Resident Evil Village One Shots

Alcina Dimitrescu

Holi, les aviso que ya esta disponible el tercer capítulo de "me siento eterna" vayan a darle amor y cariño. El capítulo 4, les prometo, va a ser una maravilla entre las hermanas y madre Dimitrescu y la protagonista.

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No puedes mantenerme aquí…” 

"Al diablo que no puedo". 

¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Días? ¿Semanas? 

No podías moverte. Lo habías intentado, sintiendo el cuero áspero y desgastado que amenazaba con quemarte la piel por la fricción. Trataste de luchar contra eso, gimiendo mientras perdías tu fuerza por las ataduras. Su risa comenzó a ahogar tu propia voz, profunda, una risa sensual que sonaba mientras escuchabas el eco de sus pasos por la habitación. 

Lo que sea que haya sucedido, tu visión se nubló y se aclaró en momentos de cortos segundos, meros segundos para tratar de descubrir qué había estado sucediendo. Podías sentir una brisa rápida cuando ella se acercó, la pequeña deriva rozando tu piel mientras continuabas retorciéndote con un desafío desesperado reflejado en el filo de tu mirada. 

Podías sentir una mano en la cama, luego la otra, sentir que el colchón se levantaba con el nuevo peso asentándose sobre el satén. Intentaste apartar la barbilla de la mano enguantada que la acariciaba; esa risa profunda y melosa ahogaba más tus pensamientos. 

Ella respondió a tu frialdad. 

“Oh, ven y comportate bien. Te desmayarás si no comes. 

"¿Qué te importa, eh, desconozco tus razones para mantenerme con vida pero definitivamente no pueden ser buenas?" 

"Oh, cariño, me importas, no pienses que busco lastimarte". Ella detiene su discurso. "La carne no me sirve seca y afligida". 

"Entonces dejame en paz, dejame morir o liberame. No pienso cooper con tus deseos, peor sea lo que sea lo que busques de mí, te lo dare si eso implica nuestra libertad". 

Le encantaba jugar contigo de esta manera, se maravilló de la rápida vuelta de tu cuello, exponiéndolo a ella. Te estremeciste dentro de tus grilletes. 

“Dale un mordisco, ya…” Dijiste, apretando los dientes. 

Esto solo la hizo gemir con una divertida satisfacción, el gemido se convirtió en una risita mientras giraba tu cabeza para verla completamente. 

“Tú no sales de esto tan fácil… Además, ¿qué vamos a hacer con tu amiguita? Habrías venido hasta aquí por nada...” 

Pensaste en Lenora, en sus ojos preocupados cuando te vio entrar en el castillo, en lo hundidos que estaban. Tan plagada de miedo y fatiga.

Cuando no respondiste, chasqueó los dedos y, de inmediato, apareció Cassandra, que se lamió los labios con una sed de sangre disciplinada. Quien te sonrió con un guiño de complicidad, antes de dejar la bandeja de comida. De repente, los diversos olores se precipitaron hacia ti. Ella te había traído algo con tocino, cómo el olor redujo tu estómago a gruñidos bajos e impacientes. Había sido fresco, la boca comenzaba a hacerse agua con el olor del bistec sazonado con mantequilla, romero, pimienta blanca bien molida, un toque de limón y ajo picado de manera muy fina.