12. Flores para Lando | Carlando

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Flores para Lando | Carlando

La mañana se alzó temprana, todavía oculta bajo el resguardo del horizonte. Lando y Max compartían el apartamento, pero parecía que cada uno existía en su propio universo. Con el suave tintineo del despertador, el británico se levantó, consciente de que el inicio del día traería consigo la sombra del mal humor de su esposo. Rápidamente, se deshizo de su pijama y se vistió con la primera camiseta que encontró, una sudadera oversize y unos pantalones de chándal oscuros.

A medida que el neerlandés  se alistaba para ir al trabajo, apenas intercambiaron palabras. Ni siquiera se daban los buenos días, como solían hacer antes. Max parecía absorto en sus pensamientos y evitaba cruzar miradas con Lando mientras salía de la habitación. Por su parte, Lando se contuvo para no decir nada, consciente de que cualquier comentario podía llevar a una pelea innecesaria. En su lugar, se dirigió a la cocina con rapidez para preparar el desayuno.

Con esfuerzo intentaba mantener una actitud positiva, pero cada día se volvía más desafiante que el anterior. Aquel matrimonio que una vez le había llenado de ilusión ahora se sentía como una pesada carga. El silencio se apoderaba de lo que antes llamaban hogar, rompiéndolo solo con los sonidos de los utensilios de cocina.

Con premura, el joven llevó dos platos con tostadas francesas y dos tazas de café a la mesa. Esperaba al menos un "gracias", pero el rubio simplemente tomó asiento sin dirigirle una mirada. Lando se sintió ignorado y herido, pero hizo su mejor esfuerzo por mantenerse firme.

—¿Más café? —preguntó, tratando de llenar el espacio vacío con alguna conversación después de unos minutos al notar que la taza de su esposo ya no tenía más líquido oscuro.

Max asintió sin decir una palabra y Lando sirvió la bebida caliente. Intentó una vez más:

—¿Cómo fue tu día ayer en la oficina?

—Igual que siempre —Max contestó con desinterés, sin mostrar ganas de dar más detalles.

Lando asintió, comprendiendo que cualquier esfuerzo adicional por profundizar en la conversación sería en vano. El resto del desayuno transcurrió en silencio, solo interrumpido por el suave sonido de los cubiertos chocando contra los platos y la televisión encendida con el noticiero matutino, como un intento de llenar el vacío y romper la incomodidad reinante. Ambos fingían prestar atención a las noticias para evitar hablar entre sí, aunque en realidad no les interesaba en lo más mínimo. Esa había sido su nueva rutina, su nueva normalidad, muy distante de los primeros años de su matrimonio.

Una vez que el ojiazul terminó de desayunar, se levantó y se dirigió a la puerta sin decir una palabra. Lando lo miró partir, sintiendo un nudo en la garganta. Se preguntaba qué había sucedido con el amor que alguna vez compartieron y cómo habían llegado a ese punto en el que apenas cruzaban palabras. ¿Cuándo habían dejado de despedirse con besos?, aunque creo que la verdadera pregunta era, ¿cuándo fue la última vez que se habían besado? Parecía que había pasado una eternidad desde ese momento, y Lando no podía recordarlo con claridad.

Después de que Max se marchó, Lando suspiró profundamente mientras recogía los platos. Se sentía atrapado en una vida que ya no reconocía, en una relación que había perdido su chispa y pasión. Mientras lavaba los platos, una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Se sentía agobiado, como si estuviera atado de manos. A pesar de los problemas, Lando se aferraba a la idea de que el matrimonio era para siempre, tal como sus padres se lo habían enseñado. ¿Cómo podría siquiera considerar el divorcio?

Además, a pesar de la actitud distante de su esposo, Lando seguía sintiendo nostalgia por los tiempos vividos juntos. ¿Sería posible recuperar esa conexión que alguna vez tuvieron? ¿O aquel Max que lo enamoró ya no existía más?

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⏰ Last updated: Aug 25, 2023 ⏰

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