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—Señorita, el coronel ordenó no dejarla salir. —los escoltas se plantaron en la puerta

—Me importa un culo lo que diga el puto coronel. —murmuré tratando de salir

—No la vamos a dejar salir.

—¡Quiero que se quiten de una buena vez! —les grité

—¿Siempre está actuando como una maniática histérica? —murmuró Iván y le lancé la cartera a la cara

Me devolví a mi habitación frustrada, llamé a Christopher y contestó al tercer pitido.

—¿Qué?

—Quiero salir. —traté de sonar calmada

—No permitiré que arruines esto otra vez.

—¡No me gusta estar encerrada en estas cuatro paredes!

—Llama a alguien para que te haga compañía. —escuché murmullos, supuse que estaba en una reunión

—¿A quién coño voy a llamar? ¡No tengo amigos aquí!

—¡Pues haz amigos y no me jodas más!

—¡¿Cómo putas hago amigos si no me dejas salir?! —le grité y él colgó

Solté un grito desesperado, quería salir y una parte de mi quería cabrear al jodido coronel. Sonreí con malicia al ver una piedra en mi mesa, la lancé a la ventana y chillé fingiendo estar asustada.

—¡Iván! —grité

—Señorita, ¿Qué fue eso?

—¡Acaban de lanzar esa piedra por la ventana!

—Es imposible que una piedra llegue hasta esta altura. —rodó los ojos, claramente no me creía

—¡Ve a mirar! ¿Qué tal si es una trampa y vienen a matarme? —fruncí el ceño

—Dalton, baja a mirar y llama a alguien que arregle la ventana.

—¡Pero bajen los dos! ¿Qué tal si atacan a Dalton? —batí mis pestañas con inocencia

—Tengo que quedarme a cuidarla. —se sentó en el sofá y yo bufé irritada

—Vete, no quiero hablar con amargados. —lo eché y obedeció

Salieron y cerré con pasador, empecé a atar las sábanas hasta asegurarme de que fueran resistentes, y como si fuera una adolescente la lancé por el balcón y bajé al piso que quedaba abajo. Toqué la ventana del balcón y un señor de cuarenta años me miró de arriba debajo de manera extraña.

—Oiga, me haría un gran favor si me dejara salir.

—¿Cómo sé que no eres una maniática histérica y me matarás?

—Vea señor, —dije irritada— Mi prometido es un jodido patán de los huevos, me tiene encerrada como si fuera un perro y mis putos escoltas no me dejan respirar. Lo único que quiero es ir a tomarme un jodido Starbucks para relajarme, ¿podría usted tener piedad de esta chica? —puse un puchero

El señor suspiró y me dejó salir, no perdí tiempo y empecé a correr hacia el ascensor, salí y el aire puro de Londres golpeó mi cara y me preparé para ir por mi tan anhelado Starbucks.

—¡Señorita Morgan! —me gritaron y puse una cara de espanto al reportero

—Eh, hola. —le dije a la cámara, estaba ansiosa por irme

—¿Qué hace aquí?

—Iba de camino a tomar un café. —sonreí tratando de lucir amable

—¿Y su prometido?

—En su trabajo, ser un coronel no es nada fácil. —sonreí— Pero a pesar de todo eso siempre tiene tiempo para mí, eso me demuestra que él me ama tanto como yo a él. —actúe como una novia enamorada

—Fue un gusto verla, señorita. —se despidieron

Estaba por irme pero alcancé a ver en la entrada al Iván y Dalton.

—¡Ahí está!

No lo pensé dos veces, arranqué a correr como una loca hacia el Starbucks, corrí y me metí entre callejones hasta perderlos, al llegar al Starbucks estaba agitada pero actúe como si nada.

—Café helado con mucha nata, caramelo y chispas de chocolate. Oh, y un postre de vainilla. —sonreí inocentemente

—Nombre.

—Larissa Otoma... —me detuve y sonreí orgullosa— Larissa Morgan.

—Ok.

Me senté y saqué mi libro, me puse las gafas tranquilamente y empecé a leer, me trajeron el pedido hasta la mesa y comí como si no hubiera un mañana, estaba apunto de irme pero había olvidado la estúpida cartera, llamé a la camarera con la mano y esta se acercó con cara de antipática.

—Oiga, he olvidado la cartera, ¿le importaría esperar un poco?

—Ya vamos a cerrar, si no tenía dinero no debió de haber venido. —bufó

—Mire. —le enseñé el anillo de esmeralda y el bolso Gucci— ¿Cómo se atreve a tratarme así? Le aseguro que este jodido bolso vale más que su estúpida cara de amargada.

—¡Irrespetuosa! —me chilló

—¡Valeria! —llegó un hombre— ¿Por qué tratas así a los clientes?

—Es que... —el que parecía ser el dueño del lugar la calló

—Señorita Morgan, lamento los malos tratos y le ofrezco mis más sinceras disculpas.

—Permítame hacer una llamada y le entrego su dinero. —crucé mis brazos y los ojos del hombre cayeron sobre mi escote

—No se preocupe, la casa invita. —se relamió los labios y salí de ahí con una sonrisa victoriosa

Me detuve en seco al ver la cantidad de coches aparcados, me estaban rodeando, él salió del coche luciendo enfadado no, parecía que en cualquier momento le iba a salir llama del pelo.

—¡Te hemos buscado por todo Londres! —su grito hizo que yo me mordiera la lengua

—Lo siento.

—¿Qué lo sientes? —se rio de manera frustrada— Larissa, están en los ojos de todo el mundo, si quieren herir a Christopher irán a por ti y parece que tú eso no lo entiendes.

—Alex, solo quería salir un rato y tu hijo no deja de tratarme como un perro. —dije solo para los dos

—Me obligas a tomar medidas que no me gustan. —dice sacando su cartera, me entrega un billete y frunzo el ceño

—¿Qué...? —dije confusa

—Es un billete a las Bahamas, estarás dos semanas ahí sin poder comunicarte con nadie y si necesitas algo díselo a los escoltas.

Miré el billete estupefacta.

—¿Te estás deshaciendo de mi como si fuera quien sabe qué? —dije llena de ira— ¡Tú y los de tu apellido se pueden meter su dinero por el culo! —le grité

Le estrellé el billete en el pecho y estaba dispuesta a irme, al girarme me estampé contra el pecho de Christopher y a su lado estaba Joan. 

Este capítulo fue bastante divertido de escribir y hasta ahora ha sido el más largo que he hecho, espero les guste mucho, comenten y voten, besitos y que sueñen rico.

Este capítulo fue bastante divertido de escribir y hasta ahora ha sido el más largo que he hecho, espero les guste mucho, comenten y voten, besitos y que sueñen rico

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𝐻𝑖𝑝𝑜́𝑐𝑟𝑖𝑡𝑎. (Christopher Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora