Capítulo 27: La fuerza del deseo

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Ahora podía verlo, no conocía a Mark. De nada habían valido los años, las noches de espera y el escapar de la institución que lo acogió. Ese loco amor del que nadie le había advertido lo tenía de rodillas, suplicando libertad y no más dolor.

Gun estaba sentado en el suelo, con los ojos cerrados, esperando que eso fuera suficiente para que las lágrimas pararan. Mark le sujetaba el cabello sin cuidando, cortando de poco a poco con el cuchillo que en todo momento había amenazado con usar para matarlo.

Tomó una bocanada de aire, dándose valor para abrir los ojos. Su mirada cayó sobre sus piernas, cubiertas por su cabello teñido de amarillo.

—El amarillo en ti siempre será lindo, a todos les gustará.

Los hipidos no habían parado desde que despertó y Mark lo arrastró hasta el pequeño baño, lo desnudo y lo obligó a sentarse en el suelo.

El agua fría golpeó el tembloroso cuerpo de Gun, despertando todos sus nervios. El intenso frío que se había acumulado en su cuerpo aumentó gracias a la caída de agua helada sobre él. No era capaz de controlar la respiración, inhalaba y exhalaba con dificultad, en un intento de que sus pulmones volvieran a la normalidad.

Las manos de Mark tocaron cada parte de él, con la excusa de «limpiarlo». Estaba asqueado con la situación. Podía observar el cuchillo con el que su cabello fue cortado, a solo poca distancia.

—Te amo tanto, tanto. No puedes irte, amor mío.

Los fuertes brazos del alfa le rodearon el torso, pudo ver su salvación saliéndose de sus manos. Mark tomó ágilmente el arma y le hizo presión contra su cuello.

—Estamos haciendo lo que siempre quisiste, vamos a casarnos pronto. Ese era tu sueño.

Había escuchado esas palabras desde que tenía quince años, pero los sentimientos de los años cambiaron. Cuando era pequeño, tenía el deseo de salir y gritar que estaba enamorado; ahora solo quería correr, huir y no regresar.

¿Cómo jamás se dio cuenta de lo malo que era Mark?

—Me dijiste que querías una boda bonita. ¿No lo recuerdas?

Los ojos llorosos de Gun veían fijamente el rostro de su captor, tan distorsionado e irreal, como si el hombre frente a él fuera un completo extraño que había hurtado los recuerdos que tenía con el que había creído que se casaría y sería feliz.

—Recuerda todos los días que nos veíamos en el bosque.

Una epifanía lo golpeó como una bofetada. El bosque, el terreno repleto de árboles fuera del orfanato, donde solía verse con Mark. Encuentros carnales, conversaciones de comida, de lo lindo que sería vivir fuera de la prisión del orfanato, lo hermoso que sería casarse.

—Solo estás confundido, me amas y me seguirás amando.

El bosque fue testigo de su desnudez, sus risas, lágrimas y las madrugadas a solas que debía pasar, asustado por todo el pequeño ruido que salía de la nada. Mark con veinticinco y él con quince.

Parecía que su pasado lo pisaba, la sensación del pasado estaba en su cuerpo; un niño de quince años entre árboles, asustado de cualquier movimiento, esperando a que el sol saliera para volver.

Esos profundos ojos no parecían cambiar, tan oscuros que podía ver el reflejo de su rostro en ellos. Tan depresivo que lo hacían llorar con cada mentira, que le dolía cada rechazo, que aún le molestaba que ignorara sus dolores en el celo. Siempre odio que lo dejara tirado después del sexo, que desapareciera sin una razón, que no fuera lo suficiente para ser nombrado su pareja frente a todos.

El Omega Del Líder •||OFFGUN||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora