𝐃𝐞𝐚𝐝𝐥𝐲 𝐁𝐞𝐚𝐮𝐭𝐲 ┇║ Snape Severus × Male!Oc!Reader

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Volví a dar clases al menos una semana después. Minerva había informado a Dumbledore toda la situación, y Albus al ver mi estado físico decidió prohibirle a Severus acercarse a mí, ya qué había estado visitandome para dejarme las tareas de mis alumnos.

Contacto cero.

Así es como Albus decidió nombrar a esta especie de cuarentena permanente. A Snape no pareció importarle, según Minerva no se había quejado ni un segundo. Eso me hizo llorar otra vez, pero decidí que por mi bien era mejor dejar de pensarlo tanto. Y en una semana estuve mejor. La palidez de mi piel ya no era enfermiza, mis ojeras se habían ido, mis ojos ya no estaban hinchados de llorar, recuperé peso y sentí como si hubiera vuelto a la vida en poco tiempo.

Me sentí pleno. Por lo que esa semana de Enero volví a los pasillos del castillo, una vez más. La primavera estaba en su resplendor más brillante ahora, el bonito y pequeño árbol de Sakura de mi habitación lo demostraba. Manteniéndose extrañamente saludable aunque no había estado para cuidarlo en invierno. Luego del desayuno, dónde no pude divisar a Snape en ninguna parte; me retiré al patio, tenía un pequeño descanso antes de ir a dar clases y decidí pasarlo debajo del clima fresco de primavera. Con algo de ayuda de mi magia, hice crecer un par de margaritas blancas, armé con ellas una bonita corona y la posé sobre mi cabeza con cuidado. Escuché una leve —pero ronca— risa detrás mío. Me dí vuelta para ver a Severus con una expresión risueña pero algo seria, nunca cambiaba el ceño fruncido.

—¿Necesita algo, Snape?

Mi voz salió un tanto más formal de lo que anticipé cuando sentí que mi garganta se cerraba. Tenía miedo. Miedo a otra recaída, a otros dos meses en cama, a otra navidad vomitando sangre hasta quedar anemico. No tendría que estar pensando en esto... Solo me da más ganas de...

—Loid!

El gritó antes de que pudiera siquiera pensar en el charco de bilis, sangre y flores debajo mío.

—Me distraje un segundo. ¿Te molesta repetir lo que me estabas diciendo?

Respiró hondo y se agachó para sentarse a mi lado. Una sensación de miedo me recorrió la espina dorsal cuando extendió la mano para agarrar un mechón de mi cabello plateado y pasarlo detrás de mi oreja. Suspiré.

—Te ves bien así. Deberías usar margaritas en el cabello más a menudo. Los tulipanes se te verían bien también.

Luego de esas palabras, ví como su mano tembló antes de dejar mi cabello y retirarse en silencio del patio del castillo. Mi rostro se sonrojó mientras contemplaba la posibilidad de que esto fuera un sueño febril demasiado real.

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