Capítulo 20

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—Se volvieron locos —sentenció Kham —¡Esto es un circo!

A mí no me extrañó que Daniel buscara asesoría, también lo había hecho así cuando recién tomó el poder, sin contar aún con estudios suficientes. Lo que necesitaba esta vez era más específico, y se requería de una especialización que le hacía falta pese a su experiencia. Pero sí me asombró que considerara a Aris. No era lo mismo interrogarlo como a mí se me había ocurrido, que asignarle un rol de tal importancia.

—¿Estás seguro? —pregunté.

El gesto de Daniel no ocultó su sorpresa ante mi vacilación.

—Es una burla —siguió Lezanger —¡Lo estás premiando!

—Te equivocas.

—Esto es parte de su juego, te tiene en sus manos y te engañas creyendo que es al revés. Todas las fichas se moverán a su favor, ¡Terminará sucediéndote!

—¿Y eso a ti en qué te afecta? —dijo provocándolo más —Si no te interesa el trono, no tienes derecho a quejarte sobre a quién sentaré en él.

—¡Me afecta porque, aunque no lo haya deseado, como bien dices a menudo: soy lo que soy!, Pertenezco a la gloriosa sociedad zansvrika —usó tono irónico —Quizás sería una buena idea largarme hasta olvidarme para siempre de los vampiros y sus desastres, que hagan lo que les dé la gana con Montemagno...

Al escucharlo, mi corazón se volvió una pasa. Me miró, me pareció que con temor de comprobar que su comentario me hubiera herido. Sus próximas palabras demostraron que las que estuve diciéndole durante su conversión habían trabajado en su consciencia.

—Pero no soy un traidor como él, que abandonó a los suyos. Ni le daré el gusto de salirse con la suya. No permitiré que obtenga lo que quiere, menos que llegue a tener suficiente poder como para atentar contra Leo o Dakota. Además, ya que estamos en tiempos de cambios, yo tengo algunas ideas, si es que no solo las de él son las que valen.

—¿Sugieres que tomarás responsabilidad en funciones que influyan sobre el futuro? —inquirió Daniel.

—Tu filosofía es buscar al más competente para cederle la corona. Dudo que sea yo, pero tampoco lo será ese satánico, y mi propósito será velar por eso. Eso sí, estoy dispuesto a adaptarme a lo que exijas, a cambio de que mis condiciones también se cumplan. Después de todo, si estoy atado a este compromiso, ¿Por qué no conseguir que sea lo más grato posible?

—¿Qué condiciones son?

—Antes de decirte la más importante, contéstame algo. Una vez dijiste que los actos de Aris habrían de separarte de él para siempre. ¿Sigues pensando igual?

—Moisés...—murmuré —¿Qué quieres pedir?

—Lo desheredé y lo excluí de la prioridad sucesoria.

—No es suficiente, menos después de lo que vi hoy. Ahora con esto solo buscan santificarlo. Es un criminal maniático y peligroso. Demuéstrenme que realmente respetan más todo aquello contra lo que ha atentado que la sangre que los une. Mi investidura se acerca. ¿Aceptarías reconocer ante el mundo que él ya no es tu hijo?

—¡Moisés! —repetí suplicante.

—Bórralo de la historia. Declárame a mí como zrlaj, que sea yo tu primogénito.

Sentí como me temblaban el ceño y los labios. Miré a Daniel, a la expectativa oscura de su decisión. Yo entendía las consecuencias de las acciones de Aris, pero sentía que algunas eran excesivas.

—Así se hará.

Mi cerebro se detuvo un instante, cuando recuperé la cordura me reconocí aturdida por una tristeza gélida que me comprimía los órganos.

Herencia Roja  | Libro 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora