Bela Dimitrescu

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   ¿Dónde? 

Loyce sostuvo entre sus manos el plumero que estaba sobre una pequeña mesa de café de sauco y se puso a trabajar, comenzando a desempolvar todas las mesas y relojes de la habitación antes de finalmente fijar su mirada en el orgulloso piano frente a ella.

Era un instrumento hermoso, con un acabado en cerezo oscuro y bordados dorados a lo largo de las patas y el cuerpo del piano. Muchas veces Loyce podía escuchar a alguien tocando una o dos piezas en su recorrido diario por el castillo, y sin duda era la señorita Bela; era ella la que tenía una personalidad más artística y metódica cuando se trataba de cuestiones que respondían a la música, con gusto por las piezas clásicas de compositores como Scriabin y Chopin. En ocasiones, Loyce entraba a la habitación para buscar algo para Lady Dimitrescu y la encontraba allí tocando, y Bela luego levantaba la vista para asentir cortésmente en señal de reconocimiento, detalle en el que no reparaba con todo el personal del castillo.

De la parte superior del piano Loyce comenzó a quitar el polvo del escudo de la familia Dimitrescu, un círculo redondo de oro con un sello en forma de cruz en el centro, grabado con patrones de rosas y dos espadas largas envainadas en diagonal que se cruzaban entre sí. Siempre había admirado la arquitectura y el diseño del castillo, con sus arbotantes que escalaban en el tejado con vistas al pueblo, hasta el diseño del patio y el atrio de cristal, a Grace le encantaba todo.

Mientras seguía quitando el polvo, Loyce reflexionó sobre su estancia hasta el momento. Habían pasado tres meses y medio desde que entró por vez primera por la siniestra puerta del castillo Dimitrescu y aceptó el trabajo como sirvienta de la casa. El esplendor y el tamaño del castillo contrastaban marcadamente con la miseria en la que creció en el pueblo y con el apoyo de su familia después de pedir la bendición de la Madre Miranda. Loyce fue bendita con el nuevo puesto de sirvienta residente en el castillo.

Había pasado un tiempo desde la última vez que vio a su familia, aunque no fue tan malo, tenía una habitación pequeña y pintoresca en la que se hospedaba, comida y agua en un hermoso castillo. ¿Qué más podría querer? (Derechos laborales, le hace falta un sindicato.)

Todavía recordaba haber visto por primera vez a Lady Dimitrescu y a sus hijas ese fatídico día.
Era una mujer muy, muy alta, con un sombrero y un hermoso vestido blanco que sólo podría haber soñado tener cuando era niña. Su cabello negro azabache siempre estuvo inmaculadamente rizado, y su delineador de ojos y su lápiz labial rojo intenso siempre la complementaban tan bien que Loyce siempre había estado celosa de su belleza.

Loy, querida —saludó la dama del castillo con el apodo que le había dado cuando finalmente tomó asiento en el comedor. Su voz se adaptaba muy bien a su apariencia, imponente pero con una suavidad y aplomo que Loyce asociaba con crecer siendo de clase alta y una extensa posesión de nociones acerca de modales.

¿Supongo que entiendes cuáles son tus deberes mientras te quedas en mi castillo? —le espetó Alcina con soltura.

Sí, mi señora.

Bien, pareces una chica muy inteligente. Mis hijas y yo esperabamos con ansias tu estadía en este castillo. Confío en que serás una compañía agradable.

Hablando de eso, mi señora... —Lady Dimitrescu chasqueó los dedos e hizo un gesto con bella floritura para que entraran tres mujeres jóvenes.

Hijas, ella es Loyce, se quedará con nosotras por un tiempo. Por favor trátenla como lo harían con una compañera o una especie de ayuda. Su trabajo es hacer uso de diferentes habilidades por todo el castillo, manteniéndolo todo limpio y en su lugar. Quitar el polvo, trapear y dejar brillando los lugares más sucios es de lo que ella se hará cargo, aunque también las ayudará en todo lo que necesiten o deseen si así lo solicitan.

Resident Evil Village One ShotsWhere stories live. Discover now