🖇 EXTRA II 🖇

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La nieve casi que cesaba en Forks, aún así las calles estaban resbaladizas. Eso lo confirmó Freya cuando bajo del auto de su esposo y casi cae frente a la casa de su padre.

Si. Alec y Freya se habían casado hacía ya un año.

Charlie no lo sabía, en realidad nadie más que los Volturi y sus amigos lo sabían. Freya no quiso invitar a su padre por miedo a que iba a estar rodeado de vampiros, no era una buena opción.

─¿Te encuentras bien?

La pregunta de Alec la tomó por sorpresa, aún con sus sentidos más desarrollados seguía asustándose cada que aparecía de esa manera sin hacer ruido.

─Si, fue un momento de torpeza, no me acordaba que se sentía estar en este lugar.

Respondió con una sonrisa.

Rápidamente se dispuso a dar media vuelta e ir a la puerta trasera del auto. Sebastian ya había abandonado el automóvil, estaba de pie a un lado de su padre, mientras que Francesca seguía en su sillita infantil.

─Ven con mami.

La pequeña niña de dos años al ver a su madre sonrió en grande y tendió sus bracitos hacia ella. Freya la sostuvo sin esfuerzo alguno y cerró la puerta. Estaba tan emocionada que no podía dejar de sonreír. Iba a ver a su padre después de casi tres largos años.

Alec miró a su mujer caminar a paso cuidadoso con su muñeca en brazos, cuidando de no caerse. No podía dejar de mirarla, las lentillas azules que usaba la hacían parecer tan humana que le robaba el alma, aunque no tuviera una. Y lo que más lo mataba era que la niña que estaba en sus brazos era idéntica, eran iguales. Sebastian con lentillas también era muy parecido a Freya, tenía ese aire risueño de su mamá a pesar de su semblante serio.

Freya al quedar frente a la puerta blanca de la casa tomó una bocanada de aire aunque no lo necesitara. Y con mano firme tocó el timbre y golpeó la puerta. Suplicaba a sus adentros que su papá esté, quería verlo, quería saber como estaba, quería saberlo todo.

Al escuchar pasos acercándose Alec tomó Fran en brazos, para dejar que su esposa saludase a su padre como debía.

Por otro lado, Charlie camino hacia la puerta dejando a Bella y Edward con Renessme en el salón, Jacob hacia una chocolate caliente en la cocina, aunque dejó de hacerlo al oler algo putrefacto y escuchar un corazón bombear sangre. Al momento de que Charlie habría la puerta quedo estático.

Sus ojos marrones quedaron estancados en aquellos azules artificiales. Miró con detenimiento la piel pálida de su hija, aquel cabello perfecto y de aspecto sedoso, su figura igual de bajita, tal cual la recordaba.

─Danielle.

Freya soltó un suspiro innecesario. Odiaba ese nombre, pero como extrañaba que él la llamara así. No lo dudo dos segundos cuando abrazo a su padre. Él estaba más canoso de lo que recordaba, estaba más grande, no en altura, sino en edad, se le notaban los años.

─Hola, papá. Te extrañe muchísimo.

─Voy a dejar pasar el hecho de que no se nada de ti desde hace años, solo porque estas aquí.

Freya rio suavemente con cariño. No podía explicar lo mucho que extrañaba a ese hombre.

Charlie se separo de su hija y miró a las tres personas que estaban en su pórtico. Freya se dio cuenta de eso y decidió presentarlos.

─Papá, él es Alec ─dijo tomando la mano del nombrado─, es mi esposo.

Charlie abrió los ojos notablemente sorprendido, no esperaba aquello, aún así le tendió la mano, a forma de saludo.

─Este gran muchacho de aquí es Sebastian ─miró al adolescente que aparentaba dieciocho años, aunque realmente tenía dos años de edad.

─Soy un primo lejano de Alec, un gusto ─habló marcando su acento italiano, y le tendió la mano al que era su abuelo, aunque él no lo supiera.

─Y esta pequeñita de aquí es Francesca.

─Es nuestra hija.

La confesión de Alec sorprendió nuevamente al humano, mientras que la pequeña sonreía mientas tendía su mano agitandola con claro entusiasmo.

─¿Por qué mejor no pasan? ─dijo el hombre ─. Esta Bella también.

Aquello no sorprendió a nadie, Freya había escuchado a su hermana susurrarle algo a su esposo, también sabía que estaba Jacob en el lugar, podía sentir su olor a perro mojado desde afuera.

Al momento de pasar se fijo que todo estaba tal cual lo recordaba, las escaleras, aquel sofá viejo frente al televisor, la mesa redonda del comedor, la entrada a la cocina, la entrada a la sala de estar donde estaba la chimenea. Y donde también estaba su hermana.

─Hola, Bella ─saludo, aunque su hermana solo miraba con desconfianza a Alec y a su copia de ojos azules.

Freya por su parte miro a Edward, seguía igual, y luego miro a Renessme, ella tenía un aspecto más joven que su hijo. Mientras que Sebastian parecía ya una persona adulta, Renessme parecía una niña de doce o trece años como mucho, aunque ella era más grande en edad humana que él. Era curioso a cierto punto.

Edward por su parte miraba curioso a la niña de dos años que camina de manera torpe en el piso, Alec la había bajado de sus brazos y ella se concentraba en meterse la mano en la boca y observar todo con ojitos curiosos.

─Es igual a ti.

Freya miro a su hermana y sonrió, era verdad, tenían un gran parecido.

El día paso sumamente rápido, cuando quisieron acordar era tarde en la noche, sin embargo, Freya le prometió a su papá que iban a quedarse durante un tiempo corto, que iban a poder mirar todos los partidos de béisbol que él quisiera y saldrían a pescar cuando tengan tiempo libre.

─Dile adiós al abuelo.

La pequeña Fran murmuró un intento de palabra y mientras babeaba una de sus manos y agitaba la otra a modo de saludo. Charlie sonrió ante la bonita imagen y luego vio como su hija se iba con su esposo, su hija y aquel muchacho.

PRINCIPESSA | Alec VolturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora