Capítulo 4: La sed y el mar

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El duque Nell Phantom.

Para saldar las deudas que la familia Phantom acumuló mediante acuerdos comerciales infructuosos, y como único heredero de la familia, se arriesgó y le juró lealtad al emperador; luego se lanzó a la batalla como un lobo solitario.

El sabueso de caza del emperador.

Durante esas campañas dentro de la guerra, captó el aroma a hierro y vio sus manos teñirse de un despreciable color escarlata, el color de la sangre de sus enemigos que habían muerto al haberse atrevido a enfrentarle. A los ojos de otros combatientes se había transformado en un monstruo, una entidad sin consciencia que solo buscaba acabar con todo a su paso.

Después de todo, no podía ser humano en la guerra; todas las personas en el imperio ahora conocen el cuento del "Valiente antihéroe".

Sin importar los logros que hubiera obtenido ni las condecoraciones mencionadas, los altos funcionarios de la corte imperial lo seguirán considerando una amenaza. ¿De qué servía un título de héroe de guerra si ahora solo era considerado un arma? Es cierto, con el poder que poseía podría destruirlos a todos, ¿pero qué cambiaría eso? Necesitaba ayuda política.

Necesitaba múltiples cosas si deseaba que su familia pudiera seguir adelante; esas ideas eran lo que lo atormentaban todo el día, ideas y necesidades que no lo dejaban concentrarse en nada más, o al menos así era hasta escuchar la propuesta de la princesa Ariana.

Estar frente de la princesa fue como mirar el sol por primera vez tras una interminable noche, en la guerra el sol era importante para marcar el inicio de un nuevo día, una nueva oportunidad para desear volver con vida a ver a su familia, el sol era la esperanza de Arbezela. Ya había escuchado antes hablar sobre la princesa Ariana y sus "gustos peculiares", resaltando sus atributos. Desconocía el motivo por el que había sido citado, pero era más que obvio lo que le pediría: Ser su herramienta, después de todo, ¿Qué más podría hacer que batallar bajo el ardiente sol?

A pesar de estar rodeado por una lluvia torrencial, se sentía sediento.

"¿A usted... le gustan los días lluviosos?"

Tras largos minutos donde había estado sentado en silencio junto a la segunda princesa, solo se escuchaba el caer de las gotas de lluvia y un ocasional estruendo provocado por los rayos que caían del cielo; si bien Janeth estaba acostumbrada al silencio, demasiado de él podía llevarla a sentirse incómoda, por lo que intentó hacer una conversación con el silencioso duque.

"¿Los días... lluviosos?" Respondió el duque casi por inercia, aún se encontraba perdido en sus pensamientos. "¿Qué hay de ellos?"

"Quiero... saber su opinión acerca de ellos, ¿le gustan?" La princesa preguntó nuevamente, si bien lucía más calmada, sus dedos aún mostraban aquel característico temblor de los nervios, desconociéndose si era por el temor a un nuevo estruendo o a la indiferencia del duque.

Durante la guerra, muy pocas veces se veía caer lluvia, siendo el líquido predominante la sangre de los caídos; en esos momentos de adrenalina y resequedad en la garganta por el cansancio, el sentir como gotas de lluvia calmaban el hirviente campo de batalla era considerado casi un milagro. Era un milagro sentir las tibias gotas limpiar la suciedad y los pecados de sus manos, era darle un descanso a su alma; si bien cuando niño no le agradaban los días lluviosos, había aprendido a apreciarlos ahora en su mayoría de edad.

𝗥𝗼𝘆𝗮𝗹 𝗞𝗮𝗿𝗺𝗮 | Las joyas de la princesaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz