Capítulo 4. dream night

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Mingyu aún daba vueltas en la cama, sin poder cerrar los ojos porque sus párpados evocaban la imagen de Minghao, preocupado, aterrado al verlo ponerse de pie e irse, ignorando su llamado, porque, ¿cómo iba a ser capaz de no escuchar hasta el más mínimo sonido que hacía Minghao?

Había querido regresar en el momento en el que atravesó la puerta del comedor, pero el maldito miedo lo impulsó a seguir caminando, subiendo las escaleras hasta encerrarse en el cuarto de baño de su nueva habitación.

No estaba precisamente enojado con Minghao. Lo que sentía iba más allá que eso.

Estaba aterrado.

Muy pocas personas lo habían visto sin máscara y sin vendas, habían podido ver sus cicatrices en su cuerpo, y aunque las que habían nacido de heridas del pasado las mostraba con honor, esas últimas eran la excepción.

No le importaba que sus compañeros lo hubieran intentado espiar cuando dormía o cuando el doctor le cambiaba las vendas, frente a ellos no tenía que esconder nada. El problema estaba en Minghao.

Siempre lo había querido, en un principio como amigo, después como algo más, en ese momento todo era demasiado confuso, pero algo que jamás iba a olvidar fue lo asombrado que quedó al conocerlo por primera vez. Una sola palabra había aparecido en la mente de Mingyu en ese momento: hermoso.

Minghao era hermoso, su rostro, su ropa, sus modales, su forma de hablar, sus dibujos, sus pinturas, todo era hermoso viniendo de él, y Mingyu ahora sabía que su rostro era horrible.

Jamás se había considerado especialmente feo, muchas veces los demás soldados le habían dicho que era atractivo, y él no lo negaba. Pero ahora, después de lo que había sucedido, era consciente de que su rostro era todo menos agradable a la vista. Lo vio en las caras sorprendidas de sus compañeros cuando lo encontraron; lo vio en los ojos abiertos de par en par de los doctores cuando lo tuvieron en frente, apenas consiente; lo vio en el rostro preocupado de su padre cuando llegó corriendo después de que se le avisara del ataque. No quería verlo en el rostro de Minghao. Algo tan aterrador y poco agraciado que no merecía estar siquiera cerca del príncipe, y aún así se había obligado a estar a su lado porque antes de cualquier cosa, para él siempre estaría el bienestar de Minghao.

Siempre.

Minghao estaba parado frente a la puerta de su habitación, debatiéndose si debería salir y hablar con Mingyu, pedirle perdón, o dejarlo dormir debido a que era muy entrada la noche, y probablemente cualquier persona a los alrededores (menos los gu...

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Minghao estaba parado frente a la puerta de su habitación, debatiéndose si debería salir y hablar con Mingyu, pedirle perdón, o dejarlo dormir debido a que era muy entrada la noche, y probablemente cualquier persona a los alrededores (menos los guardias nocturnos del castillo) estaría dormida.

Quería decirle cientos de cosas.

Que lo perdonara por ser tan imprudente; que no importaba si no quería su ayuda, pues él podría no volver a mencionar su máscara nunca; que no importaba lo que había debajo de ella, pues para él no había existido alguien más atractivo, lindo y hermoso que él, incluso desde niños y hasta ese momento; que nada, ni siquiera esas insignificantes cicatrices podrían llegar a eliminar todos los sentimientos que tenía hacia él después de tanto tiempo.

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