capítulo 7

746 77 23
                                    

POV Wanda:

Desayunamos solos entre conversaciones amenas. Los demás no tengo ni la mejor idea de dónde están, sinceramente. Después de terminar de comer, Strange se ha esfumado echando la excusa de que tenía que hacer algo de suma importancia. Ignoro completamente que es, así que, decido pasear por Kamar-Taj, después de pasar unas horas en la biblioteca.

Me he comido la cabeza pensando que alguna pista debe existir relacionada con lo que me está pasando. Suspiro molesta cuando me doy cuenta que ni siquiera sé por donde comenzar. Por que no se que me pasa. Cansada salgo de la biblioteca ahora sí, decidida a seguir recorriendo el lugar. Dando apenas un pequeño paseo me encuentro a Dominga.

—Mi niña, feliz cumpleaños. —Me dice en un tono dulce con ese brillito alegre en los ojos.

Mi sonrisa se extiende en automático. Esta mujer me da mucha paz. Su sola presencia a mi alrededor me calma. No sabe mi historia, pero aún así no me juzga. Jamás me tiene una mala mirada.

—Muchas gracias. ¿Cómo sabías que era hoy? —Menciono mientras me da un abrazo.

Creo que me voy a encoger de tanto que debo agacharme para poder estrecharla entre mis brazos.

—Tu me lo dijiste niña.

—Me sorprende que lo recuerdes.

—Si yo te contara... Te sorprenderías de muchas más cosas. —Ruedo los ojos pero mi sonrisa sigue intacta. —He estado perdida estos días de tu lado, por qué te he echo un regalito.

—Pero no tenías por qué hacerlo. —Mi postura se relaja mientras me saca una caja, (considerablemente grande), azul con un lacito blanco.

—Estamos en febrero... Empezará a refrescar y tú, no te abrigas bien, así que...

Asiento cuando veo una rebeca de lana echa a mano. ¡Cómo no! La saco de su empaque, y dándola un vistazo rápido, sorprendentemente, es mi talla.

—Antes que digas nada, soy observadora. —Me calla levantado su índice.

Encojo mis hombros mientras le agradezco con sinceridad.

La conocí cuando unos adolescentes le robaron algunos productos de su tienda. La vi realmente afectada por qué decía que esos eran los productos más caros para reponer. Empezó a llorar desconsoladamente por qué no podría llegar a fin de mes si tenía que volver a comprarlos. Así que, como tampoco soy muy fan de la agresividad, decidí meterme en sus mentes. Y, no solo hacer que le devolviesen todo, si no que hicieran cositas para atraer clientes... Solo diré que ese mes le fue muy bien al negocio. Me contrató de medio tiempo, pero después se nos olvidó que trabajaba allí y simplemente hiba por qué me apetecía.

—Dominga, quiero dar un paseo por el exterior del edificio. ¿Me acompañas? —Asiente contenta.

Caminamos mientras me cuenta miles de anécdotas de su juventud. Sí, miles, por qué me empieza a decir una palabra de una, se le olvida, y a los dos segundos empieza con otra. Es una máquina de verbos.

Al salir a la entrada de Kamar-Taj, veo como Wong y Strange están entrenando a los alumnos. Strange está de brazos cruzados mientras Wong no para de gritar a uno de ellos diciéndole cosas tales como "te he dicho un millón de veces que el anillo no se usa para ver a las chicas en el cuarto de baño". El chico no parece avergonzado, en verdad.

Alzó mis cejas y decidimos acercarnos con precaución para no interrumpir. Por qué mientras a ese le cae una buena regañina, los demás están absortos en sus propios movimientos. Ver a esos chicos esforzarse tanto y ser tan felices mientras lo hacen, consigue que me vuelva a dar otra punzada de culpabilidad en el corazón. Tengo sentimientos encontrados. Por una parte, me encanta ver como su arduo trabajo da frutos, pero, por otro, mi cabeza no para de reprocharme que yo le quité la oportunidad a demasiados.

Entre Tu Mundo Y El MíoWhere stories live. Discover now