Capítulo 2. baby

180 26 0
                                    

Sehun y Han llegaron al área de médicos que había en uno de sus fuertes más resistentes que se había construido durante la guerra. Entraron, sonriendo secamente a los heridos que los miraban y se inclinaban torpemente ante su presencia. No había nadie a su alrededor, ni siquiera los doctores, que no llevaran alguna venda cubriendo sus heridas, sangre seca en su piel o en su ropa, y una mirada llena de dolor que intentaban ocultar por ellos.

Sin embargo, los dos reyes sabían que se preocuparían por todos ellos en unos minutos, pues en lo único en lo que podían pensar era en el hombre acostado en el último catre al fondo de todo, su cuerpo cubierto por una manta y su rostro lleno de vendas.

—Mingyu —Han no pudo contenerse y se hincó a un lado del soldado, al cual había conocido desde varios años atrás. Su voz sonó estrangulada, como si estuviera conteniéndose para no echarse a llorar.

—¿Qué pasó? —preguntó Sehun detrás de su esposo, ocultando sólo un poco mejor su preocupación.

Mingyu los miró por fin, sus ojos café oscuro brillando aún más que de costumbre debido al contraste que hacían con los vendajes que había alrededor.

El menor sabía que los demás heridos (e incluso los doctores) los escuchaban atentamente, pues muy pocos sabían lo que había pasado en el campo de batalla que lo tuvo postrado, sin poder moverse o siquiera hablar, durante dos meses.

—Un maldito accidente —gruñó en voz baja, moviéndose debajo de la manta blanca que cubría las pocas cicatrices delicadas que le quedaban en los brazos y el pecho.

—Escuchamos que te quitaron del frente con honores —Han acarició su cabello con cuidado. Mingyu había sido el hijo del capitán de guardia cuando ellos dos se coronaron reyes, y había crecido junto a Minghao a pesar de ser 5 años mayor que él. Le tenía una paciencia infinita aún cuando se enfermaba a cada rato, se hería con facilidad y se cansaba constantemente. Mingyu lo cuidaba y protegía de todo, y eso hizo que los reyes supieran que, en cualquier momento, podrían confiar en él para hacerse cargo de Minghao.

Seis años antes Mingyu se había enlistado en el ejército, bajo la tutela de su padre, y ellos habían escuchado que para Minghao fue algo bueno, pues eso ayudaría a que el pequeño enamoramiento que tenía se esfumara.

—No me dieron otra opción —respondió finalmente Mingyu, malhumorado—. Les dije que después de unos meses podría volver al frente pero...

—¿Cómo se te ocurre? —Han lo interrumpió por reflejo, frunciendo el ceño—. Estás herido, necesitas más que unos meses para recuperarte.

—Lo mismo me dijo mi papá —soltó un suspiro derrotado. Por un instante creyó que los reyes lo defenderían, que le darían la razón y le dirían que ellos hablarían con su padre para que cambiara de parecer.

Se había equivocado.

—Y tiene razón —Sehun se cruzó de brazos por encima de su armadura, la cual Mingyu miró con nostalgia—. Nosotros tampoco te habríamos apoyado. Debes descansar, volver a casa y esperar a que tus heridas mejoren, entonces podrás decidir lo que harás a partir de ahora.

—Aunque, por lo que tu capitán nos comentó, ya decidiste lo que quieres hacer —agregó Han tranquilamente, sintiendo la mirada atenta y esperanzada de Mingyu encima de ambos.

—Si no puedo volver al combate, al menos... —suspiró lo más bajo que pudo, para que los mayores no lo escucharan, sin conseguirlo—. Al menos déjenme cuidar a Minghao, estar cerca de él. Saben que soy bueno en esto, es mi trabajo, me preparé por años, lo conozco bien, sé cómo es y las necesidades que tiene, y no resulta una carga para mí —lo último lo dijo con molestia, recordando a uno de los últimos tutores que el menor tuvo—. Puedo hacerme cargo de cuidarlo, de hacerlo mejor de lo que cualquier otro guardia podría. Además, él me conoce, eso lo haría más fácil.

Sehun bufó, compartiendo una mirada con su esposo, sabiendo lo que les estaba costando a los guardias mantener a su hijo tranquilo. Y aquello no se trataba de un berrinche o un intento de llamar la atención de sus padres, sino de molestar a los guardias que lo veían (e incluso lo decían en su presencia) como alguien débil, enclenque, que no podía defenderse a sí mismo, y que no podía hacer nada sin la ayuda de nadie.

Mingyu tenía un punto importante, y se preguntaron si su padre le había dicho algo de todo aquello, pues no a cualquier persona (a casi nadie tratándose de la vida del príncipe, la cual estaba en peligro siempre, a todas horas) se le informaba del estado o alguna actualización de lo que sucedía en el castillo.

—Mingyu, estás herido —intentó Han, sabiendo que de nada iba a servir lo que decía.

—Mis brazos ya mejoraron mucho —dijo él, sin rendirse—. Y las heridas de mi rostro están a punto de sanar por completo. Después de que me quiten estas vendas, sólo necesitaré un antifaz o algo similar para partir en dirección al castillo.

—¿Un antifaz?, ¿para qué? —Sehun se notaba confundido, aunque Han cerró sus ojos, sabiendo a dónde iba Mingyu con todo aquello.

—Mingyu —comenzó, aún acariciando su cabello pero son abrir sus ojos—, a Minghao no le va a importar cómo luzcas, te lo aseguro. No después de todo el tiempo que han pasado separados.

Hubo un minuto de silencio, hasta que Mingyu lo rompió con un suspiro tembloroso.

—Por favor. No quiero... no puedo... no me obliguen a ir así. Minghao no me puede ver en este estado.

Han abrió los ojos, notando que Mingyu estaba a punto de llorar.

—Está bien —aceptó al final, ganándose un rendido asentimiento por parte de su esposo—. Esperaremos a que tus heridas sanen y te conseguiremos un antifaz antes de enviarte con Minghao.

El doctor encargado de Mingyu se extrañó cuando, unos minutos después de que los reyes se fueran, el soldado no dejara de lucir feliz después de tanto tiempo.

Durante días había estado molesto, quejumbroso, por los que aquel cambio repentino llamó su atención.

❄️

Because it's you || gyuhao Where stories live. Discover now