Un poco de fuego.
Elina casi había conseguido salir por la puerta trasera de la zona adueñada por la hija de enmedio de la dama del castillo, estrictamente hablando, lo había logrado.
Ambos piernas habían traspasado el umbral y a la puerta solo le faltaba una rendija para cerrarse. Entonces escuchó la voz de su amante y señora, y se quedó completamente quieta. Sabía que no había cometido ningún fallo y conocía hasta la perfección el más mínimo sonido que podía producirse en aquella parte de la edificación. No se trataban de los sencillos trucos que cualquier chiquillo consideraría astutos, estrategias cómo llevar los zapatos en las manos, dejar abiertas previamente las puertas que chirrían, amortiguar las pisadas caminando por la alfombra. No, Elina sabía mucho más.
Había aprendido a moverse por una habitación sin apenas desplazar el aire. Ella sabía qué escaleras suspiraban si había llovido la noche anterior, qué ventanas se habrían con facilidad qué postigos atrapaban el viento. Sabía cuándo vale la pena dar un rodeo por fuera y subir al tejado porque haría menos ruido que si iba por el camino más corto, por el pasillo de arriba.
Para muchos habría bastado con eso, pero en las raras ocasiones en que de verdad le importaba, para Elina el éxito era más aburrido que contemplar la superficie opaca y gris de un senadal.
Le parecía bien que los demás se conformarán con la excelencia, pero ella era una artista. Por eso sabía que el verdadero silencio no era natural.
Para un oído atento, el silencio suena como un cuchillo que desgarra la oscuridad. Así que, cuando Elina se desplazaba por los pasillos vacíos, pisaba las tablas de los sueros que eran de madera como si fueran un instrumento, un suspiro, una pausa, un chasquido; un chirrido. Son los sonidos que sorprenderían a un huésped que intentase conciliar el sueño, pero para alguien que vivía allí no era nada, era menos que nada, era el cómodo sonido de unos pesados huesos que se encajaban poco a poco en la tierra, tan fácil de ignorar como la amante que por las noches se remueve a tu lado en la cama.
Consciente de todo eso, Elina miró lo que había detrás de la puerta que había cruzado. Se mantenían bien engrasadas las reluciente bisagras de latón, pero aún así corrigió la posición de la mano, tirando el picaporte que sostenía un poco hacia arriba para que el peso de la hoja no descendiera, y entonces sí dejó que se cerrase lentamente detrás suya. Una mariposa nocturna habría hecho más ruido.
Se irguió cuan poco alta era, río un poco viendo la persona ahora frente a su mirada. El joven gozaba de un semblante tierno, pícaro, salvaje al deslumbrar en esa piel tersa y bronceasa, casi pareciendo que la caja de libros, gozadora de toda la atención del chico, era devorada por aquella mirada de ojos color verde de una tonalidad como la de las hojas de los fresnos. En ese momento, más que un joven disoluto, parecía un niño travieso que hubiese robado la luna y estuviera planeando comérsela como si fuera un fino y pálido pastel plateado. Su sonrisa era como el último creciente de la misma luna, afilada y enseñando dos hileras de perfectos dientes blancos y que destacaban el rosa de esos labios carnosos, peligrosa era esa sonrisa. Sería complicado si se intentara que los más ilustres pinceles, posesiones materiales de los artistas con mejores manos para plasmar la belleza del mundo, hubiesen fracasado estrepitosamente, era pues el joven tan hermoso como la vista de una charca en medio de una enorme piedra y que en el agua poco profunda se le reflejan las estrellas en un mar de rizos negros.
-¡Elina! -lo llamaban para que volviera a pasar a la parte del Castillo que le pertenecía a Cassandra.
No fue nada tan burdo como un grito, su amada no berreaba como un granjero que llama a sus vacas, y sin embargo su voz llegaba tan lejos como un cuerno de caza. Elina sintió que la voz tiraba de ella como si una mano le oprimiera el corazón. Suspiró, pasó por la puerta y entró de nuevo con paso enérgico y ligero. Se movía como si bailase, era bajita, morena, bella. Cuando fruncía el diseño, su cara seguía manteniendo más ternura que la de otros cuando sonríen.

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Resident Evil Village One Shots
Romanceone shots de resident evil village personajes de re8 a elección, hagan sus pedidos Ningún personaje de la saga resident evil me pertenece.