8. Cita a ciegas | Charlos

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Cita a ciegas | Charlos

Carlos siempre se había catalogado como una persona mal afortunada en el amor. A sus 28 años había tenido bastantes experiencias amorosas, las suficientes como para poder afirmar con certeza que quizá aquello no era para él. Más sin embargo jamás se había rendido en su búsqueda por la persona correcta, una pequeña esperanza aún albergaba en el interior de su ser.

Era frustrante la forma en que comenzaba a conocer a alguien que le había llamado la atención, pero después de unos cuantos encuentros dejaba de ser emocionante, nunca nadie había logrado encender esa chispa que le faltaba a la vida del español.

Bueno, una vez hubo alguien. Una persona que logró enamorar completamente al joven, alguien que robó su atención e hizo con el lo que quiso, lo elevó hasta el cielo y luego simplemente cayó al piso sin siquiera alguna advertencia, aquella relación definitivamente no terminó muy bien y a pesar de todo eso, era lejanamente, la persona  a la que más había amado jamás. Quizá la única persona a la que había amado realmente.

Pero para Carlos, el pasado pisado, como solía decir. No podía estancarse en cosas que habían pasado hace años, la vida continuaba su curso y no se detenía a esperar a nadie. Además, aquellos sentimientos que alguna vez brillaron fervientemente en su pecho ya no existían, estaban enterrados hace mucho así que no había nada por lo que sufrir ni preocuparse.

El reloj que se encontraba en la mesita auxiliar marcó las 7:00 en punto comenzando a emitir un irritante sonido sin piedad, como si estuviera dispuesto a acabar con la tranquilidad de la habitación. Cada segundo que pasaba, su tono agudo y constante se hacía más insoportable, y pronto se convirtió en el sonido más desagradable que Carlos había escuchado en su vida. Con un suspiro cansado, estiró su brazo para apagarlo, pero sus dedos torpes parecían no encontrar el botón adecuado causando que tuviese que abrir los ojos, los cuales parecían estar pegados con algún tipo de pegamento extra potente ya que le resultaba sumamente dificultoso despegarlos. Pero lo hizo, y apagó aquel aparato, al cual le tenía tanto odio que quería lanzarlo por la ventana, no se sorprendería si realmente un día lo hiciera.

Se estiró en la cama y sintió las sedosas sábanas rozar su tostada piel semidesnuda. Con sus manos frotó ligeramente su rostro y luego contó hasta tres para tomar la fuerza de voluntad necesaria para levantarse de aquella suave y tibia cama que tanto amaba.

Cuando por fin lo hizo, camino descalzo hasta el gran ventanal que era la principal fuente de luz en aquella habitación, el sol naciente se reflejaba en el sosegado mar mediterráneo. Aún adormilado camino hasta la cocina y preparo un café cargado y sacó un pequeño paquete de magdalenas que tenía guardadas en la alacena.

Mientras consumía sus alimentos, repasaba su agenda, la cual se encontraba plasmada en la pantalla del móvil. Tenía una reunión en el despacho con sus superiores a las 9:00, más tarde debía reunirse con un cliente para mostrarle los planos que había elaborado para un importante edificio que se construiría en las afueras de Mónaco. Había pensado en quedarse lo que le restase del día en su oficina, concluyendo los planos faltantes y organizando demás papeles, ahí almorzaría, y cuando cayera la noche volvería a su departamento solo a prepararse para la cena programada en Le Grill.

Era muy ridículo si se era completamente sincero, lo que había hecho realmente lo avergonzaba porque lo hacía parecer como un solterón desesperado por eso no se lo contaría a nadie. Jamás nadie sabría que se descargó una aplicación de citas a ciegas, tampoco sabrían qué pasó semanas hablando con un desconocido por medio de esta sin siquiera haber intercambiado nombres, ni mucho menos se enterarían de que había acordado una cita con ese chico el cual fácilmente podría resultar ser un secuestrador o asesino serial. ¡Es que nadie lo comprendería! Pero ya estaba realmente harto de no encontrar a ninguna persona que quisiera soportarlo, estaba a dos años de cumplir los 30 y parecía que viviría en completa soledad porque ni siquiera tenía perro que le ladre, por eso se había decidido a intentar estrategias disímiles, ¿no era que las personas decían que para hallar resultados diferentes es necesario probar métodos diferentes? Bueno, él lo estaba haciendo y realmente se había atrevido a salir completamente de su zona de comfort.

One Shots | Pilotos de la fórmula 1 [gay version]Where stories live. Discover now