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—¡Feliz cumpleaños, linda! —Emily le sonrió a la pantalla cuando vio el rostro de su hermana en ella

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—¡Feliz cumpleaños, linda! —Emily le sonrió a la pantalla cuando vio el rostro de su hermana en ella.

Los horarios eran muy diferentes, por un tiempo pensó que nueve horas de diferencia alcanzarían para al menos dos llamadas al día. Pero ahora, solo recibía una a la semana cuando tenía tiempo.

Su hermana comenzó a cantarle, era una canción de feliz cumpleaños que hizo únicamente porque a su hermana menor no le gustaba la misma fea y repetitiva composición de feliz cumpleaños. Se sintió especial al saber que su hermana mayor obligo a toda su familia a cantarla únicamente para ella, recordar el rostro de disgusto de los mayores y como el mellizo de Gema movía los labios en lo que fingía estar cantando porque se le olvidó la letra. Revolvió su cabello, sacándolo de la almohada.

—Cada año eres más adulta —susurro, era increíble como la ternura de sus palabras podía atravesar esos cuatro mil doscientos doce kilómetros que las separaban. Si decía que era su hermana favorita, estallaría una pelea en su casa.

—Es mi vida, yo decido cuando seré adulta.

—Emily, cuando papá te regañaba, tomabas una maleta y empacabas «lo importante» —Gema hizo comillas con sus dedos—, empacabas un Tablet, dos mudas de ropa y un cepillo de dientes. Salías gritando que ya estabas grande para que un enojón como papá te ordenara.

Suspiro, lanzándose en la cama de nuevo.

—Mi primer paso hacia la adultez.

Sonrió, sintiendo un nudo en la garganta. Todos en su casa sabían que ella era la favorita por ser la más pequeña, pero, mientras su madre podía dividir atención para todos, su padre parecía tener ojos solo para ella. Emily era su adoración y de pensar como estaría de saber que su hija consentida estaba fuera de su país y embarazada de quién sabe quién..., eso sí lo habría matado.

Siempre pensó en la idea del amor y el núcleo familiar como algo simple, cuando la idea se metió en su cabeza, tenía dieciséis años, Milo aún era su novio y comenzaron a planear un futuro después de tres años de relación. Pensó que su primer embarazo sería casada, con su carrera terminada, un negocio y obviamente alguien que amaba. No pensó que todo se iría así de rápido con Milo dejándola.

Ya no podía ocultar las ojeras, los pensamientos recurrentes sobre su embarazo la estaban dejando con un insomnio horrible que no la dejaba descansar más de tres horas, la idea del parto era lo que más le aterraba porque en las prácticas de enfermería que su padre la obligo a tomar y lo poco que sabía sobre eso era suficientemente tenebroso para ella como para no dejar su mente tranquila. También estaba asustada, por Eliot. Un hombre soltero no alquila un vientre, la lógica la seguía y gritaba que algo estaba mal porque lo hubiese adoptado. Se veía y demostró tener suficiente dinero para tener un orfanato.

O, quizá era gay y lo tenía muy bien guardado.

Aunque, los comunicados de prensa que había visto Emily en los periódicos y revistas sobre economía eran una Guía para ser como Eliot Daniel Miller, en pocas palabras, su trayectoria y como paso de trabajar de recepcionista en un hotel en Los Ángeles hasta crear sus propias industrias, no solo como hotelero, también tenía un par de aerolíneas que solo brindaba vuelos a celebridades o lugares que ella, ni con todo el esfuerzo del mundo podría pagarse. No se veía en un avión privado solo para cinco personas, azafatas, enfermeras, piloto y copiloto.

Había leído todo tipo de escándalos de sus aerolíneas, como cuando un guardia arresto a una actriz y su novio por casi haber tenido relaciones durante el vuelo.

Escándalos de los que Eliot, en su mayoría, no se había enterado, sino hasta meses después, no era muy apegado a las redes o noticias, tenía los pies en la tierra y existían cosas que lo perseguían, cosas lo suficientemente oscuras para fijarse en la oscuridad que habitaba el mundo en el que él habitaba. Era como ser una presa y un cazador en un mundo donde únicamente había cazadores.

—Adivina.

—Me acabo de levantar Gema, dame tiempo para procesar mi existencia y te adivino lo que quieras —pego su rostro en la almohada, dejando escapar un largo grito, largo, tedioso y merecido grito—. Listo, ¿quién murió?

—Sádica —se quedó en silencio— ¡Mamá está embarazada! —grito con entusiasmo—. Dejarás de ser la consentida de la casa y pasaras a ser un mortal más.

—Nacerán casi al tiempo —se dijo a sí misma.

—¿Qué?

Entonces, Emily reacciono, salto de su cama como Tigger mirando su habitación sin reconocerla, miro la pantalla de su celular con la cara de su hermana teñida en rojo, no podía mentirle.

—¿Mamá está embarazada?

—Emily, ¿qué putas hiciste? —Exigió respuestas—, ¿cómo es esa mierda de «al tiempo»?

—Alex.

Su hermana de repente soltó una carcajada cargada de sarcasmo.

—¿Alex, Alex, la lesbiana está embarazada? —Solo hasta que su hermana lo dijo se dio cuenta de que había metido la pata en un charco muy grande— Por dios Emily, te enseñe a mentir mejor que estas maricadas. ¿Qué hiciste mujer? Dios, cuando mamá se entere.

—No, una amiga de Alex está embarazada, me lo contó hace poco porque le gustaba la chica y ahora resulto con esto... Gema, no te escucho.

—¡Emily, no me cuelgues! —la amenazo, cuando Gema gritaba, le daba miedo.

—NO TE ESCUCHO.

—¡EMILY FLOR RAMÍREZ!

Y colgó.

Al instante recibió otra llamada que ignoro, y después otra que también ignoro.

El resto del día se resumió en llamadas de Gema cada quince minutos y Emily, ignorando cada una, incluidos sus mensajes al no saber que responder, entro en un pánico interno que no la dejo salir sino hasta que alguien golpeo la puerta.

Eliot entró con tanta confianza, llevaban un par de semanas así, él la visitaba y fingían hablar del embarazo, aunque solo necesitaban un poco de compañía. Estuvo enfermo una semana entera y, aunque no iba a decirlo en voz alta, Emily lo extraño. Extraño hablar de su embarazo a terminar hablando de cosas que Eliot hizo en su adolescencia y que Emily hizo en su niñez.

—Se me salió —confeso en cuanto cerró la puerta.

—¿Qué cosa? —la miro de arriba abajo sin comprender.

—Le dije a mi hermana sobre el embarazo, bueno. Algo así, dios me va a matar en cuanto se entere de esta estupidez.

—¿Por qué no quieres que se entere?

—Tengo veinticinco, Eliot. Si algo me enseño mi madre es que un embarazo antes de los treinta es un castigo seguro y dejara de hablarme. No quiero que mi mamá deje de hablarme Eliot —lo abrazo, no podía explicar la calma que le dio abrazarlo—. Es una hipócrita, tuvo a Gema y Luis a los diecinueve. ¿Crees que pueda defenderme con eso?

—Y yo quisiera que la mía deje de insistir en hablarme, pero así es la vida preciosa, atente a las consecuencias.

Dijo con seriedad, cuando Emily abrió mucho los ojos, por fin sonrió.

—¡Pero que fue tu culpa! —se encogió de hombros.

—No te obligue a firmar.

—Puedo decir que me obligaste, ir con mi abogado a decir que me ofrecías dinero para tenerlo o usarías ese dinero para arruinarme.

Él sonrió, la vio apoyar su mentón en su pecho, lo estaba amenazando. Aunque era un juego, se veía con la capacidad y con las hormonas suficientemente alborotadas para hacerlo.

La tomo por la cintura y comenzó a balancear sus cuerpos de un lado a otro, con suavidad. Cuando se miraron a los ojos, ella quedó con más dudas, la insistencia para tener ese bebe la dejaban en un abismo porque, Eliot tenía dinero para alquilar otro vientre, pero no lo hizo.

—¿Demandarme? —su tono salió casi burlesco. Dejo de abrazarla y con el dedo índice elevo el mentón de Emily. Le gustaba ese azul, era tan tranquilo que dudaba que fuesen ojos reales.

—Te quitaré todo, Miller.

—Tengo una idea de lo que me puedes quitar, pero puede que no te guste —cruzo los dedos.

—¿Cuál es?

Emily no iba a ceder a que alguien mucho más alto y fuerte que ella la intimidara en lo más mínimo y Eliot no iba a ser amenazado. Aunque fuese un juego, no estaba acostumbrada a un no como respuesta y él aún no se adaptaba a que alguien lo retara.

Eliot era un hombre de primeros pasos, sabía que las oportunidades se escapan entre los dedos como el agua. Todos le recordaban que era muy mandón y quería que todo fuese como él quería, pero cuando ella jaló su corbata para besarlo, no pudo hacer nada más que obedecerle ciegamente.

 Todos le recordaban que era muy mandón y quería que todo fuese como él quería, pero cuando ella jaló su corbata para besarlo, no pudo hacer nada más que obedecerle ciegamente

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Recuerden avisar de cualquier error o falta ortográfica, por si no saben tengo dislexia, muchas veces se me complica mucho escribir pero trato de corregir lo mejor que puedo.
Para cualquier error pueden escribirme o comentar el párrafo o palabra y su error.

Gracias. 💛

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