26- Afabilidad

109 6 67
                                    

Hernán:

—¿¡En qué estabas pensando!? ¿¡Acaso te volviste loco!?
—Woohoo (No hice nada).
—¿¡Acercarte a él y hablarle es hacer nada!?
—Woohoo (Él ni siquiera podía entenderme), woohoo (fuiste tú el que pensó eso).
—Agh, había olvidado que los demás no podían entenderte. —Me apoyo contra el árbol, cruzado de brazos—. Espera, ¿¡lo hiciste a propósito!?

Búho no dice nada, lo que me hace pensar que sí fue intencional.

Está parado encima de un montón de ramas amontonadas en el suelo. Cuando lo estaba buscando lo encontré ahí mismo, como si me hubiera estado esperando.

—Woohoo (Si yo no me interponía tú jamás te habrías acercado por tu cuenta).
—Pues no, porque te dije miles de veces que no quería.
—Woohoo (Así como yo te dije que al menos lo intentaras). Woohoo (¿Qué es lo que tanto te asusta al hacerlo?)
—No es que me asuste, es que... ¿cómo se supone que lo haga? Además, no le veo la necesidad.
—Woohoo (Hernán, llega un punto en el que ya no puedes soportar). Woohoo (Si llega a pasar temo no estar ahí para ayudarte).
—... ¿Por qué dices eso? ¿Acaso te irás?
—Woohoo (No es nada, solo que dentro de poco tengo que ir a un lugar), woohoo (y no sé cuándo volveré). Woohoo (Vine a verte para despedirme).

¿Irse? ¿A dónde? Creo que no me habría imaginado eso en ningún momento.

—Emm, supongo que voy a estar bien.
—Woohoo. (¿Estás seguro?)
—Sí.
—Woohoo (Bien).

Búho se da la vuelta y se agacha, y de entre las ramas saca lo que parece ser un tallo de uvas negras y una bolsa con panes pequeños dentro, y los deja en frente de él.

—Woohoo (Hasta pronto).

Búho abre sus alas y se va volando.
Me dejó pensando. Supongo que fue por eso que hizo lo de hace un momento, pero igual no me gusta que haga ese tipo de cosas.

Agarro la bolsa y las uvas. Me pregunto cómo conseguirá la comida que a veces me da.

(...)

Amaris:

Estoy sentada en mi cama, y con el bastón toco algunas cuerdas del violín. No sé por qué exactamente, tal vez quiero recordar otra melodía además de la única que toqué hasta ahora.
Hoy con Luciana no se rompió ninguna cuerda cómo la última vez, Ariadna de verdad las arregló bien. Me sorprende que a pesar de los años la madera se haya conservado bastante bien, a excepción de algunos rajones que tiene.

Adoris camina por la habitación, como si estuviera buscando algo. Supongo que solo está aburrido. Por un momento se queda quieto y el sonido de las puertas del balcón abriéndose lo asustan un poco.

—Otra vez.

Cierto que hay un poco de viento. Olvidé atarlas para evitar que se abran. No las he podido arreglar bien desde aquella vez que vine en mi plataforma y entré disparada. Me levanto para ir a cerrarlas, y por alguna razón Adoris va corriendo hacia afuera.

—Adoris, no me digas que ahora quieres- ... —Miro hacia afuera.

Eh...

—Woohoo.
—¿¡Tú!?

¡El búho que estaba con Hernán! Está parado encima de barandal.
¿Qué hará aquí? ¿Será que vino porque me vio en ese momento? Ay no.

—¿Qué-qué haces aquí? Yo no estoy loca, ¡eres el mismo búho con el que Hernán hablaba!
—...

Por alguna razón no me responde y solo me mira.

—Ehm, ¿de... verdad puedes hablar? ¿O acaso Hernán se volvió loco?
—Woohoo (Te puedo asegurar que está cuerdo).
—¡Ah! —doy un grito—. ¡De verdad hablas! Pe-pero no entiendo, esa vez no pude entender- eh... —Me doy cuenta de que estuve a punto de admitir que esa noche los estuve espiando, aunque no creo que le sorprenda, porque me vio.
—Woohoo (Hernán es muy cerrado cuando se trata de sus problemas). Woohoo (Esa noche te ayudé para evitar un mal momento por parte de ambos).
—... Tú... al parecer lo conoces bien.
—Woohoo (Fue un poco difícil acercarme).
—Ah.

El Resplandor de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora