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Camino los mismos diez centímetros que media el espejo más grande de su habitación, estuvo casi dos horas, solo recuerda que, después de llegar de la universidad y dar todos los documentos pendientes para darse de baja —por el momento— llego para ...

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Camino los mismos diez centímetros que media el espejo más grande de su habitación, estuvo casi dos horas, solo recuerda que, después de llegar de la universidad y dar todos los documentos pendientes para darse de baja —por el momento— llego para mirarse al espejo, examino su cuerpo de arriba abajo hasta que su celular sonó con una llamada de su mamá, la colgó rápidamente porque le daba vergüenza, ¿qué le diría?, ¿cómo le diría que su hija menor está embarrada? No podía hacerle eso, recordar lo orgullosa que estaba cuando entro a una universidad extranjera. Emily realmente no se imaginaba embarazada, no podía imaginar su cuerpo en embarazo. Un niño creciendo en ella era irreal, ver con mes a mes su vientre se hacía más ancho para darle espacio, las incomodidades, lo que pensarían de ella en todos los lugares, cuando se cruce con sus compañeros de universidad. Todo por querer hundirse en el dolor que sentía cuando Milo le termino, cuando veía como ignoraba sus mensajes o cortaba sus llamadas.

Dentro de sí, prefería pasar por toda esa vergüenza de personas que recién la conocían antes que regresar a su país, su única responsabilidad eran los gastos de universidad y el alquiler semanal, era lo único que debía hacer y, aun así, sintió que fallo en algo tan simple. Milo Oktober era la menor de sus preocupaciones, justo en ese momento y situación no le importaba demasiado todo lo que lloro por él o por esos recuerdos.

Justo en ese momento, la propuesta de Eliot sonaba tentadora y cuando Eliot recibió la llamada del hospital, después de una semana esperando y preparando su mente para pagarle un aborto a la chica, buscar otra clínica y repetir el proceso si es que la rubia no lo demandaba se encontró con la sorpresa de que Emily había aceptado. Incluso su abogado quedo con la boca abierta cuando su demanda únicamente fue hacia el hospital por negligencia y otros cargos más.

Él se prometió nunca decirle a Emily que esa firmeza le gusto, realmente sabía que no demandaría de la forma en la que ella lo hizo, para Eliot todo era una constante amenaza que nunca cumplía por miedo a ser muy estricto. La respetaba por seguir sus amenazas, el hospital perdió la mayoría de sus próximos pacientes en cuando llego la noticia de una equivocación médica. Respetaba la firmeza que él no tenía, aunque también estaba en su derecho de quejarse sobre algo que ella no quería y acepto más por necesidad que por gusto.

Estuvo en una cafetería, sentado, escuchando como un abogado mucho más joven que el del hospital, destruía poco a poco los argumentos del porqué no demandar a unos irresponsables con la economía caída que tenía Boston justo en esos momentos. No pudo dejar de mirarla, ya no tenía esa coleta perfectamente recogida que parecía estirar su rostro, el traje que uso el día que amenazo al doctor tampoco estaba ni algo parecido a eso, aunque el frío del invierno parecía seguir estando presente hasta el siguiente mes, llevaba un bonito vestido blanco de cuello alto con lo que supuso eran mallas del mismo tono de su piel, unas botas blancas y su cabello ahora estaba suelto cayendo alrededor de sus caderas con unas hondas que se movían por el viendo cada que alguien abría la puerta de la cafetería, había algo en Emily que no dejaba de gustarle a Eliot, lo único que podía asegurar era que, cuando se enteró del error deseo que aceptara porque su hija tendría unos ojos muy bonitos, no solo eso, sería tan bonita como Emily.

Cuando tenía veinte, su mejor amigo le dijo que los sentimientos eran fugaces justo después de hacerlo tener una resaca de dos días porque su padre hizo que terminara con su novia. Para ese entonces, sabía que él estaba con una buena chica porque la conocía bien. Jamás imagino que dos amigos suyos fuesen novios sin que se diera cuenta, pero la cantidad de tiempo que pasaban en su internado fue suficiente para no verlos unos meses.

Comenzó a tomarse en serio lo de esa fugacidad cuando se casó, su amigo asistió a su boda contra el tiempo, enojado y creyendo que Eliot paso meses o años ocultándole a su prometida cuando realmente la conocía desde hace cuatro meses. Fue tan rápido que aún no podía procesar bien, que ya no estaba sin sentir ese cambio tan abrupto que fingía sentir la mayoría del tiempo.

Nunca considero que la fugacidad fuese un problema hasta que Emily se le cruzó.

—Miller —llamo, chasqueando los dedos frente a él.

La miro, Emily era demasiado para procesar en ese momento. Justo en ese instante no era algo que quisiera, por más que el corazón quiera salirse de su pecho cuando cruzaban miradas.

—Ramírez —saludo, sintiendo como sus pensamientos sobre que ella era mucho en ese momento se esfumaban—, no eres de aquí, ¿verdad?

Ella soltó una pequeña risa en lo que se sentaba frente al hombre, desde que era niña sus padres la hicieron entrar en clases de inglés, era lo suficientemente malo o Eliot tenía una excelente percepción, por lo general las personas se impresionaban cuando se enteraban de que Emily provenía de Colombia y preguntaban por qué o cuando dejo de ser negra. La mayoría de estas personas, en su mayoría, eran sus profesores de universidad y era seriamente decepcionante que profesionales preguntaran algo así. Para ella era una escena irreal de alguna película.

—Colombia.

—¿Qué parte? —Arrugo las cejas.

—¿Por qué el interés? —pregunto, mirando la carta que dejo una de las meseras.

Ambos se miraron unos segundos, ocultando una sonrisa entre la seriedad y la tensión que estuvieron pasando los últimos días.

—Tendrás a mi hija, debo saber algo, ¿no? —Emily suspiro.

Pensó en mentirle por un momento, pero al final dudaba que realmente fuese importante.

—Un poco de todo, mis padres se mudaban muy seguido, pero crecí en Bogotá.

—Habla español —ordeno, cruzando sus brazos sin dejar de mirarla.

—¿Qué quieres que diga? —soltó una risa nerviosa, por un momento pensó que era broma hasta que Eliot sonrió y se cruzó de brazos.

—No lo sé, preséntate, señorita Emily.

Estaba tratando de coquetearle, era obvio tanto para Emily como para la mesera atendiendo que se había quedado a unos centímetros, no dejaba de mirarlos con una sonrisa de burla. Para el único que no era claro era para Eliot quien no sabía lo que estaba haciendo o si estaba bien hacerlo.

—Me llamo Emily, soy de Colombia, me mudé hace un año para estudiar administración de empresas y odio la carrera.

No dejo de mover su cabeza de arriba abajo como si estuviera comprendiendo algo, solo entendió su nombre y de donde era. La verdad, le gustaba su acento, le gustaba oírla hablar.

De repente, Eliot sintió esa amargura sin explicación alguna, esa amargura que solo podían brindar los sentimientos demasiado familiares, adopto una postura sería para pedirle a Emily todo lo que debía pagar; su universidad, su renta, sus cosas del embarazo y cuando ambos estaban listos para irse notaron que el cielo estaba oscureciendo más de lo usual, ambos cerraron sus ojos con fuerza al recordar todas las advertencias sobre la tormenta que había esa noche, la razón por la que Emily busco a Milán como su abogado, ya que sería una buena práctica para él que estaba a punto de graduarse y sabía que tenía todas las de ganar con respecto a la demanda, sabía perfectamente que eso era una violación in-vitro, pero su plan no era tardarse mucho con la demanda, él fue quien la convenció de que Eliot no tenía culpa alguna y una parte de ella se alegró de que fuera así, ahora eran casi las siete, estaba a punto de nevar, el metro de seguro estaba congelado y ningún taxi la llevaría.

—Vida hijueputa...

Abrió los ojos al escuchar a Eliot estallar en una risa, había olvidado que estaba ahí y sintió su cara arder.

—Siempre quise escuchar a alguien decir eso —confesó, tratando de calmar su risa sin éxito alguno, parecía un niño pequeño que, por más órdenes que le diera la mirada amenazante de Emily, estaba listo para no escucharlas.

—¿Lo viste en Narcos? —Eliot asintió— Ustedes son asquerosos.

De nuevo lo escucho reír, aunque no lo supo, pero la risa de Eliot era algo tan extraño para él, últimamente que escucharlo era casi un privilegio que no tenía su hermana o la enfermera que la cuidaba.

Cuando dejo a Emily en su casa volvió a sentir esa amargura, esa amargura de la lluvia de estrellas fugaces que se avecinaba para Eliot. 

Recuerden avisar de cualquier error o falta ortográfica, por si no saben tengo dislexia, muchas veces se me complica mucho escribir pero trato de corregir lo mejor que puedo

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Recuerden avisar de cualquier error o falta ortográfica, por si no saben tengo dislexia, muchas veces se me complica mucho escribir pero trato de corregir lo mejor que puedo.
Para cualquier error pueden escribirme o comentar el párrafo o palabra y su error.

Gracias. 💛

A Las Flores Les Gusta El Silencio ✓ #PGP2024Where stories live. Discover now