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El profesor Loid siempre fue un profesor un tanto... Extravagante. Siempre decorando su largo cabello color nieve con bellas flores, que parecía mantener vivas con un hechizo de conservación. Todos los días, una corona de flores diferente.

Esto no quitaba el hecho de que era de los mejores profesores de defensa contra las artes oscuras que Hogwarts tuvo en años, llevaba bastante tiempo allí. Desde que tenía 22 años, solo que antes enseñaba sobre criaturas mágicas. Ahora tenía casi 25 años, su imagen seguía igual que hace tres años, tenía cierta chispa de entusiasmo al dar sus clases. Era por mucho uno de los más jóvenes, y el más preferido hasta por alumnos de nuevo ingreso que todavía no lo habían conocido del todo, ya que a penas y se cruzaban en los pasillos y él les regalaba una calidad sonrisa y consejos cuando los ocupaban.

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Era un día algo lluvioso, un 16 de noviembre exactamente. El cumpleaños número 25 del jóven profesor, el cuál por primera vez llevó su largo cabello atado en un peinado bastante simple que consistía en una cola de caballo baja y dos trenzas cortas a los costados. Por primera vez en unos 5 años por fin decidió volver a usar sus argollas de plata, eran bastante finas, parecían pequeños hilos de plata relucientes encima de sus labios rosados.

Otra cosa que decidió volver a usar ese día fueron unos aretes que hace un tiempo alguien le había regalado; eran preciosos pero aún así sutiles. Eran de oro Rosa, con pequeñas piedras en forma de nubes de color celeste. No era que no los usara a menudo por ser para ocasiones especiales, simplemente tenía un recuerdo melancólico del pasado que no valía la pena recordar siempre.

Pero veinticinco años no se cumplen siempre, así que decidió darse el pequeño lujo de lucir mejor que siempre. Aunque, a palabras de sus alumnos, Dumbledore y McGonagall, él siempre era radiante.

Esos halagos le hacían realmente bien, pero él preferiría escuchar algo así de los labios de su amor platónico, de ese hombre que lo hacía suspirar con pesadez cada vez que pasaba cerca, cada que cruzaban palabra, cada que su mirada se dirigía al joven profesor de ojos celestes.

Nos hemos distraído demasiado, ¿no? Continuando con el 16 de noviembre, cumpleaños del maestro Loid.

Este al no tener sus características flores colgadas o anudadas en el pelo, que casi siempre dejaba suelto para que se luzcan sus hondas despeinadas, causó un impacto raro en todos los que lo conocían hace unos años. Más raro aún, llevaba un ramo gigante de ellas, identificadas como Dalías malva.

La hora del desayuno llegó ese día, le desearon un felíz cumpleaños en voz alta casi todos allí en cuanto llegó al comedor, ocasionándole una sonrisa, mostrando esos característicos y pequeños "colmillos de gato bebé" como decían sus alumnos.

Cuando Dumbledore terminó de dar las indicaciones cotidianas, y le deseó también un feliz cumpleaños, el profesor se levantó de su silla, ganándose miradas atentas y confundidas, ningúna de fastidio, o bueno, solo una, la del azabache maestro de pociones, que aunque le dejó un pequeño sabor amargo en la boca y una puntada en el pecho, continuó con lo suyo.

Tenía el exagerado ramo de flores, que parecían recién cortadas, recién florecidas, emanaban un olor hermoso para todos, y estaban conservadas por un pequeño hechizo que él hizo cuando las recogió. Procedió a decir con su entusiasmo normal, pero con voz tranquila.

𝐃𝐞𝐚𝐝𝐥𝐲 𝐁𝐞𝐚𝐮𝐭𝐲 ┇║ Snape Severus × Male!Oc!ReaderWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu