Las sombras

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CAPITULO 6: 

PASADO 

SADIE 

—Tienes una misión especial querida— la voz de Madame hizo que todo mi cuerpo seestremeciera a expectativa de sus palabras.Y cuando mis pies caminaban sonámbulos hacia la habitación que tenía designada, cadapalabra suya no hacía más que hacerme temblar ante la expectativa 

—Dicen que el dineropuede solucionar problemas y aquí te ofrezco una solución.Mientras mi ética y mi escasa moral luchaban por mantenerme a flote. La llamada de Bereresonaba en mi cabeza. 

— Lo siento, lo siento, lo siento — su llanto atravesaba el móvil, y cada palabra que salíade su boca no hacía más que arrancarme la desesperanza que ya tenía desde cogí la llamada. 

— ¿Dónde estás? — alcancé a preguntarle... mi única amiga, mi hermana... la única familia.¿Cómo se supone que voy a lidiar... con el hecho de que la única persona en la que puedoconfiar me ha abandonado? 

— Yo... no puedo... lo siento, Sadie — suplicaba. 

— Me... me has dejado en la calle — mi voz salía como un susurro y mi pecho se comprimíaaún más. Todo el dinero que he reunido, todo el jodido dinero, se lo entregué a ella, sesuponía que ella pagaría las cuentas, la hipoteca, el alquiler. 

— Te quiero, Sadie nosotras somos familia... lo siento... es que yo... no puedo, es por mi hijay yo...Él dice que me ama, se quiere casar conmigo.Justo ahí, la respuesta que tanto esperaba y que a la vez tanto me aterraba.Me ha dejado tirada por un hombre. 

—Solo un baile— murmura Madame trayéndome de regreso a mi escabrosa realidad. 

Hay tantas minúsculas decisiones que he tomado haciendo que una tras otra caigan como uncastillo de naipes y me trajeron justo aquí y ahora, con un traje minúsculo de rojo rubí y unapuerta que, al abrirse, me recibirá con un hombre desconocido y solo debo bailarle.¿Un baile? 

¿Es inofensivo?, ¿no? Inofensivo...Me muerdo el interior de la mejilla, Madame abre la puerta y yo ingreso, mientras el sonidode la puerta cerrándose a mis espaldas me hace caer en cuenta de que he cometido la mayorestupidez de mi vida. 

Que mi mejor amiga, me ha botado, después de haberle dedicado mi vida completa porquesomos hermanas... lo éramos. 

Que me he quedado sin un techo donde pasar la noche y queun hombre me recibe con una mirada intensa.La habitación es bastante pequeña y mal iluminada, una luz roja brilla débilmente, la pareddetrás de mí está cubierta de espejos que reflejan mi imagen. 

Ahí está mirándome fijamente mi yo más vulnerable, llena de fijador y sombra dorada.Una ligera brisa en la habitación hace que mi piel se erice, el olor a tabaco y alcohol seimpregna en el aire, haciéndome sentir un poco mareada. 

— Baila cariño— murmura el tipo, su aspecto es andrajoso y su barba mal recortada no meda ningún atisbo de confianza.Pero en este mundo, la confianza es para estúpidos. 

Me contoneo de lado a lado, recreando la escena de baile más sensual que se me pueda venira la cabeza (Salma Hayek en esa película que nunca vi, pero recuerdo que ella bailaba conuna serpiente) y bailo al ritmo de la música, tratando desesperadamente de sentirme sexy,pero la mirada del tipo me hace sentir incómoda, como si estuviera desnudándome con losojos. 

Empiezo a tocarme los pechos, el estómago, mordiéndome los labios, imitando las posesque creo que se ven sensuales. Pero cada movimiento parece ser más una muestra dedesesperación que de verdadera seducción.

 —Ven aquí —susurra, el humo de su cigarro escapa de sus labios, formando una nube densay asfixiante.Le obedezco, sintiendo cómo el nudo en mi estómago se aprieta con cada paso que doy haciaél.

 Se empieza a desabrochar el cinturón, con su mirada fija en mí, y se baja los pantaloneslentamente, revelando su miembro con un deseo que se refleja en sus ojos mientras comienzaa tocarse. 

Es la primera vez que observo a un hombre auto complacerse, y la sensación que me provocano se parece en nada a la excitación. 

Me siento sucia, vulnerable, y cada parte de mí grita porescapar de esa habitación. 

Pero el dinero... el dinero es mi única tabla de salvación.Acepté ir con él, me repito internamente, tratando de encontrar algo de valor en mi propiasumisión. 

Sabía que tenía que hacer lo que fuera necesario para ganar algo de dinero. No es momentopara retractarme, no puedo permitirme dudar ahora. 

De repente, me toma del brazo con fuerza y me arranca el sujetador, las lentejuelas caenregadas al piso mientras él las observa con una sonrisa lasciva. Me deja en topless, expuestay vulnerable. 

La vergüenza me consume como un fuego abrasador. 

Nadie nunca me ha visto desnuda, y esto es lo más cercano a desnudez que he logrado.Intento seguir bailando, moviéndome con la mayor sensualidad que puedo fingir, pero élsigue tocándose, ajeno a mi incomodidad. 

Hasta que... libera una de sus manos, mientras la otra aún está en su miembro. La mano libreescala hasta mi cuello, al principio la presión es ligera, pero conforme sus gemidos seintensifican, el dolor y la falta de oxígeno me abruman. 

Intento liberarme, pero ahora mesostiene con ambas manos y me ahorca, oprimiendo mi cuerpo contra la pared. 

—Eres toda mía, muñeca —murmura, mientras arranca mi ropa interior y las lentejuelasruedan por el piso. 

Mi cuerpo queda inmóvil detrás de su fuerza, las lágrimas recorren mis mejillas, la sensaciónde desesperación y miedo me envuelve. 

Es demasiado tarde para pedir ayuda. 

No importa cuánto grite o llore, a nadie le importara. 

El castillo de naipes...yo misma los he colocado uno por uno. 

Estoy sola. 

NECESITO ODIARTEWhere stories live. Discover now