seriedad, ahora sonreía despreocupado y actuaba de forma cariñosa.

Había demasiadas ideas dando vueltas en mi mente como para pensar con claridad. Una de las razones, resultó ser un sentimiento desconocido para mí, que no tuve más opción que reconocer como envidia.

Sí, envidia.

Si bien estaba convencida de no estar enamorada de Diluc, estaría mintiendo si dijera que no me gustaría recibir la misma atención que Eula disfrutaba en aquel momento.

Una propuesta DecorosaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon