𝟏𝟎.

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Charles acababa de salir de la ducha cuando alguien comenzó a golpear la puerta de su habitación. Secándose el pelo, se acercó a abrir. -¿Pierre...? ¿Qué hacés acá?

—Cami me mandó, al parecer no tienes buen gusto con la ropa... y tiene razón. Así que te vine a ayudar —Abriendo el armario de par en par, el francés comenzó a tirar prendas sobre la cama—... O tratar de ayudarte. ¿Qué son estos pantalones, Charles?

El monegasco agarró los pantalones, lanzándolos al ropero.

—¿Viniste a ayudarme o a insultarme?

—Puedo hacer ambas, Charlie.

Mientras tanto, en la habitación cruzando el pasillo, las dos argentinas ya tenían todo absolutamente planeado.

—¿Decís que suba una historia del vestido o no? Capaz se dan cuenta...

Gaia depositó el labial sobre el escritorio, retocando un poco los bordes con su dedo índice.

—¿A quién le importa que se den cuenta? Es tu cita Gaia, si queres subir una foto o cuarenta, hacelo.

—Capaz le pida a Charles que me saque una. Escucha, Cami, ¿qué vas a hacer mientras no estoy?

—¿Yo? Nada... viene Pierre, capaz tomemos un rato y después apostemos lo que pasa en tu cita.

—¿Entonces se llevan mejor? —Gaia agarró su bolso, revisando que esté todo lo que necesitaba.

—Nos toleramos. No te prometo no matarlo igual —El sonido de alguien llamando a la puerta hizo que las dos chicas se miraran alertadas. La pelirroja comenzó a dar vueltas en la habitación, buscando todo lo que le faltaba—. Termina de prepararte, yo lo entretengo.

Cuando Camila abrió la puerta, sonrió al ver al monegasco con un ramo de flores.

—Gaia está terminando de prepararse... menos mal que le dije a Pierre que te ayude. Es tu mejor outfit, felicidades —El rostro de Charles tomó el mismo color que su auto, causando que la castaña suelte una leve risa—. Escuchame, Leclerc, la quiero devuelta a las 8:00 pm, ¿entendido? Nada de cosas raras.

—Si, obvio. No le va a pasar nada... ¿No puede ser a las nueve?

Camila negó.

—No, a las ocho. Ni un minuto más, ni un minuto menos —La puerta de la habitación se volvió a abrir, y la castaña se apartó para que Gaia pudiera salir—. Pasenla lindo, no me hagan tía. 

Besando la mejilla de su mejor amiga, la argentina cerró la puerta.

Los ojos de Charles no podían despegarse de la pelirroja, admirando como el vestido parecía hecho específicamente para ella. Todavía no comprendía cómo una persona como Gaia estaba interesada en él y, a veces, el miedo de no poder darle todo lo que se merecía no lo dejaba dormir. La carrera de Charles era muy demandante y, por más que Gaia viajaba con él gracias a su trabajo, sabía que no iba a poder estar todo el tiempo con ella. Los motivos por los cuales sus relaciones anteriores terminaron todavía lo carcomían por dentro, haciendo que se pregunte si realmente podría haber hecho las cosas de forma distinta o no, pero nunca lo iba a saber.

Lo único que sabía es que todavía estaba a tiempo de hacer las cosas bien con Gaia. E iba a ser todo lo posible para no perderla.

La pelirroja sonrió al ver el ramo de flores en los brazos de Charles, sus mejillas teñidas de rojo desde que abrió la puerta. 

—¿Supongo que son para mí?

El monegasco asintió. —Sí, espero que te gusten. No es fácil comprar flores acá sin hablar el idioma. —Soltando una risita, Gaia agarró las flores, dejando un beso en la mejilla del piloto.

after hours | charles leclercWhere stories live. Discover now