Capítulo 38

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Kham Lezanger Zrlaj

San Francisco nos recibe con hambre. El viento salado del barrio en el que venimos a cenar mezcla los olores del océano con los gruñidos de los leones marinos que andan por doquier, sumado al bullicio de la gente por la alta actividad turística.

Desde la mesa del restaurante me quedo viendo toda clase de souvenirs que se venden en los alrededores: sombreros, camisetas, imanes, juguetes. Me entretiene mirar a las personas que disfrutan de su vida normal. Contemplando las embarcaciones, por un instante me consume la ironía ante la sensación de libertad que me transmiten, siendo que con mis capacidades físicas no debería necesitar de ningún medio de transporte para irme lejos, sin embargo, cadenas invisibles me amarran a todo de lo que no puedo huir.

Por si fuera poco, estamos en vísperas de Halloween, así que lo agradable de respirar aire fresco se opaca con las decoraciones góticas que imitan aquello que todo el año tengo yo. Me da algo de resentimiento y vergüenza cada vez que las personas hacen cualquier cosa relacionada a vampiros. En esta época del año, muchos incluso se visten como tal. A mi madre le encanta, dice que es la única temporada en la que puede mostrarse como es sin que nadie se espante. Yo desearía que el concepto se les olvide.

Del menú, mi tío Diego y yo hemos elegido el mismo plato. Ambos terminamos nuestras sopas de cangrejo, lo mismo que pedimos en los últimos cinco restaurantes. Comimos varias veces en lugares diferentes para evitar llamar la atención por nuestro apetito. Creo que estamos satisfechos por fin.

—Estamos a buena hora —comenta después de pagar, nos dirigimos a la salida— Tenemos tiempo libre, ¿Qué quieres hacer?

—No sé —digo después de evaluar que tal vez no sea buena idea lo que se me había ocurrido.

—Por algo pediste venir aquí.

Me estudia como si escudriñara mis pensamientos, acto seguido entrecierra los ojos y medio sonríe.

—¿Es por una mujer?

Pongo los ojos en blanco. Camino hacia el muelle. Sigo con mi vista cada movimiento de una misma gaviota.

—Es una mujer —repite y ahora sé que no se callará hasta averiguarlo todo —¿Quién es?, ¿Cómo se conocieron?, ¿Por qué no me habías dicho nada? ... ¿Es humana?

La última pregunta la hace con una seriedad que me hace mirarle.

—¿Por qué?, ¿Habría algún problema con eso? —me pongo a la defensiva.

—No, no, Kham —junta las cejas con preocupación —Es que si no lo es, podría correr peligro.

—¿Con qué causa? Ha vivido aquí casi toda su vida.

—¿No lo entiendes? Hicimos que Aevë atrajera cazadores para acá, posiblemente le hayan dicho con exactitud dónde encontrar a los vampiros que frecuenten esta zona, ¡Debiste decirme por qué querías venir!

—¿Qué estás diciendo?

—No digo que la estén buscando específicamente, pero puede ser una posibilidad.

—¿Es una broma? —me pongo nervioso —¡¿En serio quieres hacerme creer que...?!— me obligo a reír, las comisuras de la boca me duelen —¿Con qué intención?, ¿Qué ganas con...?

—¡No estoy jugando, Kham! Ahora mismo hay cazadores a punto de asesinar a cuantos vampiros haya en el área. Son seres humanos, pero con armas que superan la resistencia de nuestra naturaleza, en especial si los vampiros que consigan carecen de entrenamiento defensivo.

—¡Entonces llama a Aevë!, ¡Qué detenga a sus arlequines!

—No puedo— dice con el rostro desencajado —Ni ella tiene tampoco la autoridad de abortar una cacería, no es así como funciona la mecánica del asunto. Las únicas alternativas son advertirle a tu amiga para que se largue, y que controlemos a los cazadores antes de que la encuentren.

Herencia Roja  | Libro 13Where stories live. Discover now